La voz del corazón. Javier Revuelta Blanco

La voz del corazón - Javier Revuelta Blanco


Скачать книгу
con una atmósfera tóxica, la Tierra comenzó a recibir una nueva y violenta lluvia de meteoritos. En esta ocasión, estos mensajeros estelares transportaban algo más que moléculas de agua. En su interior alojaban lo que podrían ser los primeros indicios de vida sobre la Tierra: las bacterias30. La ciencia admite la posibilidad de que la vida llegase del espacio exterior dentro de meteoritos31. En 1996 se halló en la Antártida un fragmento rocoso de origen marciano que contenía en su interior bacterias fosilizadas. Los científicos admiten que, si un meteorito es lo suficientemente grande, puede proteger la vida de las bacterias contenidas en su interior durante miles o incluso millones de años. Estos microorganismos habrían viajado congelados (dado que las temperaturas en el espacio son muy bajas) y gracias a eso habrían sobrevivido y llegado hasta la Tierra en condiciones de crear nueva vida32.

      La idea de que somos seres procedentes de las estrellas, la teoría de la Panspermia, quizá no sea una metáfora romántica. Como afirma la bióloga estadounidense Lynn Margulis: «La vida está hecha de materia y esta es un flujo de energía que procede de las estrellas»33. Algunos científicos opinan que los primeros rastros de vida podrían haber llegado de forma intencionada, inducidos por alguna forma de conciencia. El descubridor del ADN y Premio Nobel de Medicina en 1962, el biólogo molecular británico Francis Crick, dice lo siguiente34:

      Pudiera la vida haber empezado en la Tierra como resultado de una infección por microorganismos mandados a nuestro planeta desde otro lugar por una civilización tecnológica.

      A diferencia de lo que cree la mayoría de la gente, la vida no se originó en el agua, sino dentro de rocas. Las primeras bacterias vivían en el interior de piedras y se alimentaban de minerales. El astrobiólogo español Ricardo Amils nos recuerda que hace tres mil ochocientos millones de años las condiciones ambientales eran muy inestables. Los meteoritos que procedían del espacio exterior provocaban mucha destrucción. Por tanto, parece lógico pensar que las primeras bacterias sobrevivieran a unos cuantos kilómetros de profundidad «comiendo piedras»35.

      Cuando la Tierra fue «fecundada» desde el espacio, se dieron las condiciones para un giro evolutivo. Las bacterias que habitaban en el interior del planeta evolucionaron y se especializaron con el objetivo de salir a la superficie. Para lograrlo se agruparon en unas colonias llamadas estromatolitos y desarrollaron unos pigmentos que les protegían de la radiación solar. La singularidad de estas colonias de bacterias es que eran capaces de transformar la luz solar en materia orgánica: había nacido la fotosíntesis. Cuando la ciencia intenta explicar esta proeza, no encuentra respuestas. ¿Qué sucedió para que unos seres tan primitivos lograsen densificar la luz del Sol y la convirtiesen en alimento? Nadie lo sabe. El caso es que en apenas trescientos millones de años el planeta dio un gran salto dimensional y por primera vez dispuso de una «red neuronal» que ocupaba la mayor parte de su superficie.

      Estromatolitos36

Image173824.PNG

      Es probable que los primeros rastros de vida, las bacterias, procedieran del espacio. También es posible que fueran inducidas por alguna forma de inteligencia. El primer gran enigma de la vida es la fotosíntesis. La ciencia no puede explicar cómo la luz (información) es captada y transformada en alimento.

      Gracias a la fotosíntesis, el océano se llenó de oxígeno y a lo largo de los siguientes dos mil millones de años, este oxígeno fue saliendo hasta la superficie, se liberó y creó la atmósfera. Para entonces el planeta había ralentizado su rotación y los días duraban cerca de dieciséis horas. Ahora, el núcleo de la Tierra ardía a una temperatura mayor que la del Sol, lo que provocaba que las rocas que estaban debajo de la corteza se desplazasen y se unieran. De este modo se formaron grandes masas de tierra.

