La Tradición Constitucional de la Pontificia Universidad Católica de Chile. José Francisco García G.

La Tradición Constitucional de la Pontificia Universidad Católica de Chile - José Francisco García G.


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1967, que causó hondo impacto en las comunidades universitarias católicas de la región, al ser fruto de la discusión de expertos universitarios católicos de primer nivel y en donde se proponía cambiar las estructuras de poder de la Universidad de manera clara y directa.41 Esta confrontación intelectual entre miradas tradicionales y reformistas también se replicó en el seno de la UC.42

      La Reforma Universitaria se da en el marco de una redefinición de esta como la “conciencia crítica de la nación y al servicio del desarrollo social”, rechazándose el rol del académico profesional y reivindicándose el del intelectual comprometido u orgánico. Además, dada la incipiente diferenciación de las disciplinas al interior de las ciencias sociales, y el hecho de que los partidos políticos mediaban el acceso al debate público, era difícil posicionarse fuera de ellos.43 Intelectuales como Jorge Millas reaccionaron críticamente contra este proceso, con la convicción de que la universidad debe ser guía de la sociedad, no pudiendo cumplir su misión cediendo a las presiones políticas.44 En efecto, Millas elaboró una crítica sofisticada al proceso de reforma, destacando que se trataba de una expresión, reforma, equívoca, a la que no se le podía dar el sentido de la letra mayúscula con la que se le utilizaba.45 Se opuso a la universidad comprometida ideológicamente, planteando una idea absoluta de Universidad;46 manifestó el “peligro” de la masificación de la Universidad;47 denunció la violencia estudiantil y se opuso al cogobierno de los estudiantes;48 defendió un concepto amplio de autonomía universitaria, señalando que se veía amenazada cuando “se introducían en su seno las luchas por el poder político”;49 entre otros.50

      También adoptaron una visión crítica otros destacados académicos e intelectuales, como Humberto Giannini –aunque criticando el antimarxismo de Millas–, Roberto Torretti –quien no solo participó activamente en contra del movimiento de reforma, sino que al considerar imposible llevar adelante su trabajo académico, decidió abandonar el país–, y Gastón Gómez Lasa, quien, mirando en retrospectiva, sostuvo que la filosofía fue forzada a responder a las preocupaciones inmediatas.51

      Al interior de la Universidad Católica, destacaron las voces críticas de Juan de Dios Vial Larraín,52 y Juan de Dios Vial Correa, futuro Rector de la Universidad,53 quien tenía una visión realista, no ideologizada del proceso de reforma,54 y estaba especialmente preocupado por los obstáculos al desarrollo de la libertad universitaria, lo que se manifestaba en la trivialización de la vida académica o la politización de las universidades.55 Pedro Morandé, por su parte, da cuenta críticamente de cómo surge la “sociología comprometida”, que busca “reconciliar a las elites intelectuales con los intereses reales de las masas”, y la exigencia “de adhesión explícita de los científicos y técnicos sociales a una propuesta ideológica-política de desarrollo”.56

      Son varios los hitos que van dando forma al proceso de reforma universitaria al interior de la UC. Por ejemplo, a fines de junio de 1966 triunfa en un plebiscito la opción de cambio de la máxima autoridad,57 lo que llevó al Consejo Superior a respaldar unánimemente al rector Silva Santiago (quien lideraba la UC desde 1953).58 Más adelante, la inauguración del año académico de 1967 fue la oportunidad para que el presidente de la FEUC, Miguel Ángel Solar, sostuviera que el rector, Monseñor Alfredo Silva Santiago, era “el” problema; la solución, su salida. “Nuevos hombres para la Nueva Universidad”, era el lema del movimiento.59 La protesta llevó a conversaciones entre el presidente de la FEUC y el cardenal Raúl Silva Henríquez –gran crítico de la gestión de Silva Santiago, y simpatizante de la reforma–,60 que terminaron en el nombramiento de Fernando Castillo Velasco como Prorrector.61 También se logró la modificación del “viejo” Reglamento de la Universidad de 1938 –alterándose así reglas relevantes en materia de nombramiento del Rector, la aprobación de los planes de estudios y reglamentos de las Facultades, o la composición del Consejo Superior–,62 con una importante participación del profesor Julio Philippi en la redacción del nuevo Reglamento.63 Tras la aprobación de este, el profesor Evans propuso que todos los miembros del Consejo Superior presentaran sus renuncias, lo que fue aceptado por el Rector, pero confirmándolos nuevamente hasta la designación de las nuevas autoridades.64 Con todo, los cambios eran todavía insuficientes; las autoridades eran “incapaces de mandar”.65 Silva Santiago seguía en su cargo; era necesario un Claustro Pleno para elegir al Rector.66

