La voz del corazón. Javier Revuelta Blanco

La voz del corazón - Javier Revuelta Blanco


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personal de la que procedemos solo tiene valor y utilidad cuando nos atrevemos a experimentarla. No necesitas comprender lo que significa tu naturaleza básica ni tampoco intentar conectar con quien ya eres. Lo único que necesitas hacer es vivir a partir de tus sentimientos. Todo lo que procede de la esencia es grandioso, verdadero y alegre y alberga un enorme potencial de transformación. Cuando conectamos con ella de forma intencionada, consciente y continuada, logramos sanar de cualquier dolencia. Puede llevarnos más o menos tiempo, pero sus efectos son inequívocos. El cuerpo no lo refleja siempre (sobre todo si está muy deteriorado), pero sí lo hace el alma.

      Cuando estás en sintonía contigo mismo, la rumiación mental, las preocupaciones, la autocrítica destructiva y los juicios de valor que te separan de otros seres desaparecen. Además, las emociones perturbadoras que te conducen a reaccionar de forma dañina y desproporcionada se disuelven como el humo de copal. Finalmente, la energía que fluye desde tu núcleo divino alcanza el cuerpo y lo repara. Al liberarte del dolor interno, el contacto con la esencia se hace más tangible y puedes desplegar sobre la Tierra tu verdadera grandeza. Esto significa que tus sueños se hacen realidad más fácilmente. Es la dinámica que explica el maestro Jesús cuando dice: «Yo soy el camino, la verdad y la vida».

      Lo que sentimos cuando nos atrevemos a vivir desde nuestra esencia es amor. Si tuviera que definirlo diría que es el movimiento que realiza el espíritu hacia la realidad física. Los pensamientos elevados, los sentimientos de plenitud, alegría, fe, éxtasis, etc. y las certezas absolutas que nos conducen hacia la acción surgen del plano de la esencia. El amor nos mueve hacia la inocencia, la unidad, la colaboración y la alegría. La personalidad en la que te reconoces está hecha a partir de tu naturaleza amorosa. Tu mente es un reflejo de tu esencia que vibra en una banda concreta de frecuencias, y lo mismo sucede con tus emociones y tu cuerpo.

      Tu esencia es única y agrupa todos los principios superiores que has logrado integrar en tu viaje a través de la dualidad24. Es un lugar lleno de belleza y el principio desde el cual emerge la vida. A medida que despliegas tus verdaderos talentos, tus creaciones se enriquecen con más energía procedente de ella. Entonces tu conexión se intensifica, se hace más clara y eso te proporciona más vitalidad y una mayor capacidad creativa. Somos amor. El lama tibetano Tulku Lobsang afirma que la razón por la que nuestra realidad básica es amorosa es porque todos buscamos lo mismo: ser felices. ¿Hay alguien que se despierte por la mañana con la intención de sufrir un poco más que el día anterior? Estamos viajando desde dimensiones elevadas a otras más densas y, aunque no siempre escuchemos al amor o nos dejemos llevar por él, su presencia es permanente. Está dentro y fuera de ti e irradia desde ti (desde tu esencia) y hacia ti de forma masiva y en todas direcciones.

      Si intentas definir o darle forma a tu esencia, lo que haces es limitar tu experiencia. Te haces pequeño y te sitúas fuera de ti mismo. Algunas personas la colocan en un pedestal y le piden que realice los milagros que solo a ellas les corresponden hacer. Otras la intentan encajar en un teorema o en una formulación matemática. Para la persona espiritual, la idea de demostrar su existencia no es importante. Tampoco hay ninguna necesidad de rechazarla ni aceptarla. Es solo un nombre. Forma parte de un sistema de creencias arbitrario y por ello tiene el mismo valor que las palabras prana, chi, luminosidad base, Dios, sopa cuántica, energía universal, orgón, etc. En definitiva, es algo que simboliza nuestra divinidad interna y lo que tiene interés es su reconocimiento y el uso que hacemos de ella a partir de la experiencia personal.

      El amor es un movimiento que acoge realidades diferentes para inspirar un cambio positivo en la experiencia. Así como la luz es información, el amor es creación. Para conocerlo, es necesario experimentarlo en relación a otros seres. Las personas expresamos y recibimos amor de infinitas maneras. No hay un estándar, pues es un principio creativo, no un consenso colectivo. Muchas personas lo confunden y tratan de obtenerlo de los demás para llenar un vacío existencial. En este caso, se convierte en una especie de regateo afectivo, un juego enmascarado de falsos cumplidos e intereses encubiertos. Hacemos lo que socialmente se espera de nosotros para que nos quieran, pero el vacío nunca desaparece.

