Guerras A-D. Jesús A. Ávila García

Guerras A-D - Jesús A. Ávila García


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es exactamente lo que soñé.

      —Si crees que me resulta gracioso, estás equivocado.

      —Hablo en serio.

      —Qué conveniente que me lo digas justo después de leer la hoja. No es el tipo de sueño que sueles tener.

      —Por eso lo recuerdo.

      —Así que compartimos un sueño, ¿no te parece romántico?

      —Me parece más extraño que romántico.

      El maestro entró al salón interrumpiendo la plática. Jessav se sentía emocionado por estar dentro de una situación poco común. No quería hacer del suceso algo más grande de lo que realmente era, ya que no estaba seguro de que se tratara de una de las típicas bromas de Agztran, que parecía tener una afición tan grande para los chistes como para el fútbol.

      En el pasado, Jessav le había contado a su amigo algunos de sus sueños y este lo escuchaba como si estuviera viendo una película de acción. Un día le comentó a Jessav que no creía que alguien fuera capaz de soñar cosas tan extraordinarias y que probablemente las había inventado. Jessav no le habló por una semana y desde ese entonces Agztran no bromeaba respecto a ese tema. Recordando la disculpa que su amigo le hiciera en aquella ocasión, le pareció más factible que hubieran soñado lo mismo. Lo que ocurría en su cabeza por las noches era de los únicos temas de los que su amigo no hacía bromas. Así como Jessav aprendió a no hacer bromas sobre la estatura de Agztran, pues parecía estar acomplejado por ser bajo, con todo y que era bien parecido y las horas diarias de ejercicio le dieron una complexión más musculosa que la mayoría de los de su edad.

      Al terminar la clase, Agztran aceleró el paso para caminar junto a Jessav mientras iban al siguiente salón y le dijo:

      —¿Ya me crees lo del sueño?

      —Sí. Al principio pensé que era una de tus bromas.

      —Es el problema de estar bromeando todo el tiempo. Estuve recordando y creo que te faltó un pequeño detalle por anotar sobre el sueño.

      —¿Cuál detalle?

      —El ángel dijo que seríamos miembros de un grupo de ángeles de la luz.

      —¡Es cierto! Lo había olvidado.

      —¿Y qué haremos ahora?

      —Estaba pensando preguntarle a Lormin si soñó lo mismo.

      —Tiene lógica. También aparecía en el sueño. ¿Y cómo lo vas a hacer? ¿Vas a esperar a que termine de hablar después de dos horas? —preguntó Agztran. Ambos rieron.

      —No pienso darle oportunidad de que empiece.

      Los amigos fueron a sus respectivas aulas. El día transcurrió más lento que de costumbre, como siempre que se espera con ansias a que acabe. Los días antes de un examen parecían durar la mitad del tiempo. Agztran estaba sentado en una de las bancas frente a la cafetería. Jessav se colocó junto a él. Ambos sabían que Lormin acostumbraba ir a la cafetería antes de ir a su casa y la esperarían ahí. A los pocos minutos apareció la joven y se dirigió hacia ellos acomodándose el brillante cabello rizado. Antes de que pudiera comenzar alguna conversación, Jessav le dijo:

      —¡Lormin! Tengo que preguntarte algo.

      —Yo también —comentó ella—. Tuve un sueño de lo más extraño. Como los que tienes tú, Jessav.

      —Esto puede volverse interesante —dijo Agztran.

      —¿A qué te refieres? —preguntó la amiga.

      —Al parecer, Agztran y yo soñamos lo mismo —respondió Jessav.

      —Yo soñé que estaba en una plaza con ustedes dos. Llegaron dos hombres con alas que se los llevaron. Una mujer sobre un disco de luz que flotaba me dijo que subiera y me llevó al otro lado de la montaña. Adifer, Homian y Omjand estaban ahí. En cuanto llegué con ellos me desperté.

      —Lo sabía —comentó Agztran—, fue lo que soñamos.

