Guerras A-D. Jesús A. Ávila García
Ya que no compartían la primera clase del día, esperó en el umbral de la puerta para divisarlos desde lejos. No tuvo éxito, pero no le importó tanto porque la siguiente hora la compartía con Adifer, Omjand y Homian.
Entró al aula y la mochila de Agztran ya se encontraba en una de las sillas. Colocó sus cosas en el asiento de al lado. Su amigo venía a lo lejos. Antes de que Jessav pudiera hablar, le dijo:
—Tuve el mismo sueño de ayer.
—Yo también. ¿Qué crees que signifique?
—No lo sé. Debemos preguntar a los demás si también sueñan lo mismo.
—¿Y qué hacemos si lo hacen?
—No lo sé. ¿Notaste algo diferente en el sueño esta vez?
—Algunas cosas. ¿Y tú?
—Sí, algo cambió en el ángel que te estaba llevando.
El profesor llegó y les indicó que tomaran sus lugares. No tuvieron más remedio que entrar al salón y dejar la conservación inconclusa. Comenzó la lección y Jessav no encontraba el momento oportuno para preguntarle a Agztran lo que había notado en el sueño. El maestro escribía en la pizarra y Jessav susurró a su amigo:
—Dime qué fue lo que notaste en el ángel que me llevaba.
—Sus alas tenían algo.
—¡Agztran, sal del salón! —dijo el maestro alzando la voz.
—Fue mi culpa, profesor —comentó Jessav tímidamente.
— Si quiere puede acompañarlo afuera.
Agztran le hizo una seña discreta para que se calmara y salió del salón. No tenía caso discutir. La clase transcurrió con la lentitud de siempre. No prestó gran atención al tema expuesto; fue la venganza personal e inútil hacia el maestro. Saliendo buscó a su amigo. Supuso que se había dirigido al lugar en donde tendrían la siguiente lección.
Al llegar al aula, que se encontraba en el tercer piso del edificio, Jessav vio a Adifer dentro y se acercó para preguntarle acerca del sueño.
—Hola, pequeña —le dijo acercándose para saludarla. A diferencia de Agztran, Adifer no se sentía ofendida por hablar de su estatura.
—Hola, hermanito.
—¿Has tenido un sueño extraño últimamente?
—¿A qué te refieres con extraño?
—Un sueño repetitivo.
—La mayoría de mis sueños son repetitivos, desde que soy pequeña.
—¿Has soñado con Homian, Lormin, Agztran, Omjand o conmigo?
—Sí, últimamente.
Estaba a punto de preguntar qué era lo que había visto cuando alguien la tomó de la mano y la alejó un poco. Era Homian. Medía unos centímetros más que Jessav, que de por sí ya era alto. Tenía el cabello lacio, castaño y muy delgado. Alguna vez Jessav le comentó a Adifer que no tardaría en quedarse calvo. Tenía labios gruesos y una mirada dura y retadora con ojos del mismo color que su cabello. Contrastaba con los ojos de Adifer que eran cálidos y amigables.
—¿De qué hablaban? —preguntó Homian.
—De lo que he soñado últimamente.
—Ayer en la noche soñé que Adifer, Lormin, Omjand y yo nos encontrábamos en una plaza —comentó Homian.
Los tres quedaron sorprendidos al darse cuenta de que habían compartido el mismo sueño. Jessav los interrogó rápidamente para conocer los detalles. Se encontraban en una especie de plaza, junto con Omjand. Después llegó Lormin sobre un disco que brillaba con una luz amarilla. Cuatro personas extrañas se acercaron a cada uno de ellos. La que se acercó a Adifer tenía los ojos color azul celeste y el que se acercó con Homian los tenía rojos. Esas personas los llamaban priis, mientras les explicaban acerca de palacios en diferentes ciudades en los que tendrían que vivir y terminaron diciendo que después darían más detalles al respecto. Ni Adifer ni Homian pudieron recordar los nombres de las personas ni de las ciudades.
Al terminar de conversar los tres se quedaron en silencio y se miraban a los ojos. Hubieran permanecido así de no ser por la llegada de Agztran:
—¿Y ahora qué les pasó? —preguntó en un tono serio pero infantil.
—Ellos tuvieron el mismo sueño. Solo falta confirmar si Lormin y Omjand también —contestó Jessav.
Omjand llegó tarde a la clase, así que no le pudieron preguntar acerca del extraño acontecimiento que estaban viviendo. Entre clase y clase fueron discutiendo qué era lo que significaba. Comprobaron después que tal como habían sospechado, Lormin y Omjand también tuvieron el mismo sueño. Al terminar el día escolar se sentaron en la cafetería para seguir discutiendo el asunto.
—¿Exactamente qué fue lo que soñaron? —preguntó Homian mirando a Jessav y a Agztran. Explicaron tratando de no olvidar ningún detalle. A Jessav le pareció que el novio de Adifer mostraba gran interés y le pareció extraño. Siempre había pensado que no tendrían nada en común y que la situación del sueño le sería irrelevante. Había escuchado anteriormente a Homian conversar con otros compañeros sobre deportes o carreras de autos, temas de los que Jessav no tenía el menor interés. Sin embargo, parecía ser que se sentía atraído por las cosas poco comunes. «Por eso le gusta Adifer», pensó Jessav mientras se le escapaba una risa discreta.
Los seis amigos llegaron a la conclusión que no encontrarían la razón de lo que estaba ocurriendo. Omjand y Homian parecían ser los más interesados en saberlo, aunque no pudieron hacer ni una hipótesis. Para cuando lograron recopilar todos los detalles personales del sueño compartido, el sol comenzaba a ocultarse.
—Será mejor que nos vayamos a casa y esperar a soñar lo mismo —dijo Adifer poniéndose de pie y tomando su mochila. Los demás la imitaron.
—Tengo una idea —dijo Omjand caminando hacia la salida— Si tenemos el mismo sueño de nuevo, ¿por qué no intentamos hacer algo distinto en él? Por ejemplo, Lormin puede no subirse al disco amarillo volador.
Les pareció una buena idea y lo intentarían por la noche. Comenzó el ritual de despedida y cada quien se dirigió a su hogar. En el camino a casa Jessav tenía la sensación de que había olvidado algo.
5
Jessav estaba en su habitación, sentado frente al escritorio. La sensación de haber olvidado algo seguía presente desde que salió de la escuela. Recordó lo que había pasado durante el día mientras jugaba con un lápiz agitándolo entre los dedos. Fue recorriendo mentalmente de atrás hacia adelante. Primero la conversación de la cafetería, seguido de las clases que tuvieron en el día, la breve plática con Adifer y Homian, el incidente con el profesor. Y entonces lo recordó. «¡Agztran!», pensó corriendo hacia el teléfono. Eran las diez de la noche y normalmente su amigo no dormía hasta las once. Marcó rápidamente el número que sabía de memoria.
—¿Hola? —dijo una voz.
—¿Agztran? —preguntó Jessav, le costaba trabajo identificar las voces en el teléfono.
—Sí soy yo. ¿Qué pasa, Jessav?
—Perdón por molestarte a esta hora, pero es que recordé que no me terminaste contar.
—¿Sobre las alas del ángel? También olvidé decirte.
—Dijiste que tenían algo extraño.
—Estaban lastimadas o eso me pareció. Sus plumas, o lo que sea que tengan, estaban desacomodadas y me pareció ver manchas rojas.
—¿Estás seguro de que no estaban así desde la noche anterior?
—Estoy completamente seguro.
—Prestaré atención esta vez. No vayas a olvidar lo que propuso Omjand. Sobre intentar cambiar