Géneros y psicomotricidad. Mara Lesbegueris
en el contexto anglosajón y proviene del diminutivo de la palabra cripple, que significa “tullido” en inglés. Al igual que lo sucedido con el vocablo queer (raro), el objetivo era escoger una denominación que había sido considerada en sus inicios de manera peyorativa para luego convertirla en un signo de orgullo por la diferencia (reapropiación y resignificación). Cabe aclarar que asumirse como crip no refiere a la adscripción de una identidad discapacitada sino a una posición ideológica y social que tiene como potencial el ser/hacer incluyente desde una ética que pugna por una vida digna y respetuosa de la diversidad.
5. Se denomina “capacitismo” a una forma de discriminación o prejuicio social contra las personas con discapacidad. Un ejemplo de ello es pensar las ciudades (el espacio urbano y los medios de transportes) únicamente desde la perspectiva masculina adulta, “automovilizada” y “capacitada” para desplazarse sin dificultades corporales. Desde otra concepción, se propone pensar las “diversidades funcionales” ligadas a la idea de dignidad, respeto y reconocimiento de las diferencias.
1. Leer corporizando la letra
Me propongo reflexionar sobre los modos en que la corporeidad se ve implicada en el acto de leer, sabiendo que la complejidad de dicho proceso merecería integrar otras relaciones, perspectivas y lecturas posibles.
Asumiendo tal recorte, me pregunto: ¿qué tipo de relación se establece entre el cuerpo del lector y el cuerpo del autor?, ¿qué lugar tienen nuestras propias escrituras corpóreas en el momento de leer?, ¿cómo se ponen en funcionamiento nuestra mirada y nuestra escucha para abrir legibilidad en lo escrito?, ¿cómo in-corporamos la corporeidad del otro de la enunciación?
Pensando en el lugar de las manifestaciones corporales:1 ¿es posible escuchar la voz del otro en el cuerpo de la letra? ¿Qué clase de indagación corpórea permite trascender lo literal de la letra?
¿Bajo qué condiciones un escrito puede transformarse en un texto?
¿Qué acciones y pasiones se manifiestan en el leer? ¿Qué vinculación tiene la lectura con los sabores, el placer y el hambre de significación?
Afectaciones
Leer no es una operación intelectual desprendida del cuerpo. Cuando leemos resonamos tónica, muscular y emocionalmente con lo leído. Nos afectamos, en el mejor de los casos. Asumimos una posición. Nos identificamos con lo dicho, lo rechazamos, lo valoramos –siempre– desde nuestras propias escrituras corpóreas. Leemos desde las voces y los textos que han tramado como soporte a nuestro cuerpo.
Efectuaciones
Leemos para que los otros nos escriban y nos ayuden a encontrar nuevas ideas, imágenes y sentires. Leemos y, cuando lo hacemos, lo escrito deviene en texto. Leemos y leer nos transforma, amplía nuestra mirada imaginante y nuestra escucha comprensiva. Leemos para construir significaciones más allá de lo literal. Leemos y abrimos la legibilidad de lo escrito desde el borde de lo que sabemos, imaginamos o pensamos construyendo nuevos espacios de significación.
Deseo
No hay una postura corporal ideal para leer. Leer implica una acción deseante. Se puede leer desde cualquier posición y contexto. Seguramente las condiciones ambientales de comodidad pueden facilitar la lectura, pero leer… leer se emparenta más con la necesidad que con la pedagogía de la postura y las posiciones, y, así, hasta de pie y apretujados, leer urge y se torna liberación.
Apertura
En el leer nos sentimos necesitados y eso arma una actitud de disponibilidad hacia los otros, una apertura, un compromiso cooperativo que termina de dar vida a un proyecto generativo.
