Guerras A-D. Jesús A. Ávila García

Guerras A-D - Jesús A. Ávila García


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puños mientras un campo luminoso lo rodeaba. La luz se hacía más y más brillante. Sus enemigos intentaron escapar, pero el campo creció demasiado rápido. La luz atrapó a los demonios y fueron desintegrados al instante. Después de unos segundos la luz fue apagándose hasta desaparecer.

      Gammar respiraba rápido y con dificultad. Estaba agotado y la herida en el ala era casi insoportable. Cerró los ojos por un momento. Cuando los abrió fijó la vista en su mano derecha. De cada uno de sus ojos salió una diminuta esfera de luz, que comenzaron a girar muy rápido alrededor de su mano haciéndola brillar. Después se tocó el ala dañada y el brillo pasó de su mano hacia la herida, la cual sanó de inmediato. En unos instantes el daño desapareció al igual que el dolor.

      El ángel suspiró, agitó las alas y se elevó por los aires hacia el enjambre restante. «¿Cómo estará Ricgar?», pensó retomando la batalla.

      19

      Ricgar se encontraba de pie sobre una montaña. Dos esferas salieron de sus ojos y cubrieron su mano derecha girando con rapidez. Posó la mano sobre el brazo izquierdo que parecía estar roto. En unos instantes sintió cómo la extremidad sanaba y el dolor desaparecía. Se movió a gran velocidad hacia donde se encontraban los demonios sub restantes. Extendió los brazos formando una cruz y un resplandor de luz blanca lo cubrió. Corrió en círculos alrededor de los enemigos cada vez más rápido, formando una barrera luminosa color blanco. Los monstruos se reunieron en medio del círculo; si intentaban salir del círculo serían eliminados por la luz.

      El ángel iba tan rápido que a simple vista parecía que hubiera desaparecido. La altura de la barrera de luz iba aumentando. Algunos demonios intentaban saltarla, pero les era imposible y eran desintegrados. La pared luminosa creció tanto que parecía un cilindro que tocaba el cielo. Ricgar se acercaba poco a poco a los demonios haciendo que el círculo se redujera cada vez más. Debido a la gran velocidad se creó una corriente de aire que lanzó a los monstruos hacia el cielo en una línea vertical. Ricgar se detuvo y se colocó debajo de la línea de demonios. Levantó ambas manos hacia el cielo. Un rayo blanco salió disparado de cada una de ellas, que alcanzaron la fila de enemigos la cual desapareció al instante.

      Ricgar voló hacia los cuatro demonios líderes que aparecieron a un costado. Se encontraban en posición de ataque y lo observaban sonriendo diabólicamente. Los demonios alzaron sus garras y apuntaron hacia el ángel. Se separaron en tres grupos formando los vértices de un triángulo. En el centro se podía ver al líder más grande. De cada vértice salieron rayos de energía negra que parecían cuerdas. El ángel las evitó con un movimiento ágil en el aire. Pudo ver cómo la energía negra pasaba a su lado a una distancia peligrosa. Continuó esquivando los rayos negros moviéndose ágilmente por el cielo. Ricgar comenzó a lanzar esferas tan rápido que sus brazos apenas se podían ver. Dos de los grupos desaparecieron en explosiones de luz. Se escucharon los alaridos de los monstruos al ser desintegrados. Sin importar cuántas veces lo había escuchado, aquellos alaridos eran terroríficos y a veces hacía que un escalofrío recorriera su cuerpo.

      Un sub apareció de pronto e intentó golpearlo. El ángel lo esquivó volando más alto y lo pateó en la cabeza. Miró hacia el grupo de enemigos restante. Otra serie de rayos obscuros venía hacia él. Estaban demasiado cerca y no tuvo tiempo de esquivarlos. Los rayos atravesaron su ala izquierda y descendió al suelo gritando de dolor.

      A pesar de haber aterrizado de pie, perdió el equilibrio y cayó de rodillas. Se levantó lentamente. De sus ojos salieron dos esferas curativas que rodearon su mano derecha. Estaba a punto de tocar su ala herida cuando sintió un golpe en el estómago. El impacto lo arrojó a gran distancia y rodó por el suelo. Cuando levantó la vista vio al demonio líder volando hacia él, rugiendo y agitando sus alas de murciélago para darse velocidad. El enemigo levantó una garra y un esplendor negro la rodeó. Estaba a punto de golpear a Ricgar cuando este saltó. El demonio pasó velozmente bajo sus pies. El ángel lanzó una esfera de luz de su mano que golpeó al monstruo y lo envió volando sin control. Se estrelló contra una montaña. Eso le dio tiempo a Ricgar de curar su herida y destruir al grupo restante.

