La voz del corazón. Javier Revuelta Blanco
piensas que los impedimentos que limitan tu dicha se encuentran fuera de ti y te empeñas en cambiar las cosas para que la vida se ajuste a tus expectativas. Crees que la felicidad es una idea en lugar de una experiencia. Esto es un error muy común que solo acarrea confusión y sufrimiento. En realidad todo aquello que se opone a tu prosperidad se encuentra dentro de ti mismo. Dicho de otra forma, para ser feliz necesitas sanar el dolor interno que te acompaña a lo largo de la vida. Mientras sigas resistiéndote a esto, vivirás en una contradicción.
Para poder alcanzar la plenitud, también es necesario que desarrolles tus virtudes personales. Desde un punto de vista espiritual, estas bondades son los brillos del alma que has decidido materializar en la realidad física. Muestran tu esencia, se reflejan en tu personalidad y adoptan la forma de talentos o habilidades. Cuando enfocas la atención en aquello que de verdad te ayuda a ser feliz, recuperas tu sabiduría interna. Entonces la conciencia y la acción se unen y no necesitas pensar demasiado en lo que haces. Te diviertes con ello y te cuesta menos esfuerzo realizarlo. La clave está en conectar con la esencia y habitar en el espíritu, no solo para liberar el dolor interno sino también para disponer de una pauta que te permita disfrutar de la vida al máximo. En lo más profundo de tu ser sabes que estás aquí para algo y deseas llevarlo a cabo y sentirte realizado. Como dice la poetisa senegalesa Irénée Guilane Dioh1:
Llegará un día en el que también tú deberás compartir tu conocimiento de las cosas y de los hombres. Testigo singular de un acontecimiento único revelado solo a ti, en un idioma todavía inédito, mostrarás a tus hermanos la indecible sabiduría de tu corazón.
Desde el punto de vista colectivo, tu misión es más concreta: estás aquí para facilitar el camino de otros seres. Quizá sea el de tus hijos, tus empleados, tus amigos, tus clientes… o, a lo mejor, el de otras especies animales y vegetales. En términos generales, hemos venido a servir para lograr que la mayor diversidad posible de formas de vida y de conciencia convivan en armonía sobre la Tierra. Esto es algo que las antiguas tradiciones han sabido desde siempre. El libro sagrado de los mayas, el Popol Vuh, dice2: «En la naturaleza, nada ni nadie sobra». En la tradición africana hay una metáfora que cuenta lo siguiente3: «El clavo sostiene a la herradura, la herradura sostiene al caballo, el caballo sostiene al hombre y el hombre sostiene el mundo». En Oriente, también los hindúes admiten la diferencia y la pluralidad como base de la convivencia4: «La unidad en la diversidad es el orden del universo». Por su parte, los indios de América del Norte afirman5: «Esto es lo que sabemos: en la Tierra todas la cosas están relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo». Es razonable pensar que el motivo de nuestra existencia como humanidad consista en estar al servicio del planeta en el que vivimos. Es lógico, pues la Tierra es un ser vivo dotado de conciencia. Es nuestra madre y nuestro hogar y sin ella no podríamos vivir.
Para lograr resultados a nivel personal y ser coherente con tu misión colectiva, te sirves de tus creaciones en diferentes escalas. Cada vez que desarrollas un proyecto con entidad creativa, ayudas a otras personas en la tarea de realizar la misión personal que traen a la vida. Todo lo que haces desde el corazón contribuye en alguna medida a este propósito. La misión que has decidido realizar la llevas a cabo mediante el refinamiento de tu personalidad y el despliegue de determinados atributos. Tú forma de ser y de estar en el mundo, así como las habilidades que utilizas para la vida, cambian con el paso del tiempo. Cuando ya te sientes cómodo en una, inicias un nuevo camino que te conduce a desarrollar otra.
Las virtudes personales que dibujan tu personalidad y los talentos que muestras al mundo son la forma que le das a tu esencia para que pueda expresarse en la materia. Además, todas las situaciones por las que has pasado a lo largo de la vida, incluyendo tu experiencia presente, están relacionadas con tu misión personal y te conducen a ella. De hecho, constituyen «pruebas» por las que de alguna forma necesitas transitar. Nada de lo que nos sucede es casual. Todo responde a un propósito y está en perfecto orden con el universo y con nuestro momento evolutivo. Esto es algo de lo que no siempre somos conscientes, sobre todo si vivimos enfocados en la realidad física y estamos siendo gobernados por el ego. En todo caso, el nombre que des a tu misión es irrelevante. Lo importante es el proceso que estás viviendo ahora y la sabiduría que seas capaz de extraer de tu experiencia.
