La voz del corazón. Javier Revuelta Blanco

La voz del corazón - Javier Revuelta Blanco


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      Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en el que el hombre sabe para siempre quién es.

      Jorge Luis Borges

      Debemos considerar nuestra evolución personal desde una perspectiva integradora. Esto quiere decir que la realidad física y la espiritual forman parte de nuestras experiencias vitales. Cualquier proceso de sanación o de evolución que pretenda ser significativo debe contemplarlas de forma interdependiente.

      Sabemos ya que el espíritu y la materia son indisociables, pero seguimos separándolos de forma sistemática. El cambio de paradigma al que asistimos trae consigo mucho desconcierto. Una de las contradicciones más explícitas consiste en negar el mundo espiritual para vivir exclusivamente en el material o viceversa. En cualquier caso, la posibilidad de integrar ambas realidades se nos antoja muchas veces confusa, lejana o incluso peligrosa. Negamos esta posibilidad porque vivimos identificados con la dualidad. En un universo dual, la realidad se organiza sobre principios antagónicos. De acuerdo con la doctrina dualista, el espíritu (la luz) representa el bien, y la materia (la oscuridad), el mal. Esta creencia forma parte de nuestra cultura desde hace miles de años. Al principio se usó para explicar el origen de la creación, pero con el paso del tiempo fue impregnando muchas áreas de conocimiento. Hoy en día forma parte de nuestro sistema de pensamiento. La razón se opone a la intuición, lo femenino a lo masculino, la riqueza a la pobreza, el frío al calor, lo que está bien a lo que está mal…

      Esta forma de pensar nos fuerza a elegir entre uno de los dos polos de la dualidad y, con ello, nos crea un conflicto. La vida se convierte entonces en un eterno dilema. En lugar de observar de forma neutral los hechos o las experiencias que vivimos, tendemos a juzgarlos o a etiquetarlos y lo hacemos de acuerdo con conceptos que son antagónicos. Al observarte a ti mismo, actúas igual. Te divides. Tratas de hacer las cosas bien porque piensas que hay una forma de hacerlas mal y, cuando te sales de ese cliché, te sientes fatal. La dualidad te conduce a vivir enfrentado contigo mismo. Si piensas en el espíritu y en la materia, lo primero que haces es separarlos y, si alguien te dice que son manifestaciones de una misma realidad, lo niegas. La negación es un mecanismo de defensa22. Nos negamos a creer algo porque no nos atrevemos a experimentarlo. Es una forma de darnos tiempo antes de admitir la posibilidad de que eso que estamos rechazando sea cierto o nos pueda aportar algún valor. Cuando no estamos preparados psicológicamente para asumir una nueva realidad, tendemos a protegernos. Lo hacemos a través de la negativa, la desvalorización o la destrucción. Sin embargo, cuando ya nos sentimos preparados para aceptarla, la admitimos como si la conociéramos de toda la vida.

      Vivir desde el corazón nos conduce a integrar los contrarios que forman parte de la dualidad. Para ello tenemos que modificar los supuestos sobre los que basamos nuestro comportamiento y dar un salto de conciencia. En estos momentos, la humanidad se encuentra en un momento de gran trascendencia histórica, pues los sistemas de creencias que gobiernan nuestra vida cotidiana están siendo cuestionados. Esto genera convulsiones en la sociedad, en los grupos humanos y en los individuos y también numerosas contradicciones.

      Antiguamente, por ejemplo, visualizar el campo de energía de una persona se consideraba algo sobrenatural. Hoy no tiene nada de raro registrar con ayuda de la tecnología las distintas capas de energía que rodean el cuerpo físico y, en función de los resultados obtenidos, determinar si la persona está sana o tiene problemas de salud23. Nadie niega el hecho de que la energía viaja a través del espacio, pero muchas personas rechazan la posibilidad de que nosotros seamos canales para su recepción y transmisión. La posibilidad de comunicarnos mediante telepatía, clarividencia, clariaudiencia o a través del conocimiento directo se ve todavía como algo raro o esotérico. No obstante, constituye el principio de la inspiración creativa y el motor de la innovación, que es el principal activo económico de nuestros días y uno de los discursos mediáticos dominantes.

