La voz del corazón. Javier Revuelta Blanco
quedé allí sin saber qué hacer. Respiré hondo y cerré los ojos. Sentí mucha alegría y una enorme gratitud por aquel mensaje tan hermoso. En ese momento comprendí que la realidad multidimensional convive con nosotros y que no hay distancias físicas que nos separen de otros planos.
Para protegerme de las influencias negativas que recibía de esta dimensión y disfrutar de sus bondades, tuve que hacer un esfuerzo ímprobo en mi desarrollo personal. Tardé varios años en aprender a convivir con esta realidad. Quizás por eso hoy puedo hablar sobre ella con responsabilidad. Si lo hago es para arrojar un poco de luz sobre este aspecto de la vida, que es muy poco comprendido. El mundo astral (o esotérico) se suele confundir con el espiritual, pero son dos cosas diferentes. Esta dimensión es en realidad un umbral perceptivo y un espacio de relación. De igual forma que una abeja es capaz de ver la luz polarizada que nosotros no advertimos, algunas personas tenemos ampliada nuestra banda de percepción. Es una puerta que se sitúa más allá del límite que la ciencia tradicional considera normal y nos ofrece una información que no se detecta desde el plano físico.
Este nivel de realidad forma parte de la vida de todo el mundo. La mayoría de las personas tienden a rechazar su existencia por miedo a lo desconocido. No obstante, es un lugar muy familiar. Aquí es donde creas los sueños y conectas con la guía espiritual a través de la intuición. También es el espacio al que irás después de la muerte y desde el que recibes energía e información de tu linaje de sangre ancestral. Además es el lugar en el que se expresan, a nivel energético, las relaciones que estableces con otros seres vivos. Muchas personas tienen experiencias extrasensoriales, pero no se atreven a manifestarlo por temor a ser rechazadas. Como dice el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung: «Si alguien no comprende a otra persona, tiende a considerar que esta está loca». En Occidente hemos reprimido el acceso a este conocimiento por dos razones: el miedo y la ignorancia. Sin embargo, aunque tendemos a negar, ridiculizar o etiquetar todo aquello que no somos capaces de comprender, el misterio de lo desconocido siempre nos resulta atractivo.
Como veremos a lo largo del libro, la realidad no manifiesta es tan real como el mundo material. Es muy importante que seamos conscientes de ella. ¿Por qué razón? La dimensión astral es el lugar en el que se gestan los sistemas colectivos de creencias que están guiando la conducta de las personas y de los colectivos. También es el espacio en el que nuestros deseos comienzan a tomar forma antes de que se materialicen en el plano físico. Todo lo que pensamos y sentimos se deposita en este nivel e influye de forma decisiva en nuestras experiencias vitales futuras. Por este motivo, debemos ser muy cuidadosos y revisar la intención que acompaña a nuestros pensamientos, palabras y acciones.
La dimensión astral es un espacio de relación. Allí la energía vibra en una frecuencia más alta que en la dimensión física y por eso no se puede percibir con los órganos de los sentidos. Este lugar influye en todos los seres vivos que habitan la Tierra y es influido por ellos.
A la edad de treinta y un años sufrí una crisis de salud que afectó a mis articulaciones. Comencé a padecer dolores continuos muy intensos que me condujeron hasta un estado de sensibilidad herida permanente. Cuando acudí al médico, me diagnosticó una atrofia articular generalizada. Al parecer era una enfermedad muy rara de la que solo se conocían unos pocos casos. El dolor iría extendiéndose hacia los músculos y en unos pocos años perdería completamente la movilidad. De improviso, todo mi mundo se me vino abajo. No podía imaginarme pasando el resto de mis días postrado en una silla de ruedas. Mi primera reacción fue negar lo que me pasaba; luego sentí una inmensa rabia y un gran desprecio por la vida. Finalmente deseché el pronóstico médico y admití que, si quería salir de aquel agujero, tenía que cambiar internamente. Mantuve aquel suceso en secreto, pero sin lugar a dudas fue el mayor revulsivo que me impulsó a transformar mi vida.
A partir de entonces me dediqué en cuerpo y alma a tratar de comprender lo que me estaba sucediendo y a buscar una solución definitiva para mi dolencia. Pasé los siguientes años experimentando con una amplia variedad de escuelas y maestros relacionados con el desarrollo personal. Compartí mi vida con yoguis, consteladores familiares, videntes, sanadores, chamanes, masajistas, bailarines, reikistas, sacerdotes, psicólogos, monjes budistas… Al mismo tiempo se me ofreció la oportunidad de ayudar a otras personas, de modo que comencé a trabajar como formador, terapeuta y coach.
