Lo sensorial y lo emocional en la vivencia ética y en la espiritualiad. Ramón Rosal Cortés
podremos fácilmente observar que algunos indigentes están instalándose como pueden, con unos cartones y, en el mejor de los casos con una manta, para pasar la noche en el exterior, aunque sea en el invierno, porque no hay plazas disponibles en los albergues, o porque les ha ocurrido que en algunos les han robado parte de lo poco que arrastran con ellos. También creo que muchos de ellos, a pesar del valioso folleto actualizado anualmente por la Comunidad de San Egidio (de 218 páginas) sobre todos los recursos existentes en Barcelona, desconocen la dirección de más de cincuenta lugares donde pueden encontrar comida gratis, los aproximadamente veinte albergues donde pueden probar si hay plazas disponibles, los trece lugares donde pueden ducharse, los locales –principalmente parroquias– donde pueden obtener ropa gratis o aquéllos en los que les pueden ofrecer ayuda legal, y así suficientemente.
Respecto a los procesos emocionales (y a partir de lo captado sensorialmente) puedo señalar algunos sentimientos que considero requisitos integrantes de esta actitud:
El sentimiento de tristeza ante las desgracias humanas como el hambre padecida por un porcentaje importante de la población mundial; la muere de millones de niños en el Tercer Mundo por imposibilidad de pagar las vacunas o por falta de centros de atención médica; la necesidad de vivir y dormir a la intemperie por falta de recursos para pagar un alquiler; los encarcelamientos injustificados por falta de libertades democráticas o por errores judiciales; la lapidación de mujeres por denuncias de adulterio en algunos países musulmanes, o el desfiguramiento de sus rostros por ácidos por haber sido violadas y considerarse deshonrada la familia; los periódicos asesinatos a creyentes religiosos –principalmente a cristianos– y destrucciones o incendios de sus templos por no admitir la libertad religiosa, las violaciones de mujeres, principalmente durante las guerras. La relación se podría alargar mucho más, pero baste lo mencionado como muestra representativa de injusticias causantes de sufrimiento y existentes en la actualidad.Ante estos hechos, que desde que existe la televisión se pueden hacer visibles para todos, la persona con suficiente sensibilidad y fluidez emocional experimentará tristeza en forma de compasión –si tiene cierta capacidad de ponerse en la piel de los otros, de intuición empática–, y también indignación ante las injusticias causantes de estas desgracias, por acción o por omisión. Tanto la compasión como la indignación son dos sentimientos básicos para la posibilidad de la actitud solidaria. Por ello es aconsejable que la persona dispuesta a cultivar esta virtud se detenga a veces en contemplar o evocar con recogimiento y atención plena estos hechos, en una especie de meditación que le mantenga atenta y despierta a esta realidad humana dolorosa y sus capacidades para la compasión y la indignación nunca lleguen a inhibirse o apagarse.
El sentimiento de esperanza es otro sentimiento que veo conveniente destacar aquí. La esperanza en que colaborando con otros es posible alcanzar algunos logros para contribuir a un mundo con más paz y bienestar y menos sufrimiento gracias a una mayor justicia. La meditación contemplativa sobre lo que podría lograrse actuando con iniciativas personales o colaborando con otras, y el consiguiente sentimiento de alegría ante esa posibilidad futura pueden ayudar a no permanecer pasivo, inhibiendo toda energía movilizadora para una actuación eficaz, en la medida de las propias capacidades y limitaciones.
Puede añadirse aquí también el sentimiento de atracción o captación de la belleza moral de un estilo de vida solidario para la justicia. Me adhiero a la interpretación de aquellos filósofos que, como Scheler, sitúan como requisito previo a la consolidación de una actitud ética o virtud (la captación de un valor), la comprensión intuitiva sobre su belleza moral, a través del sentimiento, entendido –como ya he dicho antes- como un proceso afectivo-cognitivo, a diferencia de una mera emoción o una mera idea. La actual concepción de lo que se entiende por “inteligencia emocional” la percibo como un concepto afín al sentimiento según Scheler o Jacobi, entre otros.Por lo tanto, si uno sabe recogerse para vivir lo que he descrito en otro lugar (2012) como “escucha interior” y visualizar mentalmente, con ayuda de la fantasía, como sería la vida en una sociedad en las que la mayoría de las personas cultivasen la actitud solidaria para la justicia, incluyendo lo que se ha entendido como “amor social” (Messner, 1967, pp. 524-529), será fácil que surja un sentimiento de admiración hacia ese estilo posible de sociedad y aumente la energía personal que impida desentenderse de toda contribución hacia esa meta.
