La voz del corazón. Javier Revuelta Blanco

La voz del corazón - Javier Revuelta Blanco


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al mismo tiempo y la encargada de moverla es la mente. Si deseas tener dominio sobre ti mismo y evolucionar de manera favorable, debes aprender a utilizar tu mente con maestría. El objetivo es que haga exactamente lo que deseas.

      Los seres humanos tenemos la capacidad de mover la conciencia por las distintas dimensiones de la realidad. De esta forma, podemos transformar la experiencia que vivimos y mejorar nuestra vida y la de los otros seres.

      La ciencia moderna nos está diciendo algo que va a cambiar el mundo: la realidad básica no es la materia ni la energía sino la conciencia. El científico norteamericano Dean Radin ha dedicado más de veinticinco años al estudio de la conciencia humana. En su opinión, esta se encarga de organizar la energía y es la responsable de sostener todos los procesos vitales que tienen lugar en los organismos vivos12. Por su parte, el físico británico galés y Premio Nobel de Física en 1973 Brian David Josephson, sostiene que, a la hora de explicar el mundo, los fundamentos no hay que buscarlos en la materia sino en la mente13.

      Las implicaciones de este nuevo paradigma aún no se han comprendido del todo, pero son el germen de una revolución sin precedentes en la historia de la humanidad. A partir de ahora, la realidad ya no existe tal y como la percibimos con los sentidos físicos. Somos nosotros los que creamos esa realidad, que incluye nuestro cuerpo y todas las experiencias que estamos viviendo. Lo interesante es que esto está siendo corroborado desde muchos ángulos (física cuántica, computación, neurociencia, epigenética, nueva biología…). Los resultados de las pruebas experimentales que se están llevando a cabo confirman la veracidad de este nuevo axioma. Mucha gente no desea aceptarlo, pero la información está ya al alcance de todo el mundo.

      A medida que tomamos conciencia de esta situación, nos hacemos responsables de nuestra vida y recuperamos el poder que hemos venido delegando en otros (maestros, políticos, sacerdotes, médicos…). Cuando comprendemos que somos uno con todo, nuestra experiencia, en lugar de dualista, se torna integrativa y holística. Entonces, sustituimos los cimientos del viejo paradigma, basado en la separación, por una nueva forma de entender la realidad y de actuar sobre ella. La flamante civilización que estamos creando es el resultado de un movimiento interno que parte del corazón. Por este motivo, es irreversible e irrenunciable.

      Si somos los creadores de la realidad que experimentamos, ya no tenemos que seguir aferrándonos al ego para definir nuestras señas de identidad. Es obvio que somos algo más. La ciencia clásica ha evitado siempre entrar en el debate de la conciencia y se ha mantenido separada de la realidad que observa. Esto es debido a que está muy influida por la energía masculina, que busca siempre una validación externa de sus acciones. Así crea la falsa ilusión de que puede controlar la naturaleza o, incluso, dominar el mundo. Con esta actitud, la lógica cobra mucha importancia, pero la imaginación y la intuición quedan relegadas a un segundo plano. El físico alemán Albert Einstein dice lo siguiente: «La mente intuitiva es un regalo sagrado y la mente racional, un fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que rinde honores al sirviente y ha olvidado el regalo». En estos momentos, la ciencia es consciente de que no se puede separar de la realidad que observa. Quizás por esta razón está comenzando a adentrarse en el mundo del espíritu.

      También se sabe que el universo es como un gran engranaje y que todo lo que sucede en la naturaleza está regulado por leyes generales. Cualquier forma, animada o inanimada, evoluciona a través de ciclos (el clima, las fases de la luna, los biorritmos, las mareas, la reproducción, la actividad solar…). Estos ciclos actúan en distintas escalas espacio-temporales. Los geológicos, por ejemplo, duran millones de años y afectan a extensiones muy amplias o incluso a la Tierra en su conjunto. Sin embargo, el tiempo que tarda un electrón en completar su ciclo de traslación alrededor del núcleo de un átomo es muy pequeño y el espacio que recorre es infinitesimal. Lo que resulta curioso de estos modelos repetitivos es que todos ellos están relacionados entre sí, es decir, o bien se insertan en ciclos cada vez más grandes, o contienen ciclos cada vez más pequeños14. La vida se expresa periódicamente a través de acontecimientos sucesivos, pero todos ellos forman parte de un mecanismo único que no parece tener ni principio ni fin.