En estos momentos, la humanidad se encuentra en medio de una encrucijada. A nivel colectivo ya hemos decidido dejar de vivir desde el miedo y estamos comenzando a hacerlo desde el amor. De no haber sido así, ya nos habríamos destruido hace tiempo. Hemos dado el primer paso. Esto implica ponernos al servicio de la Tierra y abandonar la vieja costumbre de esquilmarla. También significa dejar de destruirnos entre nosotros. Estamos aceptando que formamos parte del entramado universal y que la pretensión egocéntrica de dominar la naturaleza es solo una ilusión sin sentido. La decisión de vivir en comunión con el planeta que nos da la vida es muy básica y no se debe solo a una cuestión espiritual. La humanidad entera está despertando a una nueva conciencia, un estado del ser que presenta una raíz biológica e instintiva. En el fondo, es una medida de supervivencia que evitará la extinción de nuestra especie, y buena prueba de ello es el movimiento medioambiental que está barriendo la Tierra como un tsunami y que crece de forma exponencial e imparable.
Sin embargo, aun a pesar de que ya lo hemos decidido, todavía encontramos muchas resistencias. Para disolverlas y entrar en la madurez del corazón, estamos modificando la forma tradicional que tenemos de ver la realidad y de actuar sobre ella. Este es un proceso gradual que tiene su propio ritmo interno. Cada persona necesita su tiempo y su nivel de experiencia. No obstante, los cambios también los estamos experimentando a nivel colectivo. A medida que más individuos se hacen conscientes de sí mismos, los grupos y las comunidades se retroalimentan y se transforman más rápido.
En términos generales yo diría que lo estamos haciendo muy bien. Llevamos mucho tiempo bajo el yugo de un paradigma que se basa en el miedo, la dependencia y la dominación. Tenemos tantas ganas de liberarnos de esta vieja carga que a veces sentimos que las cosas no cambian o que lo hacen a una velocidad muy lenta. En ocasiones, lo que vemos ahí afuera o lo que experimentamos a nivel personal nos conduce a pensar que estamos retrocediendo. Pero es solo una ilusión. Nadie puede detener la evolución y mucho menos si quien ha decidido cambiar es la propia Tierra. De modo que seamos pacientes y vivamos este proceso con cierta perspectiva y objetividad. De esta forma, podremos hacer la transición de forma pacífica y será más sencillo crear una nueva civilización basada en el amor y en la sabiduría.
Estamos aquí para cumplir con una misión de vida. A nivel individual, esta consiste en liberarnos de las resistencias internas que dificultan la realización de nuestros deseos. Desde un punto de vista colectivo, servimos a la Tierra para lograr que la mayor diversidad posible de formas de vida y de conciencia convivan en armonía.
Todas las experiencias que vives se manifiestan en cinco niveles de personalidad: el cuerpo, las emociones, la mente, las relaciones y el espíritu. Cada uno de ellos te aporta una información diferente sobre un mismo aspecto de la vida. Una comida deliciosa, por ejemplo, no solo nutre tu organismo. También te proporciona placer emocional, te estimula mentalmente, te ayuda a relacionarte y colma tu espíritu de gratitud. La mayoría de las personas limitan su experiencia a una o a dos dimensiones. Lo habitual es que se identifiquen con la mente racional y vivan a partir de sus ideas. El resultado es por ello incompleto y, en alguna medida, también conflictivo. Cuando somos capaces de integrar los cinco niveles de la personalidad en una sola experiencia, sucede algo prodigioso: nos reconocemos como seres únicos y, al mismo tiempo, como partes indisociables de una totalidad que nos trasciende. En ese momento nuestra experiencia vital se enriquece y los niveles de felicidad aumentan. ¿Te has preguntado alguna vez lo que significa ser un humano?
Para integrar el espíritu y el ego es necesario que aprendas a mover la conciencia con maestría. En otras palabras, que observes de forma simultánea lo que estás experimentando en cada nivel de personalidad. El cuerpo es la base de la experiencia. Nos habla mediante sensaciones físicas y un sistema interno de equilibrado. Para disponer de salud y vivir en equilibrio, necesitas escucharlo y atender sus necesidades. También es preciso que seas consciente de tus estados de ánimo. Este aspecto es crucial, pues de lo contrario las emociones negativas te «secuestran» y te conducen a reaccionar de forma destructiva.