Coma: El resurgir de los ángeles. Frank Christman

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—susurró Mario.

      —Veo que Haniel te ha permitido conservar tus conocimientos aprendidos —observó Vehuel.

      —Es cierto —exclamó sorprendido—. Tengo intacto todo lo que he aprendido. ¿Es eso normal?

      —Supongo que su razón tendrá. Aunque sí es cierto que nunca había habido una situación parecida. Un cuerpo mortal desvinculado de su espíritu pero que conserva su recuerdo, no es muy normal.

      Continuaron caminando y se adentraron en la ciudad. Vehuel se adelantó y Mario le siguió unos pasos más atrás. Se adentraron por calles con edificaciones de un bajo y dos plantas. De una de ellas salió un hombre y se quedó junto a la puerta con la mirada ausente. Vehuel se adentró en el interior en el que había un patio que daba paso a una estancia para resguardar a los animales. Subió por unas escaleras hasta la azotea, la cual estaba protegida del sol por una estructura de argamasa sobre la que descansaban unas hojas de palmera. Se sentaron a la sombra, sobre unos ladrillos que formaban una base de unos cuarenta centímetros. Al poco, el hombre que estaba en la puerta subió y sentó con ellos.

      —La paz sea con vosotros —saludó llevándose la mano al corazón.

      —Y contigo —correspondió Vehuel—. ¿Qué sabes?

      —Cerca de aquí, se reúnen un grupo que es conducido por uno de los vigilantes. El otro día estuve observándolos, un demonio tomó a uno de ellos y lo convirtió en siervo. Se trata de un comerciante rico.

      —¿Sabes su nombre? —preguntó Vehuel.

      —Sí, se hace llamar Marduk.

      —Muy apropiado —dijo Vehuel rascándose la cabeza.

      —¿A qué te refieres? —preguntó Mario sin comprenderlo.

      —Marduk es hijo de Enki y es considerado un dios libertador. Es adorado por los babilonios. Uno de los seres más poderosos e influyentes que proviene del espacio, es como todos nosotros, un ser del cosmos, un Anunnaki, por eso me causa estupor que Amon haya poseído a un hombre así llamado.

      —Pero dime —Vehuel se dirigió al dueño de la casa—, ¿oíste lo que planean?

      —A mí me parece que lo que intentan es confundir a los esclavos para que se rebelen contra los Elohim.

      —Pero ¿qué consigue Amon si me busca a mí? —intervino Mario—. A no ser…

      —A no ser —le cortó Vehuel—, que utilice a los esclavos para que consigan una victoria y, así, tener controlado un ejército que después arengaría contra nosotros. Lo cual me lleva a pensar que no sabe que estamos aquí.

      —Nebo —continuó Vehuel señalando al dueño de la casa—, es hijo de un anunnaki y un humano. Nosotros lo proveímos de la destreza de no ser visto y los conocimientos necesarios para ver más allá.

      —¿Y quiénes sois vosotros exactamente? —preguntó Mario mirando fijamente a Vehuel.

      Vehuel quedó en silencio. Decir a alguien que tenía ciertos poderes cósmicos pero que seguía siendo un mortal, era un riesgo que no sabía si debía correr. Mario pareció adivinar sus pensamientos.

      —No te fías de mí —concluyó Mario desafiante.

      —Nebo —Vehuel lo miró—. ¿Por qué no lo preparas todo para esta noche?

      Nebo se levantó y bajó a la estancia inferior. Vehuel miró a Mario con bondad.

      —Escucha —Vehuel cogió una jarra de barro rellena de agua y llenó dos vasos; le ofreció uno a Mario, dejó que éste se refrescase antes de continuar—, Haniel te ha concedido ciertas habilidades que te serán de mucha utilidad. Mi misión es instruirte para que le saques el máximo rendimiento a dichas habilidades para que, llegado el momento, te enfrentes a Amon con ciertas garantías.