Sentimientos de alegría y admiración ante el testimonio de héroes del altruismo y la solidaridad. Todos tenemos oportunidades de experimentar estos sentimientos al contemplar y reflexionar sobre la vida de personajes del presente o del pasado, y a veces también sobre personas cercanas a nosotros, protagonistas de actuaciones admirables por el ejercicio de esta actitud. No sólo podemos evocar a Mahatma Gandhi, Martin Luther King, la madre Teresa de Calcuta, Louis Pasteur, y otros famosos. Son numerosos los que pueden estar a disposición para que evoquemos sus vidas y nos abramos a su influencia, permitiendo experimentar nuestro sentimiento de admiración y nuestra aspiración a implicarnos en la actitud de la que son modelos de vida. Merece la pena facilitar esto con la ayuda de la lectura de biografías, o el visionado de películas u obras de teatro. Aparte de lo que constituyen biografías, la literatura y el cine pueden ofrecernos a veces la narración de trayectorias vitales admirables como testimonios de solidaridad. ¿Quién no salió con un sentimiento profundo de admiración y alegría tras ver la película La lista de Schlinder, o La vida de los otros, por señalar dos ejemplos? ¿No vemos aconsejable practicar, de vez en cuando, unos minutos de recogimiento y meditación, evocando escenas admirables de este tipo de vidas, como vía para la energetización de nuestra capacidad solidaria?
Finalmente podemos considerar también la contribución del sentimiento de temor quizá no tanto sentimiento como emoción transitoria– ante los peligros de un futuro previsible, si no aumenta el porcentaje de personas solidarias. Cabe también aquí la práctica de meditaciones con ayuda de la visualización mental de imágenes sobre la vida en una sociedad sin apenas personas solidarias. El filósofo Jonas, en su valiosa obra El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para una civilización tecnológica, plantea la importancia de ser conscientes y responsables sobre las consecuencias previsibles de nuestras actuaciones en las generaciones futuras. Implica en la conducta responsable tanto el sentimiento de esperanza como el de temor.
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CONTRIBUCIÓN DE LOS PROCESOS
SENSORIALES Y EMOCIONALES PARA LA VIVENCIA DE LA ACTITUD AGRADECIDA
1 Definición descriptiva de actitud agradecidaComo un ejemplo segundo de valor ético, veamos ahora la actitud agradecida, para la cual ofrezco la siguiente definición de su esencia y contenidos integrantes:Esta actitud implica: 1) desde la capacidad cognitiva, la predisposición a prestar especial atención para percibir los regalos de la vida, los dones recibidos de otras personas, pero también las experiencias gratificantes que nos ha ofrecido el destino, debido a las circunstancias históricas, geográficas, sociológicas, económicas, políticas y espirituales en las que ha transcurrido nuestra existencia; 2) desde la capacidad afectiva, una energía suscitadora de alegría, valoración del donante, y a veces admiración; y 3) desde las motivaciones, la tendencia a la expresión verbal y no verbal del sentimiento de agradecimiento no sólo como una conducta momentánea y convencional, sino como una predisposición a fortalecer el propio vínculo afectivo con el donante, a corresponderle de alguna forma práctica, y a decidir mantener el recuerdo agradecido de lo recibido.Como ya propuse en otra ocasión (Rosal, 2012, pp. 105-110), podemos diferenciar entre: a) agradecimiento a personas, y b) agradecimiento a circunstancias de la propia vida.Respecto a lo primero, hay personas que han sabido cultivar, a lo largo de su vida, su disposición a darse cuenta de que gracias al cuidado amoroso de otros, a su conducta nutricia o a su sentido de responsabilidad en la prestación de sus servicios familiares, profesionales o sociales, han podido tener atendidas necesidades humanas básicas, o deseos de vivencias gratificantes. Su atención profunda a la experiencia de estos dones les hace comprender que gracias a ellos han podido ser liberadas de muchas posibles frustraciones o de variados motivos de sufrimiento.A veces la causa principal de alegría, por parte del agradecido, no la constituirá principalmente la calidad especial del don recibido, o el hecho de que se armonice bien con alguna necesidad o deseo importante del receptor, sino el hecho de constatar el carácter voluntario y amoroso del que ha ofrecido su don.El