      La toma de la Casa Central de la Universidad que comenzó la noche del 10 al 11 de agosto de 1967 marcó el punto más alto de la crisis.67 En los días posteriores aparecerá el mítico “Chilenos: El Mercurio miente”. Este último destacaba, asimismo, el intento de “recuperar” la Casa Central por parte de “facciones opuestas de alumnos” el día 11.68 Eran gremialistas, nacionalistas y católicos agrupados en Fiducia.69 El dirigente gremialista Jaime Guzmán, declaró entonces a la prensa: “Nosotros estamos dispuestos a dar una batalla en contra de la directiva de la Federación, usando la violencia si ello fuera necesario, como ya la usaron esos dirigentes en el día de ayer”.70 Superada la crisis, Solar invitó a Guzmán a “subirse al carro de la reforma”, lo que este último no aceptó.71

      El profesor Evans firmará ese 11 de agosto junto al resto de los miembros del Consejo Superior UC, una declaración que hace recaer “sobre [la directiva de la FEUC] la responsabilidad moral y jurídica de las consecuencias de los hechos acaecidos y de lo que pueda acontecer”, insistiendo en que se debió esperar el nombramiento del Prorrector, cargo ya ofrecido a “un distinguido universitario” y haber esperado la aplicación del nuevo Estatuto que permitía elegir al nuevo Rector en marzo siguiente.72

      La solución a la crisis implicó una serie de movimientos diplomáticos y políticos del más alto nivel, involucrando no solo al cardenal Silva Henríquez, sino que también al presidente Frei Montalva, a miembros de su gabinete, a la Democracia Cristiana e incluso al Vaticano. Dicha solución implicó la salida de Silva Santiago y la llegada de Castillo Velasco a la rectoría.73 El profesor Evans, en medio de la reestructuración presentaba su renuncia junto a los otros consejeros por gracia y el Secretario General de la Universidad.74

      Por otra parte, de manera inescapable, el proceso de reforma universitaria y algunos de sus hitos más importantes impactarán a la Facultad de Derecho de la Universidad en diversas dimensiones. Junto con algunos incidentes propios de un ambiente polarizado y crispado,75 encontraremos otros de mayor magnitud que darán cuenta de la posición más bien crítica de la Facultad en medio de este proceso de reforma.

      Un primer ejemplo se encuentra en la renuncia del profesor Silva Bascuñán a su cátedra ante la decisión del cardenal Silva Henríquez de remover al rector Silva Santiago. Y aunque de manera posterior, resolvió reincorporarse a ella, en una carta al rector Castillo, del 19 de diciembre de 1967, daba las razones de su salida, especialmente su rechazo a los métodos empleados por los estudiantes para imponer sus puntos de vista.76

      Por otra parte, a comienzos de 1969, en el contexto del estudio del plan de reforma de la enseñanza del derecho en la Facultad –que se examinará con mayor profundidad al final de este capítulo– y en el contexto mayor de repensar la catolicidad al interior de la UC,77 la Facultad elaboró un documento en el que reafirmó los principios de la catolicidad de la Escuela. En esta, manifestó su adhesión al Magisterio de la Iglesia, aceptaba el derecho natural en sí mismo y como fundamento del derecho positivo y basaba todas sus actividades académicas en los principios cristianos. Su misión: “formar a hombres competentes, socialmente responsables y testigos de la Fe”.78

      Frente a esta declaración, José Antonio Viera-Gallo, egresado de la Facultad en 1965 y que a partir de 1967 comienza a desempeñarse en una posición equivalente a profesor-ayudante, se negó a adherir a la misma, dado que se identificaba catolicismo con el tomismo filosófico, limitando su libertad académica. Ello afectará su posición en el Departamento de Filosofía del Derecho –al igual que la de José Joaquín Brünner–.79 La intervención del decano Guillermo Pumpin fue infructuosa; para Viera-Gallo, se trataba de una nueva prueba a favor de la reforma. Como sostienen Krebs y otros, “un problema personal y de conciencia se convertía así en un problema institucional. Se suscitaba el problema de fondo de la relación entre religión y ciencia, entre el carácter católico de la Universidad y las convicciones personales. ¿Cuáles eran el significado y el alcance de la libertad académica en una institución


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