La voz del corazón. Javier Revuelta Blanco
es fundamental que te hagas responsable de tu malestar y lo liberes. No lo reprimas pues, a medida que sanas tus viejas heridas, creas espacio para lo nuevo. Esto significa que tu evolución no se estanca.
Somos seres divinos, humanos y también animales. De estas tres condiciones, la segunda es la más importante. La humanidad permite que la divinidad y la animalidad convivan para poder crear algo nuevo. Lo que hacemos sobre la Tierra no es cualquier cosa. No es un mero acto de supervivencia. Estamos aquí para integrar el espíritu en la materia y poder así liberarnos del determinismo biológico que está condicionando nuestra conducta. Estás invitado a trabajar en la construcción de una dimensión humana que te exima de vivir cautivo de las pulsiones instintivas animales. Si has decidido transcender a la naturaleza y ser libre, necesitas incorporar a tu personalidad el amor como forma de vida. En caso contrario, seguirás subordinado a tu biología, pero con una salvedad: ya no dispones de los mecanismos reguladores con los que cuentan los animales. Como veremos más adelante, esta circunstancia es muy especial y conviene conocer su alcance y sus implicaciones en el despertar de la conciencia.
Si deseamos realizarnos personalmente, tenemos que liberar el dolor interno que nos acompaña a lo largo de la vida. Para ello, debemos abrirnos al espíritu y permitir que el amor nos sane.
El significado de vivir en conciencia
Vivir en conciencia implica aceptar que la realidad es un campo indeterminado de posibilidades que no está limitado por la materia (la genética, las reacciones fisicoquímicas que tienen lugar en las moléculas o en las células…). Existe porque algo dotado de intención (la conciencia) organiza la energía y le da una coherencia concreta. El metabolismo celular, por ejemplo, solo es posible cuando la célula se activa con luz. De acuerdo con el biofísico alemán Fritz Albert Popp, lo que permite que los cuarenta billones de células que forman nuestro organismo interaccionen entre sí, en el momento y en el lugar precisos y de la forma más conveniente para preservar la vida, son unos elementos lumínicos llamados biofotones. Nuestras células se comunican entre sí a través de distintas frecuencias lumínicas y, cuanto más intenso y coherente es este campo de energía, más efectivo resulta el intercambio de información27. Estos rayos de luz son los responsables de que todo tu cuerpo funcione a la perfección y revelan algo sorprendente y de enorme belleza: vivimos de información y somos seres de luz28.
Lo interesante desde el punto de vista del desarrollo personal es que los seres humanos tenemos la capacidad de situar nuestra atención en los campos de energía que nos rodean. En otras palabras, podemos entrar en coherencia con la luz encargada de organizar la materia y, de este modo, activar las experiencias por las que deseamos transitar en el futuro. No podemos predecir el resultado, pero tenemos poder para influir sobre este en sentido positivo o negativo. La cuestión estriba en decidir la dirección de un proceso evolutivo que, dicho sea de paso, es imparable. Desde la perspectiva del espíritu, vivir en conciencia significa alinearnos con la dimensión espiritual de nuestra personalidad y permitir, a través de un acto trascendente, que se integre con el ego.
La diferencia entre ser consciente o dejar que la inercia marque la pauta se asemeja a recorrer una espiral o un círculo. Si transitas por una espiral, cada situación vital se convierte en una experiencia novedosa y hasta cierto punto enriquecedora. Los problemas de relación se repiten, pero tu forma de verlos se va modificando de forma paulatina. Al hacerte responsable de la parte que te corresponde solucionar dentro del conflicto, ganas en conciencia. Entonces los mecanismos de defensa que están condicionando tu comportamiento se van retirando para dejar paso a tu esencia personal más genuina. Cuando el problema retorna, tu mirada es diferente, más compasiva y honesta. El corazón gana en presencia y la vida pasa a ser un proceso de transformación constante en el que tanto el dolor como el placer se convierten en aliados del crecimiento. La ventaja de vivir en conciencia es que los conflictos se difuminan y acaban desapareciendo. El amor es siempre más fuerte que el dolor.
