La Tradición Constitucional de la Pontificia Universidad Católica de Chile. José Francisco García G.

La Tradición Constitucional de la Pontificia Universidad Católica de Chile - José Francisco García G.


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que la comunidad académica debía regirse por las normas generales que eran aprobadas por la autoridad competente.82 Viera-Gallo decidió no volver a la Facultad. Promovió la creación de un centro de estudios jurídicos alternativos en la misma, orientado por una concepción marxista del derecho,83 iniciativa que, daría vida al Nuevo Ambiente de Derecho (NADE), que, al igual que el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN) o el Centro de Estudios Agrarios (CEA), daban cuenta, de acuerdo a Bernedo, del ambiente de “creación de unidades académicas de marcado tinte ideológico, en una extraña forma de pluralismo”, y que, cuando en casos como el NADE, no podían ser formalizadas en la estructura de la Universidad, operaban como una instancia paralela a la Facultad, en este caso, con el objeto de “debilitar la posición de la Facultad de Derecho”, lo que fue despertando crecientes inquietudes en el ámbito académico, tanto de profesores como de alumnos”.84

      Finalmente, un tercer ejemplo podemos encontrarlo en el surgimiento del Movimiento Gremial al alero del Centro de Alumnos de Derecho. Su génesis se ubica en las elecciones para la conducción del mismo el año 1965,85 aunque se conformó como tal en marzo de 1967.86 Durante 1966, Jaime Guzmán y Manuel Bezanilla, presidente y vicepresidente, respectivamente, se transformaron en una fuerza opositora relevante al accionar de la FEUC,87 especialmente frente a la idea del cogobierno estudiantil, amenazando con separarse y fundar una Federación paralela.88 Fernán Díaz, presidente de FEUC, los calificó de “inmorales y divisionarios” que “ocultos” bajo el disfraz de un gremialismo falso, defienden una ideología conservadora y luchan por impedir la realización de “cualquier cambio en la Universidad”.89 No se oponían a todo cambio, encontrando algunos postulados del movimiento reformista bien fundados, pero “otras transformaciones y gran parte de los métodos utilizados eran inaceptables”.90 Para agosto de 1968, el gremialismo emitía un pronunciamiento completo sobre los temas académicos involucrados en la discusión.91 La llegada de Castillo Velasco, primero como Prorrector y luego como Rector, importó para los gremialistas un “doble frente”: al movimiento reformista se sumaba el Rector, quien con su nuevo equipo directivo “asumieron en plenitud los más extremos planteamientos del proyecto reformista”.92 Los años siguientes serán de consolidación del gremialismo en la Universidad Católica y expansión en otras Universidades del país.93

      El surgimiento del Movimiento Gremial es un ejemplo de lo que Brünner destaca como una cuestión distintiva del proceso de reforma universitaria: una “experiencia eminentemente generacional”.94 Esta dimensión pareciera plenamente aplicable a la cruzada gremialista, la que supone un quiebre con el estilo conservador de actuar en política estudiantil,95 el que, para 1967, ya se había extinguido al desaparecer la Juventud Conservadora.96 Por lo demás, el surgimiento del gremialismo en el seno de la Universidad Católica confirma, junto al de la Falange Nacional en los 30, el MAPU en los 60, o los Chicago boys en los 60 y 70, la capacidad innata de la UC para incubar a grupos políticos e intelectuales diversos “que se han mostrado renovadores de la historia de Chile”.97 Por lo demás, de manera más reciente, la Nueva Acción Universitaria, (NAU), movimiento formado el año 2008, y que más adelante será la base del partido Revolución Democrática (2012),98 es una nueva prueba de ello.

      Este proceso de reforma universitaria en particular, y también el proceso político y social por el que atravesaba Chile en términos generales, condujo a una polarización y politización progresiva de los académicos de la UC.99 Bajo este escenario resultaba prácticamente imposible no estar alineado en alguno de los “frentes”: Frente Cristiano de la Reforma, Frente Académico Progresista y Frente Académico Independiente.100 A la división del profesorado correspondían divisiones similares entre los estudiantes.101