      —Espero no sea una de tus bromas, Agztran —dijo Lormin.

      —¡No lo es! —se defendió el joven—. Aunque la parte con Adifer, Omjand y Homian no la vimos, nos llevaron a otro lugar.

      —Nunca había compartido un sueño —comentó Lormin.

      —Yo tampoco —dijeron los dos amigos al mismo tiempo.

      —Tengo que ir a mi casa temprano. ¿Por qué no hablamos mañana con todos? —sugirió ella—. ¿Y si los demás soñaron también? ¿Qué significa eso?

      —No lo sé, quizá estamos participando en alguna locura colectiva —dijo Agztran.

      —No debo preocuparme. Un sueño es solo un sueño ¿verdad? —preguntó Lormin con una risa nerviosa.

      Ninguno respondió directamente y rieron un poco para no dejarla sola. Lormin se despidió y se marchó. La mente de Jessav giraba alrededor de las últimas palabras de su amiga. Después de unos segundos, Agztran suspiró y se puso de pie.

      —Es mejor que nos vayamos. Hasta mañana, Jessav.

      —Hasta mañana.

      Jessav caminó pensando en los otros tres involucrados. «¿Por qué tenía que ser Homian?», pensó molesto. Era el novio de Adifer. A pesar de que su relación con ella era casi como hermanos, nunca había sabido por qué su amiga se interesó en Homian. Aunque no lo conocía muy bien, no llegaba a agradarle del todo. Sabía que en algún momento debía comenzar a relacionarse por ser el novio de su amiga. Sin embargo, había pospuesto eso por mucho tiempo y quizá el asunto del sueño sería una buena excusa para conocerlo un poco más. En una ocasión, estando de paseo con su madre, coincidieron en un lugar con Adifer y su novio. Después de unos minutos de plática casual, en los que Homian se mostró sumamente amable, siguieron cada quien su camino y su madre le comentó que un día él y Homian llegarían a ser grandes amigos.

      Antes de salir de la escuela se encontró con Omjand, que al verlo levantó la mano en señal de saludo. Era un joven de estatura media, de piel morena, cabello negro, corto y muy rizado. Tenía ojos obscuros y una mirada penetrante. Jessav lo consideraba muy inteligente. Omjand le mostraba al mundo un lado intelectual y un poco extravagante, pero en el fondo tenía un gran corazón. Aunque su rostro reflejara seriedad al estar discutiendo algún tema, sus ojos tenían una mirada profunda y llena de compasión. Jessav caminó deprisa a su encuentro y después de unas breves frases de saludo le dijo:

      —Omjand, ¿de casualidad no soñaste anoche conmigo, Lormin, Agztran o alguno de nosotros?

      —Maybe —fue la respuesta.

      —¿Tal vez? —respondió, preguntándose por qué Omjand tendía a contestar en otro idioma o daba respuestas indirectas.

      —Es que nunca recuerdo lo que sueño, lo olvido por la mañana.

      —¿Has intentado anotarlo al despertar? Eso me ayuda.

      —Good idea. Lo intentaré y si recuerdo algo mañana, te aviso.

      Sin nada más por discutir, Jessav retomó su camino a casa. Observó a Omjand alejarse caminando apresurado y ligeramente encorvado, perdido en sus pensamientos. Recordó que un día, por alguna razón, hablaron sobre cabellos y peinados. Omjand dijo que llevaba el cabello corto porque, al tenerlo rizado, si lo dejaba crecer parecería una palmera humana. Jessav rio un buen rato después de ese comentario.

      Regresando a la realidad, Jessav estaba ansioso por ver a Adifer y preguntarle si había soñado lo mismo. Justo hoy tenía tarea además de prepararse para los exámenes y no le daría oportunidad de llamar por teléfono a los demás. Temió que quizá el sueño era un evento único y no se repetiría.

      4

      Jessav despertó en la madrugada. Se quedó recostado y pensativo. Había tenido el mismo


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