Vivir de forma consciente29
En un círculo, las vivencias se repiten de forma cíclica y el equilibrio que estableces con el entorno presenta siempre la misma tensión creciente. Los estímulos externos o internos que rompen tu tranquilidad transitoria insisten en mantenerse. A su vez, los estados emocionales a los que te conducen, así como la forma que tienes de resolverlos para volver al equilibrio, son siempre los mismos. Los enfados y las quejas se repiten de manera indefinida. Los miedos se perpetúan y las rutinas te conducen al olvido permanente. Al negar el dolor como fuente de conocimiento y al reincidir en el placer conocido, lo que obtienes es la adicción como forma de conducta o el aburrimiento crónico.
Vivir por inercia
Existen dos razones fundamentales por las que nos cuesta tanto vivir en conciencia: una es la ignorancia y la otra es el miedo. Sin información es difícil decidir y nadie te ha enseñado a escuchar a tu cuerpo, a regular tus estados de ánimo o a dominar tu mente. Todavía sigues creyendo en lo que te han contado. Piensas que el mundo es así y que lo único que puedes hacer es adaptarte y sobrevivir. En lugar de crearlo, te resignas a vivir en él. Tampoco te han enseñado a desarrollar tus verdaderos potenciales ni tus talentos. Si no sabes lo que eres, ¿cómo vas a crecer de forma saludable? Por otro lado, hacerte consciente de tu auténtico poder te da miedo. Implica salirte de lo convencional y de todo aquello que está establecido por la familia o por las normas que impone la sociedad. Tienes temor a ser rechazado, abandonado, humillado, herido, ridiculizado, traicionado…, de modo que intentas encajar y ajustarte a lo que se considera normal.
Este intento te causa malestar, pues internamente te sientes traicionado por ti mismo. El inconformismo te conduce de forma natural sobre tu esencia, pero al conectar con ella sientes miedo. Ya hemos visto por qué: el amor te muestra tu oscuridad y eso te asusta. Para evitar tener que enfrentarte con tus sombras, las proyectas hacia afuera o hacia dentro. Eso te conduce a culpar a otros o a ti mismo de lo que sientes. En este punto, ya te has extraviado.
Al encontrarte perdido, sientes la necesidad de protección y buscas que alguien externo a ti confirme lo que crees que eres (una buena persona). Esto es algo que solo consigues de vez en cuando. Además, el sentimiento que te proporciona es transitorio. Para calmar tu ansiedad, te refugias en lo conocido: una copa, sexo, un libro, deporte, trabajo, música, compras, viajes, televisión… Cuando te das cuenta de que nada externo a ti mismo te puede hacer feliz, te decides a dar el paso y entras en el silencio. En ese momento, tu dolor aparece ante tus ojos de forma desproporcionada. Esto es debido a que desde niño te has ido protegiendo de él. En cualquier caso, al sentir que tu oscuridad es más grande que tú, la rechazas de nuevo.
Vivir en conciencia equivale a recorrer una espiral. Los problemas se repiten, pero nuestra mirada sobre ellos es cada vez más neutra, compasiva y sabia.
«Cuando nos sentimos responsables, comprometidos e implicados, experimentamos una profunda emoción, un gran valor» (XIV Dalai Lama). A nivel colectivo, la evolución de la humanidad sobre la Tierra depende de la responsabilidad que seamos capaces de asumir como individuos. Los seres humanos hemos llegado ya a un nivel de desarrollo tecnológico y científico en el que podemos alimentar, proteger y facilitar el progreso de las personas sin poner en peligro la salud del planeta. El problema no son la información, el diseño, la tecnología o el conocimiento, sino el uso que hacemos de todo ello. Lo sabemos, pero nos cuesta actuar en consecuencia. Tendemos a proyectar la imagen de un mundo irreal (en positivo o en negativo) y esperamos a que las cosas sucedan para sumarnos a la celebración (o al descalabro) colectivo. Seguimos en la retaguardia porque aún no hemos asumido el compromiso de la transformación y la transcendencia personal. Nos hemos olvidado de que aquí solo hay un sistema, sin buenos ni malos. Que no hay que luchar contra ellos ni unirse a ellos, que no hay nosotros y ellos, que todos somos uno.
Al prosperar de manera individual sin contravenir las leyes que rigen el funcionamiento del universo, lo material deja de ser un fin en sí mismo. Se convierte en