La voz del corazón. Javier Revuelta Blanco

La voz del corazón - Javier Revuelta Blanco


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basados en el miedo, la dependencia y la dominación. El resultado es que se sienten libres de experimentar todo aquello que consideran útil para liberarse de su dolor interno y poder así realizar sus más profundos anhelos. Aunque el despertar de la conciencia no sea un movimiento místico, la espiritualidad está cobrando una gran importancia. En Estados Unidos, por ejemplo, meditan ya veinte millones de personas y el yoga es practicado por el ocho por ciento de la población (en España, por el doce por ciento) y estas cifras crecen año tras año8. Todo parece indicar que las personas son cada vez menos religiosas pero más espirituales.

      Por otro lado, los nuevos descubrimientos que ha realizado la ciencia están dinamitando las fronteras entre el mundo material y el espiritual. Aunque no sea esa su intención inicial, lo cierto es que está creando un puente entre ambas realidades. En el universo, lo que encontramos es energía que vibra en distintas frecuencias. La materia es la expresión más densa de esa energía. La cuestión es que ambas, materia y energía, no solo no se pueden separar sino que la primera se forma a partir de la segunda. Es una consecuencia, no una causa. La ciencia también ha demostrado que la mente y el sentimiento son capaces de modificar el curso de esa energía que vibra en el espacio.

      Si dotamos a la energía de conciencia, lo que obtenemos es un ser espiritual, es decir, una entidad capaz de observar y transformar la realidad física. En el Instituto de Ciencias Noéticas de Estados Unidos se ha demostrado que la mente es capaz de afectar al comportamiento de la materia a nivel subatómico9. En un experimento conocido con el nombre de Doble Rendija se demostró que la conciencia influye sobre la energía y, por tanto, también sobre la materia. Se seleccionaron dos grupos de personas. Unos eran meditadores experimentados y los otros, no. A todos ellos se les pidió que trataran de influir sobre una corriente de electrones que emitía una máquina. Para ello, debían centrar su atención en un lugar concreto del espacio y sostener la intención de influir sobre las partículas atómicas que pasaban por unas rendijas. Los resultados fueron sorprendentes. Los meditadores experimentados influyeron sobre los electrones de forma mucho más relevante que los no meditadores. Además se demostró que el efecto era más intenso después de unas cuantas sesiones y que los cambios que experimentaba la energía no eran lineales sino repentinos.

      En otra investigación llevada a cabo en la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, se pidió a un grupo de personas sin ninguna habilidad especial que intentara influir sobre la distribución de unas bolas que caían aleatoriamente a través de una mampara. En condiciones naturales, formaban una campana, es decir, la mayoría se concentraban en el centro y el resto hacia los lados de forma simétrica (es la típica distribución de Gauss que se estudia en Estadística). Sin embargo, cuando las personas decidían modificar su rumbo con la mente (hacia la izquierda o hacia la derecha), la forma resultante era bien distinta. La psicóloga norteamericana Brenda J. Dunne, que ha dedicado más de veintiocho años al estudio de la influencia que ejerce la conciencia sobe la materia, afirma que después de cientos de miles de pruebas experimentales, este hecho es sencillamente irrefutable. En este sentido, su colaborador, el físico norteamericano Robert G. Jahn, afirma lo siguiente10:

      La conclusión que sacamos con esto [refiriéndose al experimento de las bolas] es que la mente es mucho más potente, que no solo observa sino que crea y es capaz de influir sobre la materia. Y eso es alucinante, si me permite la expresión.

      Ser espiritual no es una opción, es una realidad. Otra cosa es que no queramos admitirlo o ser conscientes de ello. Todo lo que sentimos y pensamos nos afecta de manera inequívoca. En todo momento estamos influyendo sobre la materia (empezando por nuestro propio cuerpo) y, para ello, nos servimos de la energía que producimos con el pensamiento y el sentimiento. Tenemos dos opciones: negar este poder o hacernos conscientes de cómo estamos usando esta energía. Si hacemos lo segundo, seremos más lúcidos y nos beneficiaremos de ello. En este caso, lo más práctico es poner atención en el momento presente y decidir la intención con la que nos relacionamos con otros seres y con nosotros mismos.

      La materia se crea a partir de la energía. Si dotamos a esta de conciencia, lo que obtenemos es un ser espiritual, es decir, alguien que es capaz de transformar la realidad y crear vida.