      20

      Gammar se encontraba frente al líder. Los ojos color vino lo miraban con frialdad. La maldad de su enemigo parecía penetrar el aire y casi podía sentirla. Se había enfrentado con varios demonios líderes en el transcurso de su vida y había aprendido que cada uno era diferente. Había enemigos que lo ponían nervioso y otros que daban la impresión de ser débiles. No se basaba únicamente en el aspecto físico, ya que todos los demonios eran muy similares entre sí. Más bien era como si cada enemigo irradiara diferentes cantidades de maldad.

      El ángel pensaba la mejor estrategia para atacar. ¿Debía dar el primer golpe? ¿Estar a la defensiva? Eran las preguntas básicas de batalla que con los años se habían convertido en una rutina que hacía de manera automática. Generalmente seguía su instinto. No pensaba mucho y actuaba unos segundos antes de que algún demonio lo atacara. En el pasado quiso desarrollar su sentido de intuición para que fuera más rápido. Hace tiempo había preguntado a Ricgar si se podía desarrollar esa habilidad. «La intuición se desarrolla por sí misma, no puedes forzarla», resonó la voz de su compañero en su mente. Gammar no pensaba de esa manera, tenía que haber una forma de desarrollar todas las habilidades sin excepción. No era momento para pensar en eso así que enfocó su atención al líder que ahora venía hacia él.

      Algo le dijo al ángel que debía lanzar un ataque. Su intuición había despertado. Alzó su mano derecha con rapidez y de inmediato un rayo blanco salió de ella. La luz atravesó el ala derecha del demonio que volaba hacia él, que perdió el equilibrio y cayó al suelo. Continuó arrastrándose debido al impulso que llevaba. Se detuvo a varios metros frente a Gammar. El líder se incorporó a toda prisa. Su ala derecha estaba cortada por la mitad. Una mancha de obscuridad se extendió por el cuerpo del enemigo hasta tomar la forma del ala perdida. En pocos segundos el ala lastimada había aparecido de nuevo. «Aprendieron a sanar», pensó abalanzándose hacia el enemigo con el puño iluminado. Cuando estaba a punto de golpear al demonio, el ángel cambió de dirección y se elevó en una línea recta. El demonio quedó confundido, había colocado sus alas de murciélago en forma de escudo esperando recibir un golpe de frente. Observó al monstruo desde lo alto y sin pensarlo dos veces lanzó varias esferas de luz. Causó una explosión luminosa que podía verse desde lejos. Los ojos de Gammar pudieron ver las esferas golpeando al demonio líder hasta eliminarlo. Sonrió al haber obtenido una victoria rápida. Se concentró fuertemente en Ricgar y pensó: «Ya voy en camino». Sabía que su compañero recibiría el mensaje.

      21

      -Ya voy en camino.

      Escuchó Ricgar en su mente. Sintió alivio al saber que su compañero estaba bien y que pronto vendría a apoyarlo. Vio hacia la montaña donde el líder estaba de pie y lo miraba con los ojos echando chispas, literalmente. El demonio se elevó en el aire alzando su garra y sobre ella apareció un disco negro. El ángel se sorprendió. Nunca había visto algo así. Al parecer habían aprendido técnicas nuevas durante el tiempo de paz que tuvieron. El líder lanzó el disco y Ricgar se preparaba para esquivarlo, pero el disco se detuvo a unos metros de distancia y rápidamente regresó hacia el demonio, atravesándolo con un corte vertical que lo partió en dos. Ricgar estaba confundido. Se acercó volando a donde se encontraban las mitades que no dejaban de mirarlo. De los ojos comenzaron a salir destellos negros que flotaron alrededor de las dos mitades. Los destellos se concentraron en cada una de las partes. Instintivamente Ricgar se alejó volando de espaldas, sin dejar de observar lo que estaba ocurriendo. Una explosión negra envolvió al demonio, cegando al ángel por un momento. Sus ojos podían ver a través de la luz blanca. La luz negra era diferente.

      Cuando recuperó la vista, había dos líderes idénticos que venían hacia a él. No tuvo tiempo de defenderse. Los demonios enterraron sus garras en el estómago del ángel y lo arrojaron a una gran distancia. Ricgar cayó al suelo. Le costaba trabajo respirar y estaba sangrando. Sabía que no le darían tiempo de sanar. Colocó la palma de la mano hacia arriba y vio un signo que se materializaba sobre ella. «Me quedan pocas celdas de poder». Ambos líderes lo veían con una risa diabólica, mostrando sus afilados colmillos.


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