Géneros y psicomotricidad. Mara Lesbegueris
que un texto organizado en párrafos breves. No solo el contenido del texto sino el tamaño de las letras, el uso de las itálicas, de las mayúsculas, etc., refieren a los aspectos simbólicos del diseño gráfico que tienen como intención orientar y “manipular” la recepción/lectura.
Leer en clave feminista
Es interpretarnos desde la propia experiencia como niñas, niños, niñes, mujeres, discapacitadas, discapacitados, migrantes, lesbianas, trans, trabajadoras, indígenas, afrodescendientes; como productoras de sentidos y de valor, en luchas comunitarias por la vida y los territorios, con particulares modalidades de interpretación que impone cada coyuntura, en contrahegemonía del poder patriarcal.
Leer en clave feminista es rodear al escrito con preguntas que permiten, con suerte e insistencia, que ese texto y nuestro propio cuerpo se abran un poco más.
1. Calméls (2019c: 17) señala que la presencia de las manifestaciones corporales son la prueba de la existencia del cuerpo. Es a partir del contacto, los sabores, la actitud postural, los gestos expresivos, la mirada, la escucha, la voz, la expresividad del rostro, las praxias, etc., como el cuerpo cobra existencia. Por ello afirma que “el cuerpo «es» en sus manifestaciones”.
2. Desde la perspectiva del análisis del discurso, la presencia de múltiples voces en el interior de un discurso es interpretada a la vez como una huella del fenómeno de heteroglosia descripto por Mijaíl Bajtín (2002) y como una huella de “la regulación de la formación discursiva” en la enunciación señalada por Michel Foucault (1980).
2. Escribir con la fuerza del cuerpo
Advertencia
En este texto la lectora o el lector no encontrarán reflexiones sobre cómo enseñar a escribir de manera alfabética. Tampoco encontrarán tips o fórmulas para estimular la escritura. No hay ejercicios morales de caligrafía para la “mala letra”, ni un camino correctivo para las disortografías del decir.
Menos aún se homologará el escribir al copiar, al registrar o al duplicar la palabra del otro.
También transmito mis precauciones para aquellos que quieran realizar un trabajo mono-gráfico. A ellas y ellos les digo: no hay un único camino, ni una única forma para el decir. Las citas no son formalidades sino lugares de hallazgo y de encuentro, por eso deben ser habilitadas, más que respetadas. No teman jugar y ensayar con las palabras: ese puede ser un potente camino académico que garantiza la pluri-grafía. “Existe una acción humana que une literalmente cuerpo y palabra: el acto de escribir” (Calméls, 2014: 20).
En este texto, mi intención es trabajar con los aspectos corporizantes de la escritura. Lo que el cuerpo impulsa para poder escribir, y lo que se inscribe corporalmente en el mismo acto del escribir.
Dice Marguerite Duras (1994: 26): “Uno se encarniza. No puede escribir sin la fuerza del cuerpo”.
… y la fuerza del cuerpo ¿se encuentra o se trabaja?, ¿se entrena o se asume?, ¿se impone o se juega?, ¿se quiere o se combate?, ¿escribir como si fuera un deporte?1
… y la fuerza del cuerpo ¿a qué fuerza cuando escribe?
Posición y palabra
Escribir no es solo comunicar ni expresar, sino elegir un modo particular de hacerlo. Dice Daniel Calméls (2013):
En esa búsqueda está, no solo lo que necesito decir, sino la forma que elijo para decirlo. Parafraseando a Jean-Paul Sartre, diría que uno no escribe porque tenga algo que decir, sino porque elige una forma de decirlo.2
Podríamos pensar, entonces, que al escribir elijo un modo particular de poner el cuerpo y la palabra, un modo de suspender algunas de las manifestaciones corporales y de potenciar otras. Un modo de posicionarme en el tiempo y en el espacio (toda posición es ideológica).
una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos. (Pizarnik, 2001: 125)
Escribir, entonces, no es solo trabajar con las palabras sino con las imágenes. Hay que escribir pintando, esculpiendo, dándoles formas a aquellas palabras que como materia están a disposición para devenir en otra figuración. Las palabras están para ser combinadas de tal modo que adquieran movimiento, profundidad, color, espesura, ritmo, un nuevo orden.
Para ello, Calméls (2014: 100) dice que las experiencias corporales “son fuente de alimentación de las imágenes. Las vivencias primarias son material para nuestras metáforas verbales. El cuerpo siempre es reservorio”.
El trabajo de la escritura nos corre de la idea de genialidad artística. La escritura como un trabajo corporal “profano”, y no ya como inspiración divina, sagrada o suprema. De este modo, Calméls (2013) expresa: “La escritura no es idea que se exporta al papel, ni palabras que se importan del aire, sino trabajo original sobre el papel”.
Dudamos, tal vez por eso escribimos: “La escritura es lo desconocido. Antes de escribir no sabemos nada de lo que vamos a escribir” (Duras, 1994: 55).
Combatir las imposturas
Para escribir se necesita trascender la mecanización realista, desestabilizar los clichés habituales, los estereotipos, las imposturas. Hay que singularizar una sensación, subjetivar y tensar la palabra, autorizarse en un decir, hacer creíble un relato.
Trabajar la palabra necesita reescrituras, retrocesos y revueltas. Escribir no es solo contar una historia, sino que implica asumir una posición que se toma sobre ella. No se trata de decir “la verdad” sino de recrear la realidad, de instituir “verdades provisorias” desde la fuerza de la propia mirada y escucha.
La escritura no es una manera de explicar sino una forma de actuar y ponerse en acción.
La palabra como gesto
La riqueza de la vida se traduce por la riqueza de los gestos. Hay que aprender a considerar todo como un gesto: la longitud y la cesura de las frases, la puntuación, las respiraciones; también la elección de las palabras y la sucesión de los argumentos. (Nietzsche, 1844-1900)
Los gestos sutiles son quizá una de las mayores fuerzas de la escritura. Son los detalles-gestos los que le dan estilo al cuerpo del texto. Se trata no solo de palabras-detalles, sino de gestos-detalles, es decir, de un campo de expresividad que integra una particular mirada. Mirar entre la visión y la ceguera, como expresaría Calméls. Mirar, mirarse… focalizando búsquedas y dejándose sorprender con las distracciones. Expresar inscribiendo. Mirar con insistencias y con fugas que encuentran una nueva forma de ritmar para cada palabra.
Los gestos sutiles temporalizan las palabras. Hay que saber “dosificar el suspenso”, decía Roland Barthes (2011). Y en la sutileza las palabras pueden extenderse o encogerse, distanciarse o acercarse; pueden bordear los márgenes u ocupar el personaje principal del escenario textual.
Los gestos-palabras, sutiles, dicen y no dicen, se muestran por ocultación, esconden para seducir al lector. Tal vez por eso Marcel Proust (1971: 16) dijera: “Los libros hermosos están escritos en una especie de lengua extranjera”.
Soledad y mundo
Escribir es un momento intenso de intimidad. ¿Un refugio silencioso? ¿Una soledad necesaria para la apertura al mundo? ¿La soledad con alas?
Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas. (Pizarnik, 2001: 91)
Cuando se escribe se está solo, pero necesitado