      La mayor parte de las personas tienden a pensar que la ciencia es una verdad incuestionable cuando lo cierto es que tan solo es transitoria. Casi todos los grandes científicos admiten que, sin una chispa de inspiración divina, sus trabajos no habrían transcendido más allá de sus despachos. Como dice el gran físico y matemático alemán Max Planck: «Para los científicos, Dios está al final de todas las reflexiones». Lo que otorga validez a la ciencia no son las pruebas experimentales ni las fórmulas matemáticas que verifican y ordenan las hipótesis teóricas, sino el sistema de creencias que las admite como ciertas. Si, por ejemplo, caes enfermo de gripe y te tomas la medicación que te receta el médico, es porque confías en sus efectos de manera inequívoca. Seguramente creerás que la investigación farmacológica los legitima. En cambio, si piensas que la gripe es la respuesta natural que produce el organismo para depurarse y evitar el desarrollo de una enfermedad crónica, la pasarás sin medicarte.

      El nuevo paradigma científico nos dice que la realidad básica es la conciencia. Sin embargo, mientras no confíes en tu poder para crear la vida que deseas experimentar, lo negarás y seguirás intentando encajar en un esquema social arbitrario. La verdad solo la reconoces cuando la recuerdas, pero el recuerdo no se basa solamente en traer al presente la información que tienes almacenada en la memoria. Para recordar tienes que amar. Es preciso que te dejes sentir y que abras el corazón. De esta forma, te pones en coherencia con el universo y traes a la dimensión humana la información que necesitas procesar para avanzar en equilibrio. El amor es la fuerza más poderosa de la vida. Es el único eslabón capaz de salvar todos los límites que te separan de la salud y la felicidad. Para poder amar tienes que dejarte tocar por tu esencia y consentir que esta te transforme. Eso implica trascender al ego. En suma, tienes que arriesgarte y saltar.

      Los modelos de relación que pretenden perpetuar la ilusión de separación entre la vida espiritual y la material ya no sirven. Esto es algo que no podemos seguir negando por más tiempo. Nos encontramos en el vórtice de una vorágine de la que no tenemos precedentes. La revolución tecnológica está acelerando el proceso del cambio y la crisis cultural y social que vivimos en la actualidad lo confirma sin ninguna duda. Ahora no podemos vislumbrar el resultado de esta formidable mudanza y, quizás por eso, tendemos a refugiarnos en lo conocido.

      La incertidumbre nos sigue dando miedo. El problema es que la casa se está desmoronando. Hay muchas goteras, las ventanas no cierran y el suelo se resquebraja bajo nuestros pies. Cuando queremos tapar un agujero, aparecen dos o tres en otro lugar… La intervención parcial sobre los problemas y las necesidades que la humanidad tiene planteados ha dejado de ser eficaz. Necesitamos respuestas globales que sean capaces de contemplar todo el panorama. Por esta sencilla razón, nos estamos moviendo hacia el corazón. La mente racional ha fracasado en su intento por dominar la realidad. No es que sea inútil, pero no sirve como guía y no puede liderar el proceso del cambio. Si te duele un órgano, la mente se centra en el problema y trata de resolverlo. El corazón, en cambio, lo relaciona con el resto del cuerpo y te ofrece una solución holística.

      El cambio de paradigma implica comenzar a vivir bajo un nuevo supuesto. Nos está invitando a ser responsables de nuestra evolución personal a un nivel al que no estamos acostumbrados. Puedes levantarte por la mañana y funcionar por inercia o despertar a la vida todos los días. La diferencia es notable. La idea de que la realidad es así forma parte de este viejo sistema de creencias basado en la separación. Es una imagen que te está excusando a la hora de intervenir sobre ella para transformarla. Por otro lado, la idea de que no puede seguir siendo así también es anticuada y te mueve a forzarla para que se ajuste a tus deseos y expectativas. Sin embargo, hay un camino intermedio que dice que las cosas son como tú las ves y, por tanto, que siempre te están hablando de ti mismo. Si lo sigues, te responsabilizarás totalmente de lo que estás viviendo en cada momento y, al mismo tiempo, ejercerás una influencia positiva en el conjunto de la humanidad y en la propia Tierra, a cualquier escala.

      El cambio de paradigma es el germen del cambio social. Cuando muchas personas cuestionan los modelos de pensamiento vigentes y cuando la ciencia demuestra sus límites (o su invalidez), el advenimiento de una nueva civilización es inexorable.

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