      Cuando se originó la atmósfera, se produjo uno de los saltos evolutivos más llamativos en la historia de la vida sobre la Tierra. Las bacterias que la poblaban comenzaron a agruparse y crearon las primeras células eucariotas. Estos nuevos organismos estaban dotados de núcleo, tenían un ADN organizado y potencialmente eran capaces de crear seres vivos más complejos37. La bióloga norteamericana Lynn Margulis ha demostrado que las bacterias tienden a juntarse, comiéndose o infectándose entre ellas. Todo parece indicar que la resistencia producida por una infección o una mala digestión podría haber forzado su desarrollo y aumentado su complejidad38. Esta teoría se llama simbiogénesis. Es muy robusta, pero no puede explicar en su totalidad el nacimiento de las células eucariotas. Aunque existen más hipótesis, la ciencia debe admitir que, en este eslabón de la evolución, hay lagunas importantes.

      Después de que se sentaran las bases para el nacimiento de los organismos pluricelulares, las condiciones ambientales de la Tierra cambiaron radicalmente. Como consecuencia de una intensa actividad volcánica, se liberó un exceso de CO2 a la atmósfera y el planeta se enfrió hasta los cincuenta grados bajo cero provocando la mayor glaciación jamás conocida. Durante al menos quince millones de años surcó el espacio como una gran bola blanca de hielo. El impacto de este enfriamiento fue de tal magnitud que la vida estuvo muy cerca de desaparecer por completo39. La Tierra había pasado de ser una bola de fuego a estar cubierta por una capa de hielo de más de tres kilómetros de espesor. Mientras tanto, en el núcleo sucedía todo lo contrario: una intensa actividad volcánica. Un buen día, la lava y los gases calientes llegaron hasta la superficie y rompieron los hielos. Cuando la atmósfera se calentó, el hielo comenzó a derretirse y, al fundirse, liberó una gran cantidad de oxígeno. Ahora la Tierra presentaba un aspecto muy diferente. Habían pasado cuatro mil millones de años, su temperatura era cálida y los días duraban veintidós horas. Un ambiente ideal para el florecimiento de la vida.

      Después de ser lava y agua, la Tierra pasó a ser hielo. Para entonces las bacterias ya se habían asociado y formado las primeras células eucariotas, dotadas de núcleo y ADN.

      ¿Qué sucedió para que las células eucariotas se organizaran y crearan los seres pluricelulares? Este es otro de los grandes enigmas de la ciencia. En cualquier caso, en apenas doscientos millones de años la vida proliferó de forma espectacular en los océanos. Cientos de miles de especies de algas y animales poblaron sus aguas y anticiparon otro salto evolutivo: la vida sobre tierra firme. Para lograrlo fue necesario que el planeta generase un nuevo gas capaz de absorber la radiación del Sol. Es la capa de ozono. Cuando el ozono se espesó y recubrió la superficie de la Tierra, esta se llenó de plantas. A partir de aquí, surgieron los anfibios y los insectos, después llegaron los grandes bosques de helechos, los reptiles, los dinosaurios y los primeros mamíferos. Posteriormente nacieron las aves, los primates y las plantas con flor. Y finalmente aparecimos nosotros.

      La historia de nuestro planeta revela su dinámica interna. Durante cerca de cuatro mil millones de años se mantuvo recibiendo energía e información. Pasó de ser un gran océano de lava a ser otro de agua y después a surcar el espacio como una gran bola de hielo. En ese periodo disminuyó la velocidad de sus procesos y permaneció casi inerte. Se dedicó a absorber mucha vida y la poca que creó la mantuvo prácticamente invariable. Sin embargo, acumuló un gran potencial de transformación.

      Por algún motivo, en un momento de su evolución la Tierra modificó su comportamiento y, en lugar de recibir, comenzó a dar de forma incondicional. Quizás decidió compensar al universo por todo lo que había obtenido y se propuso experimentar lo contrario. Hace quinientos setenta millones de años, en el periodo Cámbrico, se produjo una gran explosión de vida. La Tierra nos obsequió con lo que más adelante sería el milagro de la diversidad biológica: los organismos pluricelulares. A partir de aquí, la vida empezó a expandirse y proliferó sin detenerse hasta nuestros días. Se sucedieron cinco extinciones masivas y en cada una de ellas desapareció más del setenta y cinco por ciento de las especies. A pesar de estos vaivenes, la Tierra siguió creando vida con enorme generosidad. En la actualidad reúne una diversidad estimada de entre diez y cincuenta millones de especies animales y vegetales. Una autentica proeza.

      Durante cuatro mil millones de años, la Tierra se mantuvo casi inerte recibiendo energía e información del espacio. Sin embargo, en un momento


Скачать книгу