Después de buscar con ahínco la solución a mi problema, me di cuenta de que la salud física es una consecuencia de algo que subyace en lo más recóndito del ser. Por consiguiente, lo que hay que sanar no es el cuerpo, sino la personalidad y el alma. Tardé cerca de tres años en recuperarme y, cuando por fin confirmé que ya no tenía dolor físico, me percaté de algo interesante: la persona que había contraído aquella extraña enfermedad ya no existía. Mi forma de ser y de relacionarme con el mundo había sufrido una profunda alteración. Aún me quedaba mucho camino por recorrer, pero disponía de una energía, vitalidad y alegría renovadas. Me sentía muy orgulloso por lo que había conseguido y en mí se fue gestando un anhelo muy sincero de compartir mi experiencia con otras personas. El desarrollo personal se había convertido en el centro y en el motor de mi vida. La aventura no había hecho más que comenzar.
Este libro surge a raíz de un extenso y profundo proceso de transformación y trascendencia personal. Un recorrido que ha cambiado por completo mi percepción y mi forma de estar en el mundo. A diferencia de lo que le sucede a otras personas, mi entrada en la madurez del corazón ha sido lenta, progresiva y meticulosa. He vivido la supremacía del ego y también su estrepitosa caída en el tortuoso laberinto de la enfermedad, la incomprensión y la desesperación más absoluta. He superado muchos obstáculos y comprendido que la connivencia con el alma y finalmente la rendición al espíritu son la clave para sanar de cualquier dolencia física. Sobremanera, es ineludible si deseamos desarrollar el enorme potencial creador que albergamos en nuestro interior.
Me siento muy agradecido a todas las personas con las que he compartido este viaje. En especial a mis maestros y a mis alumnos. Gracias a ellos he podido descubrir el verdadero sentido de mi vida. Si tuviera que definirlo de forma escueta, diría que estamos aquí para vivir experiencias de lo más diverso, para aprender de ellas y para beneficiar a otros seres con nuestras creaciones originales. Para ser feliz hay que hacer dos cosas que, a mi modo de ver, son fundamentales: liberarse del dolor interno y potenciarse en las virtudes y los talentos personales. Cuando te comprometes a este nivel, lo demás sucede de forma natural.
En este libro trato algunos aspectos que nos pueden ayudar a entender el papel que estamos desempeñando los seres humanos en el planeta Tierra y en el universo. También me propongo sentar las bases que sostienen cualquier proceso de transformación personal que se desee hacer de forma consciente. Algunas de estas cuestiones son ya evidencias científicas que no podemos seguir negando por más tiempo. Otras forman parte de mi experiencia personal y, aunque se mueven en los márgenes de la ciencia, lo hacen a nivel especulativo o teórico. Por razones de espacio, el estudio pormenorizado de cada una de las dimensiones de nuestra personalidad será objeto de otro libro.
En cualquier caso, lo importante es contribuir a un proceso que hunde sus raíces en la memoria de los tiempos y en el que ahora mismo está participando mucha gente. El desarrollo personal forma parte ya de nuestra cultura. Se ha introducido en apenas unos años y ha llegado para quedarse. La enorme cantidad de metodologías y propuestas que hay en la actualidad y la amplia variedad de enfoques evidencian que la sociedad lo está pidiendo. En parte porque el viejo paradigma ya no nos sirve para seguir avanzando, pero sobre todo porque formamos parte de un cambio global que está siendo impulsado por la Tierra a nivel energético. Una situación de la que no podemos escabullirnos.
Los adultos tenemos libertad y recursos para decidir sobre nuestro crecimiento personal. Podemos hacer de nuestro viaje un acto consciente y creativo o funcionar por inercia, hasta que un día nos sorprenda la muerte. El viaje es corto y cada uno elige su propio destino. Sin embargo, los niños no tienen esta posibilidad. Si deseamos que cojan el timón de la sociedad, tenemos que allanarles el camino. Necesitan protección y la mejor forma de dársela es ayudándolos a que sean conscientes de su evolución personal para que puedan desarrollar al máximo su condición de seres humanos. En este sentido, nada me complace más que poder contribuir a este propósito. Gracias por tu presencia y buen