      Para 1972 y 1973, los frentes académicos al interior de la UC están completamente polarizados y los conflictos agudizan. El Frente Académico Independiente, liderado por Jaime Guzmán, 102 siguió apoyando al Rector en todo lo académico, a la vez que en el plano político muchas veces hizo causa común con el Frente Cristiano de la Reforma. Como sostienen Krebs y otros, este intensificó sus esfuerzos por mantener el control sobre el Canal 13, instrumento decisivo para influir en el conflicto general que vivía el país. La izquierda perdió terreno en la Universidad y, en muchas ocasiones, se mantuvo en la mera defensiva.103 Por su parte, los dirigentes más destacados del MAPU, si bien controlaban posiciones claves en ámbitos más bien técnicos de la administración del Estado, continuaron actuando dentro del ámbito universitario y en particular dentro de la Universidad, en lugares como el Centro de Estudios de la Realidad Nacional, el Centro Interdisciplinario de Estudios Urbanos y la Escuela de Sociología.104

      El profesor Enrique Evans vivió con pasión el derecho constitucional en sus diversas dimensiones. Debemos recordar que sus primeras armas en el derecho constitucional las forjó junto a Carlos Estévez, su maestro en la Facultad y de quien, posteriormente, sería ayudante.105 También será ayudante del profesor Rafael Raveau.106 Fue un docente carismático y querido por sus alumnos, un dedicado investigador y también, en el ejercicio de la profesión, un destacado abogado constitucionalista. Es también uno de los fundadores de la Asociación Chilena de Derecho Constitucional, la que se constituyó el 8 de enero de 1997 en el Salón Senado del edificio del ex Congreso Nacional, formando parte de su primer directorio.107

      Nadie mejor que él puede referirse a su visión sobre el ejercicio de la docencia. Lo planteó en los siguientes términos:

      El docente debe ser veraz y leal con sus convicciones profesionales y personales y transmitirlas al alumnado con igual franqueza. Lo que cree con firmeza, no ha de disimularlo; lo que tiene duda, ha de plantearlo como sujeto a revisión, a debate, a alternativas; lo que no sabe, ha de confesarlo, sin disfrazarlo con improvisaciones o apariencias de sabiduría. No debe ser dogmático, no ha de ser intolerante con la opinión distinta o ajena y debe admitir que su libertad de cátedra como profesor tiene su contrapartida en otra libertad similar del alumno, a la que debe su magisterio estimular además de respetar, para que el alumno aprenda a razonar con sus propios argumentos; pueda disentir con la orientación del profesor; utilice la bibliografía que él prefiera; objete, y se forme su propio juicio personal.108

      El reconocimiento a su legado humano y académico se ve reflejado en múltiples homenajes,109 cita obligatoria respecto de cuestiones generales y específicas en materia de derechos y garantías fundamentales en relación al actual texto constitucional.

      Testimonio de este legado humano y académico es el discurso pronunciado por el entonces presidente del Senado de la República, en mayo de 2001, al inaugurar un seminario sobre garantías constitucionales en su honor:

      No podemos dejar de destacar, eso sí, que se trata de un ciudadano ejemplar tanto en su proyecto familiar privado como público, padre de familia numerosa que se proyecta en hijos de destacada actuación y que mantienen su vigencia. Destacado profesor universitario en esta Universidad hasta 1977 y también en la Universidad Gabriela Mistral; autor de numerosas publicaciones y obras jurídicas, largas de enumerar, pero debo destacar su última publicación en dos tomos titulada Los Derechos Constitucionales, de 1986, reeditada en 1999, donde precisamente podremos encontrar una fuente inagotable de antecedentes jurídicos sobre el tema que nos convoca en este seminario.110

      Asimismo, su querido amigo, el profesor Alejandro Silva Bascuñán, sostuvo que, al iniciar el estudio de la segunda edición de su Tratado, que se extendería a trece tomos,

      el profesor Enrique Evans de la Cuadra –con quien nos unió siempre mutua estimación y viva amistad– había publicado ya, en 1986, los dos volúmenes de su estudio titulado Derechos Constitucionales, impreso por la Editorial Jurídica de Chile. El talentoso catedrático fue nuestro colega, tanto mientras impartimos la docencia de la asignatura en la Universidad Católica como mientras integramos la llamada Comisión Ortúzar, en cuyos debates el público puede constatar el alto grado de coincidencia que se observaba entre el pensamiento del profesor Evans y el del autor, al debatirse la gran mayoría de las cuestiones que se suscitaban. Dicha circunstancia nos convenció de que dicho maestro se había adelantado a cumplir con brillo este aspecto tan relevante de nuestra tarea.111

      El profesor José Luis Cea, quien será su ayudante por un corto periodo los años 66 y 67, lo recuerda


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