      La segunda singularidad de la vida es que se origina a partir de estructuras muy simples y que evoluciona de acuerdo con leyes y patrones matemáticos (la espiral logarítmica y la proporción aurea)15. Toda forma de vida comienza con una esfera16. A partir de ella y a medida que la conciencia interacciona con la energía, se van creando formas geométricas cada vez más complejas. Es como si se tratase de un juego de malabares en el que no cesan de aparecer nuevas y sorprendentes figuras. Diseños como el cubo, el hexágono, el octaedro, etc. actúan como verdaderos códigos ocultos de un lenguaje que sugiere una relación íntima entre el espíritu y la materia. Estos arquetipos contienen un potencial de evolución. En la mitosis celular, por ejemplo, esta dinámica es muy evidente. Las células, al dividirse, crean figuras geométricas, muchas de las cuales están presentes en todas las culturas del mundo. La vesica piscis (que sugiere la unión entre el cielo y la tierra y el portal hacia una nueva vida), el merkaba (que significa carroza y representa el vehículo que pone en relación la luz del espíritu con la materia) o la flor de la vida (que simboliza la red que lo conecta todo) son algunas de ellas.

      La geometría sagrada y el proceso de diferenciación celular17

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      Otro ejemplo que confirma que la vida se origina a partir de estructuras muy sencillas lo encontramos en la cresta neural. El paleontólogo estadounidense John Maisey ha descubierto que todos los vertebrados (aves, mamíferos, peces, reptiles y anfibios) presentamos, en la fase embrionaria, el mismo tejido neuronal. Es como una cresta que se va doblando hasta formar la espina dorsal. Estas células son auténticos vestigios de otra época, con una edad estimada de 450 millones de años18. Otra muestra de arquetipos básicos se puede observar en las diatomeas, que son las algas unicelulares que forman los tipos más comunes de fitoplancton. Sorprenden por su diseño matemático. Viven en todos los océanos de la Tierra y son las responsables de producir nada menos que el cincuenta por ciento de la materia orgánica que sirve como base de la cadena alimentaria oceánica.

      Diatomeas19

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      Este entramado vital sugiere la existencia de un principio dinámico o de una red de conciencia encargada de regular todos los procesos creativos, algo parecido a una enorme tela de araña en la que cada parte está relacionada con el todo. En física cuántica, este fenómeno se conoce con el nombre de holomovimiento20. Si todo lo que existe está interconectado, con independencia del tiempo y del espacio, nada de lo que sucede en la vida es producto del azar. Cualquier suceso afecta a todo y es regulado por esa totalidad. De ahí que los pensamientos, las palabras y los estados de ánimo sean el germen de nuestras experiencias futuras. Al hilo de estas reflexiones, podríamos decir que Dios está en el punto de mira de la ciencia. Algunos científicos, como el físico teórico estadounidense Michio Kaku, están sugiriendo ya la existencia de una fuerza inteligente encargada de gobernarlo todo21.

      El nuevo paradigma científico está disolviendo las fronteras entre el espíritu y la materia. Nos invita a considerar que la vida es una creación intencionada y orquestada por la conciencia.

      Aun a pesar de que la ciencia se muestre conservadora, la existencia de un universo multidimensional no es una novedad. Es algo que ha estado presente desde que el hombre comenzara a tener experiencias de carácter sagrado. Sacerdotes, brujas, maestros, chamanes y videntes, entre otros, lo han experimentado desde entonces y lo han ido incorporaban a los rituales religiosos y esotéricos. Los viajes astrales, la ensoñación, los exorcismos, la bilocación, la sanación de enfermos mediante el uso de energía, la visión mística, la clariaudiencia, etc. ponen de manifiesto algo que los seres humanos siempre hemos sabido: que la vida presenta una faceta multidimensional. Digamos que más allá de lo material hay algo más. Es un misterio. No podemos percibirlo con los órganos de los sentidos y mucho menos controlarlo con la mente, pero sí podemos experimentarlo y aprender a convivir


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