Guerras A-D. Jesús A. Ávila García

Guerras A-D - Jesús A. Ávila García


Скачать книгу
te parece que ellos podrían inventar nuevas técnicas?

      —Es posible. ¿Qué técnica pudieron haber inventado? —preguntó Gammar deteniéndose al mismo tiempo que su compañero en la cima de una montaña.

      —Pensemos un momento. ¿Qué tenemos que hacer para traer a los elegidos aquí?

      —Tomamos energía de las esferas de luz de las ciudades. Y creamos un portal.

      —¿Y qué pueden hacer los demonios para saber dónde está el portal?

      —Quizá podrían detectar la energía que fluye de las esferas.

      —Los demonios se lastiman con la luz. Entre más lejos estén de ella se sienten mejor.

      —Entonces solo deben acercarse hacia donde se sientan incómodos.

      —Exacto —dijo Ricgar mirando a lo lejos con sus ojos que brillaban con luz blanca.

      —Aun así, si ellos los transportan será menos riesgo para nosotros y las ciudades. Nuestro plan no tiene fallas.

      —Siempre puede fallar algo. Aunque concuerdo que hemos pensado en todo lo que pudimos. Tengo confianza en que saldrá bien.

      —Ahí vienen, compañero.

      —¿Estás listo, Gammar?

      —Como siempre, Ricgar.

      —Si logran capturar a alguno de los elegidos debemos esperar a que los transporten. Después los rescataremos.

      Los ángeles fueron volando en dirección hacia lo que parecía ser un enjambre. Un enjambre negro que no era de abejas.

      17

      —¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Lormin angustiada.

      Los seis tenían una gama de emociones simultáneas. No sabían qué hacer. ¿Debían quedarse ahí o intentar salir? No había manera de conocer lo que pasaría si elegían cualquiera de las dos opciones.

      Jessav pensaba sin cesar. Creía que pensar las cosas no servía de mucho cuando no se contaba con información suficiente para llegar a una conclusión lógica. En este momento sus pensamientos no estaban enfocados hacia qué debían hacer. Tenía una idea que ya había pasado por su mente los días anteriores. El deseo de regresar a su rutina diaria. ¿Qué más daba si no pasaba nada extraño? ¿Era tan malo llevar una vida común y rutinaria? En el fondo sabía que ya había perdido la normalidad de sus días. Quería despertar de este sueño, si es que eso era. Recordó la frase que alguna vez escuchó decir a su madre. Ten cuidado con lo que deseas, porque puede convertirse en realidad.

      Dirigió la mirada hacia los demás. La espera y la incertidumbre podría volverlos locos. Omjand parecía sumido en sus pensamientos. Agztran miraba hacia afuera de la esfera de luz que los encerraba. Lormin estaba sentada, abrazando sus piernas con la barbilla recargada en las rodillas. Homian tenía la mirada perdida y tenía los brazos alrededor de Adifer, que apenas le llegaba a la altura de los hombros. Detrás de sus lentes, se notaba que su amiga tenía los ojos húmedos. «¿No puedo hacer algo por mis amigos?», pensó Jessav y se acercó a Agztran y se sentó a su lado.

      —¿Cómo te sientes, Agztran?

      —Mal. Tengo miedo. Sé que está mal que tenga miedo. Mi padre siempre me dijo que debía ser valiente y afrontara las cosas de las que no estuviera seguro de salir vencedor.

      —No está mal tener miedo.

      —Los cobardes tienen miedo —comentó Agztran con voz baja.

      —No sé qué entiendas por cobarde. Creo que una forma de afrontar las cosas es que a pesar de lo que sintamos, podemos ser nosotros mismos, sin que el miedo nos altere.

      Agztran se quedó pensativo. Lo conocía muy bien y, sin decir palabra alguna, sabía que lo que sentía su amigo no era un miedo como de los demás refugiados en el escudo de luz. Agztran tenía miedo de parecer un cobarde ante los demás. Jessav colocó una mano en su hombro para confortarlo. Iba a decir que él también tenía miedo, pero Agztran se puso de pie rápidamente y dijo:

      —¿Qué es eso?