Encuentro
Leer corporizando la letra es discontinuar mi propio decir para ir al encuentro de algo que está a punto de ser y me pone en suspenso. Sí, para leer tengo que suspender mis críticas y mis explicaciones, suspender lo mío, mío tallado en mis preconceptos, presentimientos y prejuicios (aunque las lecturas previas, incorporadas, sean las que me permitan contar con códigos de significación para poder leer). Ir al encuentro lector es dejar una zona abierta a lo otro, es hacer un espacio que dé hospedaje a lo tuyo extraño en lo mío. Leer encontrando una zona de proximidad en la sintaxis emigrada.
Indagación
Leer no es solo interpretar un escrito críticamente. Lectura crítica… como si fuera posible que ese texto construido estuviera por fuera o ajeno a mí. Tampoco se trata de una lectura devota, esa que toma un escrito como un objeto sagrado al que se le rinde culto de sumisión. Letra petrificada que deja de ser nómada y queda fijada como una estatua, ícono de significación.
Leer nos implica corporalmente en una tarea dedicada y nos compromete en su invención. Leer es una indagación –profana– de un texto. Cuando leo, ese escrito se dirige hacia mí y en ese tránsito se textualiza con mi cuerpo. ¿Qué viene a decirme ese escrito? ¿En qué me afecta? ¿Qué conceptos, ideas, imágenes, sensaciones, interrogantes despierta lo que dice? ¿Qué abre como acontecimiento inédito en mí? ¿De qué modo dice lo que me dice? ¿Qué dice en sus intersticios interpelándome?
Voces
Leer no es un acto perceptivo. No se trata de decodificar un código escrito a otro verbal-intelectual. Leemos y las palabras escritas susurran ideas, y la voz de otro se lee en el cuerpo de la letra, y la lengua nos toma por sorpresa y balbuceamos como si las palabras adquiridas necesitaran ser ritmadas de otras formas. En un enunciado puede haber múltiples2 voces, que se corresponden con puntos de vista diversos.
Transicional
Leer seriamente es hacer del texto un juguete. La experiencia lectora transcurre en un espacio y en un tiempo transicionales. Entre yo-lectora y otros-autores, entre lo interno y lo externo, entre lo que reconozco y lo que desconozco. No existe una única forma de leer sino modos particulares de leer. Leer es hacer texto. Leer “entre” es tomar cada palabra como si fuese un objeto que se puede lanzar, picar, estirar, encoger, transformar, inventar… no para borrar lo que el otro dice, sino para que lo escrito por el otro devenga en texto significante propio y provisorio para mí.
Acciones
Y, así, leer puede amalgamarse con otras acciones. Leer-correr para informarse, leer-saltar de párrafo en párrafo para encontrar algo, leer-soñar imaginando, leer-descansar para confirmar lo ya sabido, leer-conversar para contar con alguien, leer-picotear para endulzar los oídos, leer-arrojar para sacarse de encima ideas tormentosas, leer-bucear para profundizar en algo, leer-caer buscando un sostén, leer-viajar… viajar errante sobre las palabras, viajar sin amenazas por caminos inesperados, libre de absolutos y eternos saberes.
Pasiones
Leer apasionadamente (no solo con entusiasmo) es una aventura dionisíaca que nos potencia corporalmente. Leer sintiendo que el texto late en el cuerpo, aun sintiendo que se escapan líneas de significación.
Leer de forma obligada despotencia y mecaniza la lectura. La máquina de leer nos convierte en recitadores y nos garantiza su reproducción. Territorio sedentario en el que se asientan los cánones doctrinarios y disciplinadores del cuerpo.
Sabores
Leer con la lengua, lamer un texto –no con las yemas digitales que pasan las hojas–, sino leer comiendo las palabras. El placer por un texto nos hace devorantes de imágenes e ideas. Cualifica nuestros sabores y gustos lectores. Leer y saborear se unen en un acto, como si cada palabra se estacionara en la boca y se digiriera lentamente transformando lo incorporado en sentidos propios.
Leer corporizando la letra es leer con placer (un encuentro erótico con una lengua otra). Leer con placer y como encuentro que alimenta y me permite crecer. Leer, comer de la hoja, aunque sepamos que nos deja siempre hambrientos de significación.
Poder
En los textos también