      La ciencia especula también con la idea de que el universo sea multidimensional, es decir, que esté formado por distintos niveles de realidad. Cada uno vibraría en una frecuencia y representaría un aspecto diferenciado de la totalidad. Al parecer, esto es algo muy normal pues muchos fenómenos físicos no se pueden entender en un contexto de solo tres dimensiones11. Por ejemplo, la medicina no puede explicar la remisión espontánea de una enfermedad. ¿Cómo es posible que un ciego recupere la vista o que un tumor maligno desaparezca en apenas unos días?

      Lo que sucede es que con los sentidos físicos solo percibimos tres dimensiones. Eso nos conduce a creer que la única apariencia en la que se presenta la vida es la nuestra. Pero esto es solo una falsa impresión. Como veremos más adelante, en cada una de estas dimensiones, la energía adopta una configuración particular y la vida, simple y llanamente, se expresa de otra forma. En cualquier caso, el hecho de que la ciencia esté desmitificando esta versión de la realidad es muy ilusionante. Indica que el espíritu está dejando de ser un misterio y se está convirtiendo en algo normal. En un futuro próximo, todo el mundo reconocerá su espiritualidad sin prejuicios y podrá experimentarla en completa libertad, sin el miedo irracional a ser castigado por ello.

      Las realidades paralelas que forman el universo permanecen ocultas a nuestros sentidos, pero no están separadas de nosotros. Lo único que nos impide relacionarnos con el más allá es la costumbre de permanecer enfocados en la materia. Sin embargo, si entramos en el silencio y nos abrimos al espíritu, los umbrales de percepción se amplían y estas dimensiones se vuelven familiares. En este sentido, es fácil imaginar la existencia de seres inmateriales dotados de conciencia que conviven con nosotros (ángeles, guías espirituales, ancestros, seres elementales, entidades…). La relación que mantenemos con ellos está siempre supeditada a nuestra forma de pensar, sentir y actuar en el mundo. Si eres receptivo y estás atento, no te será difícil comprobarlo.

      El cosmólogo británico Stephen Hawking no tenía dudas acerca de la existencia de vida más allá de nuestras fronteras. En su opinión, el tema de discusión no debe girar en torno a su existencia, sino a su apariencia. Para afirmar algo así se basaba en un hecho objetivo: en el cosmos hay treinta trillones de sistemas planetarios similares al nuestro. Si a esto le unimos la presencia de dimensiones paralelas, la probabilidad de que no estemos solos es tan alta que parece incuestionable.

      La ciencia está llegando a conclusiones que coinciden con muchas de las experiencias espirituales que nutren nuestra cultura desde el origen de los tiempos. Además, confirma algo que los místicos orientales vienen diciendo desde hace miles de años: la dimensión física es el reflejo de un complejo y rico entramado de relaciones energéticas en el que la conciencia desempeña un papel esencial. A partir de aquí, lo más lógico y también lo más sensato es deducir que somos seres multidimensionales y que el ego es solo un aspecto de una realidad trascendente e inaprensible desde la razón. Dicho de otra forma, somos seres espirituales viviendo una experiencia en el plano físico.

      La importancia de utilizar la conciencia a voluntad es enorme. A diferencia de los animales y de las plantas, los seres humanos podemos moverla para mejorar nuestras vidas. Las sensaciones físicas nos dicen lo que sucede en el cuerpo. Los estados de ánimo hacen lo propio con el nivel emocional y las ideas nos revelan cómo está funcionando la mente. Al comprender lo que sucede en cada sector de personalidad, podemos potenciar o atenuar la experiencia que estamos viviendo. De hecho, es algo que hacemos de forma cotidiana. Si, por ejemplo, tienes una entrevista de trabajo y estás muy nervioso, intentarás calmarte. Para lograrlo tienes que ser consciente de tu estado emocional, y para eso necesitas mover la conciencia a ese nivel. Solo así podrás respirar con calma y despejar la mente para que no te traicione. Lo mismo sucede cuando te das un golpe en el cuerpo. Al poner las manos en la zona dolorida, sitúas la conciencia sobre ese lugar y le envías energía para mitigar el dolor.

      La conciencia tiene la función de observar, comprender, aceptar y permitir que la realidad que está observando se equilibre (o se alinee) en coherencia con una totalidad trascendente de naturaleza amorosa. De esta forma,


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