      Jessav dirigió la vista hacia donde señalaba su amigo y dijo:

      —Parece una nube negra o un enjambre.

      18

      —Son demasiados —comentó Gammar.

      —No te rindas antes de comenzar. Confía en ti mismo. ¿Tienes suficientes celdas de poder?

      —Suficientes para efectuar dos restauraciones totales.

      Volaban hacia el enjambre negro. Sus ojos les permitían observar cosas lejanas como si las tuvieran enfrente. Veían perfectamente a cada uno de los enemigos, aunque faltaban kilómetros para poder encontrarse con ellos. El enjambre se dividió en dos.

      —Yo a la derecha —dijo Gammar.

      Voló separándose de Ricgar. Los grupos de enemigos se habían alejado notablemente el uno del otro. El ángel se detuvo frente a todo el enjambre. Calculó rápidamente cuántos eran. «Parecen ser sesenta demonios, de tipo obscuro».

      Conocía a los demonios perfectamente. Aun así, no dejaba de sorprenderse cada vez que los veía. Eran horribles y negros. Tenían forma humanoide y estaban llenos de espinas. Sus ojos grandes y de color vino reflejan la maldad con la que fueron creados.

      Gammar podía distinguir al demonio líder y a los demás rangos. El demonio líder tenía unas alas enormes, como de murciélago. Los demás demonios estaban en el suelo y no tenían alas, pero podían dar grandes saltos. También se podían distinguir por sus estrategias de ataque. El demonio líder permanecía detrás. Los de menor rango siempre iban al frente y eran los que comenzaban el ataque de una manera brusca. Se lanzaban violentamente y trataban de lastimar con sus garras. No tenían ningún ataque a distancia. A este tipo de demonios se les conocía como súbditos o “sub” para abreviar. Los líderes podían lanzar energía de color negro que lastimaban a quien las recibiera directamente. Nunca atacaban primero, sino que esperaba el momento más crítico para hacerlo.

      Extendió la mano hacia el frente con la palma hacia arriba. Una serie de luces aparecieron en ella y formaron un signo. «300», pensó Gammar. El signo desapareció e inmediatamente dirigió las manos hacia los demonios sub que se encontraban al frente del enjambre. La mano brilló y una esfera de luz blanca la rodeó. Un segundo después un rayo salió disparado a gran velocidad. Cuando el rayo estaba a punto de llegar con los enemigos, se ramificó golpeando a muchos demonios y creando explosiones luminosas. Por un momento los monstruos fueron cegados por la luz intensa. El ángel podía ver perfectamente a través de ella. Observó cómo la mayoría de los sub se desintegraban. Cuando las explosiones de luz cesaron el enjambre avanzó hacia él. Gammar voló hacia ellos y extendió los brazos. Uno hacia arriba y el otro hacia el grupo de enemigos. La mano que apuntaba hacia el frente disparó un rayo luminoso color blanco. Varios demonios lo esquivaron saltando y otros fueron alcanzados. Encima de la otra mano apareció una esfera que flotaba a unos centímetros de su palma. Movió la mano imitando un lanzamiento y la esfera salió despedida hacia los monstruos.

      Un grupo de seis demonios sub saltaron hacia él, tratando de arañarlo. Una garra estuvo a punto de darle en el ala derecha, pero la esquivó con un giro rápido. Con el puño envuelto en un aura blanca y brillante, golpeó al monstruo que salió disparado hacia la tierra. Gammar se distrajo observando cómo chocaba contra el suelo y un demonio le rasgó el ala izquierda. El ángel hizo una mueca y tomó al enemigo de la garra. Otro demonio se abalanzó sobre él. Un rayo de luz salió de los ojos de Gammar aturdiendo al atacante. El ángel descendió tomando al demonio de la garra y lo estrelló con fuerza en el suelo. Al levantar la vista observó a todos los demonios sub dirigirse hacia él. Con la mano derecha disparó rayos de luz hacia sus enemigos. Con el puño izquierdo, iluminado con un aura luminosa, golpeaba a los que estuvieran a su alcance.

      Se elevó en el aire. Volaba con dificultad debido a la herida en el


Скачать книгу