Los veinte días del Paraíso. Eugenio Gómez Dzwinka
Los veinte días del Paraíso
© 2020: Eugenio Gómez Dzwinka
Diseño y maquetación: Martín Cairns
Imagen de tapa de las Islas Malvinas con la bandera Argentina: DrRandomFactor, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons
Ediciones Lilium Buenos Aires, Argentina
Nº ISBN: 978-987-8344-35-5
Buenos Aires, Argentina en diciembre de 2020
LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
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Gómez Dzwinka, Eugenio
Los veinte días del Paraíso / Eugenio Gómez Dzwinka. - 1a ed. - Olivos : Lilium, 2020.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-8344-35-5
1. Narrativa Argentina. 2. Novelas Históricas. 3. Guerra de Malvinas. I. Título.
CDD A863
Índice
III Como el agua entre los dedos
XII Los veinte días del paraíso
Agradecimientos
A mis lectores cero: Juan, Ariel y Belén.
A Silvana, mi compañera de vida, y a Felipe León por iluminar mis días.
A mi correctora personal, Paola Calabretta.
A Ediciones Lillium, por su importante trabajo para hacer posible esta edición.
A Víctor Heredia, por escribir la hermosa canción que inspiró esta historia.
Y especialmente a los VGM, soldado clase 62 Esteban Tries, y al sargento Manuel Villegas, por abrirme sus puertas, y por su lucha por mantener viva la memoria.
Nota preliminar
Los veinte días del Paraíso es una novela relativamente breve, aunque su proceso de escritura fue extremadamente largo. Trece años me llevó darle forma y esencia a esta historia y fue, en primer lugar, una experiencia reveladora. Más allá de la creación inicial en mi cabeza, me sucedió que, a cada línea, sentía que la estaba leyendo más que escribiendo, y en más de una ocasión aparecían personajes que ni yo sabía que existían: los iba conociendo a medida que avanzaba la lapicera sobre las hojas de los cuadernos. O sucedía también que alguno que debía entrar más adelante, aparecía mucho antes y en otro lugar, y ahí se quedaba, creciendo en mi cabeza y dándole un giro inesperado a la historia.
Pero hubo algo que fue más fuerte que cualquier otra cosa en este proceso, y fue meterme de lleno en el corazón de la guerra de Malvinas. Una investigación que creí me llevaría dos o tres meses, terminó siendo una pausa en la escritura que duró casi tres años, en los cuales emprendí un viaje íntimo y profundo, y sobre todo desgarrador; pero que a la misma vez me llevó a descubrir una grandeza inconmensurable, cuando tuve la oportunidad de sentarme a la mesa con excombatientes, hombres que sobrevivieron a las batallas más crueles que podamos imaginar. Esto me llevó a establecer algo muy importante en el relato, movido por un sentimiento de respeto hacia la historia de la última guerra que atravesó nuestro país. Si bien la vida de Torito es pura ficción, en los capítulos en donde se aborda la guerra me propuse respetar al máximo la mayor cantidad de datos reales, ya fuera los días y las horas exactas de cada batalla como las noches de bombardeos, y muchos más. Mi intención es lograr que el lector no sólo lea una novela, sino que también acerque su corazón lo más posible, a lo vivido por nuestros héroes en aquellas islas del sur.
De pequeño yo tenía un marcado sentimiento armamentista: tanques de lata, de cromo y níquel y unos graciosos reservistas de plomo, a mano pintados, con morriones colorados, que eran toda una delicia para mi mente infantil.
Yo me creía, como creía en el honor del paso del batallón dentro de mi habitación.
Era todo un general, dirigiendo la batalla y el humo de la metralla acunaba mi pasión por los gloriosos soldados que, sable en mano, avanzaban sobre aquel cruel invasor que atacaba mi nación...
Víctor Heredia, “Aquellos soldaditos de plomo”
A los héroes
Es octubre y siento frío. Abajo, las luces se mueven como luciérnagas furiosas.
Me llamo Alfonso del Toro y estoy recluido en un sucio rincón, en esta bendita patria. El murmullo cercano del río me apacigua; y comienzo a recordar.
I
Génesis de la violencia
En 1969, cumpliendo yo apenas cinco años de edad y con mi madre recién enviudada, recibimos en nuestra casa de Zárate, lugar en el que nací, la visita del tío Augusto. Su actitud de congoja era realmente creíble y esa misma noche se quedaron, hablando y llorando, hasta altas horas de la madrugada. Al día siguiente mi madre me comentó que el tío se quedaría algún tiempo en casa, hasta que pudiéramos reorganizarnos un poco.
El tiempo transcurría sin mayores cambios: mi madre probando suerte con algunos trabajos, el tío con su taxi; y yo, de casa al jardín de infantes, del jardín a la tele, y de la tele a la cama. Él ayudaba en todo, en las cosas de