      —¿Puedo saber qué tipo de habilidades?

      —Bueno, digamos que son determinados mecanismos que van a multiplicar tu destreza e ingenio. Piensa que te vas a enfrentar a uno de los seres más poderosos que existen.

      Mario quedó pensativo mirando el recipiente que sujetaba entre sus manos. Bebió un sorbo de agua y, mirando a Vehuel, dijo:

      —¿Cuándo empezamos?

      —Mañana al amanecer —contestó Vehuel.

      En ese momento volvió a aparecer Nebo.

      —Ya han llegado.

      Vehuel asintió con la cabeza. Volvió a mirar a Mario.

      —Vas a conocer a unas personas —dijo Vehuel misterioso—, son personas curtidas en la lucha y que están dispuestas a dar sus vidas por ti. Piensa que tenemos que enfrentarnos a Amon y no podemos estar pendientes de quienes le rodean. De eso se encargarán esos hombres.

      —Estoy impaciente por comenzar —Mario se levantó como impulsado por un resorte.

      —Debes ser paciente —le apaciguó Vehuel— El sol se está poniendo. Descansaremos aquí esta noche y antes de despuntar el alba marcharemos al lugar que nos servirá de entrenamiento. Bajemos.

      Bajaron por la escalera que conducía a las dependencias inferiores. Nebo entraba en ese momento.

      —Están todos en casa Seth.

      —Diles que vengan —dijo Vehuel.

      Nebo volvió al rato con doce hombres de aspecto rudo. Todos portaban armas y parecían curtidos en la lucha. En silencio fueron entrando y rodearon la estancia.

      —Estáis aquí —comenzó Vehuel poniéndose de pie—, porque, una vez más, la amenaza del mal se cierne sobre nosotros. Este es el hombre que debéis proteger para que pueda llevar a cabo su misión, que no es otra que destruir a Amon, un demonio capaz de dominar la alquimia. Él se enfrentará al demonio y con mi ayuda esperamos derrotarle. Ahora marchad.

      Los hombres partieron y Vehuel le dijo a Nebo.

      —Prepara algo de comer.

      En poco tiempo Nebo preparó una especie de papilla elaborada con trigo. La misma masa, en otra proporción, más densa, la volcó sobre una piedra que previamente había calentado. El resultado era varias hojuelas de pan de aproximadamente un centímetro de grosor y de forma irregular que se mojaba con la papilla, a la que se le añadía distintos productos elaborados con salazón o conservados en sal. Ya fuera carne o pescado.

      Cuando acabaron de cenar, Vehuel se dirigió a Nebo.

      —¿Crees que esta noche se reunirán con Amon?

      —Sí. Creo que esta noche Amon tendrá su ejército, Marduk ha prometido mucho oro.

      —Entonces —Vehuel miró fijamente a Nebo—, no los pierdas de vista. Partiremos antes de que amanezca. Quiero estar lejos de aquí cuando despunte el alba.

      Nebo recogió la mesa y partió.

      —Creo que lo mejor será que intentemos dormir algo —dijo Vehuel mirando a Mario—, mañana nos espera un día muy intenso.

      Nebo llegaba al lugar de encuentro donde Amon y Marduk esperaban culminar su plan. Mientras caminaba, Nebo se volvió invisible, solo de esa forma podría acercarse lo suficiente para saber qué tramaban; aun así, debía tener cuidado, Amon podría detectar su presencia.

      Había una gran fogata y alrededor de ella, dispuestos en círculos concéntricos, cerca de 30 personas cubiertas por un manto hecho de lana con el que se cubrían la cabeza. Todos llevaban la cara pintada de negro y rojo, excepto uno, al que Nebo identificó como Marduk por su gran estatura. Marduk lucía una cabeza de carnero y portaba una especie de vara de unos cinco centímetros de diámetro y medio metro de longitud. Desconocía su procedencia, pero estaba seguro de que Amon tenía algo que ver.

      El sonido


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