      El amor no es algo que se pueda comprar. Si deseas sentirlo, solo tienes que reconocerte con derecho a recibirlo. Cierra los ojos, respira con calma y acepta su presencia. Estás hecho de amor, así que solo tienes que dejar que emerja desde tu interior. A partir de ahí, puedes hacer con él lo que quieras. Siempre está a tu disposición. Lo puedes compartir o experimentarlo en soledad. Tú eres la fuente de la que mana y el cántaro que rebosa. Eres ambas cosas. Lo que importa es que te ames a ti mismo. Es decir, que seas sincero y que no te escondas bajo el disfraz de la máscara. El amor te ayuda a ver lo que no eres (tus zonas oscuras) y eso, en ocasiones, te puede llegar a atemorizar. No tengas miedo a tu sombra porque el amor es más fuerte. Cuando te encuentres en una situación conflictiva, pregúntate: ¿qué haría el amor en este caso? Después, déjate sentir y actúa.

      Todos los seres vivos partimos del amor y regresamos a él. El principio creativo del que procedes está contenido en cada átomo y en cada célula de tu cuerpo, por lo que nada de lo que te sucede es ordenado por ninguna entidad que no resida dentro de ti mismo. Por este motivo, el amor es capaz de restablecer la salud y es el ingrediente imprescindible de la felicidad. Si rechazas tu esencia amorosa y te separas de tu divinidad interna, estableces límites a tu capacidad de sanación y transformación personal. Durante mucho tiempo, los seres humanos la hemos negado y hemos vivido dominados por el miedo, que es una energía de muy baja frecuencia. En lugar de expandirnos, nos contrae, nos cierra y nos oculta a los ojos de la esencia. En cierto sentido, esta negación ha sido necesaria, pues solo al oponernos a la luz hemos sido capaces de experimentar la oscuridad para comprender lo que esta significa. De este modo, ahora podemos trascenderla y crear algo nuevo.

      En estos momentos hay muchas personas en todo el mundo que están recordando lo que realmente son y despertando al amor. ¿Eres tú una de ellas? Esta remembranza te conduce a aceptar tu propia oscuridad para poder así trascenderla. También te invita a reconocer tus verdaderos potenciales para desarrollarlos al máximo. Es un camino de «iluminación» que te mueve hacia la integración, tanto de la luz como de la oscuridad. Aquí la lucha entre el bien y el mal se termina y los conceptos tradicionales del bueno y el malo desaparecen. En su lugar, lo que haces es crear una realidad diferente a la que conoces.

      La integración transciende la dualidad. Esto es algo que solo puedes hacer desde el corazón (no desde la mente), de modo que permite que sea él quien te guíe. Cuando te dejas llevar por la intuición, tus más profundos anhelos se convierten en algo irrenunciable y accedes a un nuevo nivel de experiencia. Entonces la responsabilidad, la salud, la armonía y el placer se incrementan de forma progresiva. Los beneficios de vivir según los dictados del corazón son evidentes y muy numerosos. Por otro lado, la sabiduría que acumulas y lo que haces con ella representan tu aportación al conjunto de la creación y al plano mismo de la esencia. Recuerda que todo el cosmos te está observando y quiere ayudarte para que hagas realidad tus sueños.

      Amar significa integrar la luz y la oscuridad. Solo el amor puede hacer algo así. Para amar necesitamos conectar con nuestra esencia y reconocer la pulsión de fuerza que habita en nuestro interior: nuestra divinidad interna.

      Me había quedado a dormir en casa de mi madre. Era invierno y la lluvia golpeaba con fuerza contra los ventanales. El viento rugía a placer arrastrando oleadas de agua y haciendo bramar los árboles. Me desperté con el ruido descomunal de un trueno. Serían las dos de la madrugada. Abrí los ojos. El fragor de la tormenta retumbaba con toda su intensidad. Me encantaba esa sensación. De repente comencé a escuchar un eco muy lejano, como una reverberación. Al principio pensé que sería un transformador o algún aparato eléctrico, pero rápidamente me di cuenta de que aquella vibración procedía de otro lugar. Permanecí inmóvil, respiré con calma y dejé que mi cuerpo me diera la pauta.

      Cuando ya me disponía a dormir de nuevo, sentí que una energía muy fina, como un hilo de plata, se introducía en mi cuerpo. La hebra de luz pasó entre mis piernas, subió a lo largo de mi columna y salió por la parte anterior de mi cabeza hasta perderse en el infinito. Entonces adquirió más intensidad y más presencia, como si se acomodase dentro de mí. Mi cuerpo pareció


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