Guerras A-D. Jesús A. Ávila García
hacer! —gritó Homian furioso.
—Debemos esperar a que llegue ayuda—le dijo Jessav.
—¿Esperar? Llevamos horas esperando a esos estúpidos ángeles. Por tu culpa y por Agztran no pude ayudar a Adifer.
—A mí me parece que te salvaron —dijo Lormin—. Los monstruos te habrían llevado también.
En ese momento llegó Gammar. Un par de esferas salieron de sus ojos cubriendo su mano. La colocó sobre las heridas de su compañero y estas sanaron, aunque siguió inconsciente.
—¿Están bien? —preguntó el ángel levantando a Ricgar del suelo.
—¡No! ¡Se llevaron a Adifer! —gritó Homian.
—Tendremos que posponer el transporte normal. Usaremos el método de los demonios para hacerlo —comentó Gammar en voz baja.
—¿Qué transporte? ¿Hasta cuándo nos van a decir qué está pasando? —exigió Homian con desesperación—. ¿Dónde estabas mientras raptaban a Adifer?
—Tu enojo no te deja pensar. Les dijimos que no debían salir del escudo de luz —dijo el ángel elevándose con Ricgar inconsciente en los brazos.
Jessav miraba a lo lejos a donde se llevaron a Adifer. Solo se alcanzaban a distinguir dos puntos negros. Agztran repetía que esto no podía estar pasando. Lormin seguía llorando. Omjand estaba serio con los brazos cruzados. Homian apretaba los puños con fuerza y se podía sentir su coraje en el aire. Jessav seguía observado a sus amigos cuando todo comenzó a dar vueltas muy rápido. Cerró los ojos y todo se volvió negro.
23
Jessav se levantó de un salto de la cama. Tenía sudor en la frente y su corazón latía con fuerza. «Fue una pesadilla». Miró el reloj. Eran las cuatro de la mañana. Se recostó nuevamente. Sus ojos se acostumbraron a la obscuridad y logró distinguir su mesa de noche donde tenía una fotografía. No lograba verla en la obscuridad, pero sabía que en ella aparecía él con Adifer sentados en la banca de un parque. Era una de las primeras fotografías en las que aparecían juntos.
Al ver el marco de la fotografía recordó lo que había soñado. ¡Adifer había sido secuestrada! ¿Debería preocuparse a pesar de que se trataba solo de un sueño? Al igual que en estos últimos días, no había nada que pudiese hacer. No había respuesta a las preguntas que se acumulaban. Unos minutos después y con gran esfuerzo volvió a dormir.
Unas horas más tarde sonó la alarma del reloj despertador. Se preparó para ir a la escuela. Bajó a la cocina más callado que de costumbre. Su madre lo notó y le preguntó:
—¿Qué pasa, Jessav?
—Tuve un mal sueño acerca de una amiga —le respondió.
—Solo fue un sueño, no pasa nada. ¿Cuál amiga?
—Adifer.
—¿La conozco?
—Claro que la conoces, mamá. Ha venido a comer a la casa varias veces.
—Ni siquiera me parece haber escuchado ese nombre.
—¿Hablas en serio, mamá? Tengo una fotografía con ella junto a mi cama.
—No la recuerdo.
—La voy a traer —dijo Jessav y subió las escaleras malhumorado. Detestaba que la gente olvidara detalles importantes.
Entró a su habitación, tomó la fotografía sin siquiera verla y bajó de nuevo. Su madre ya había colocado el desayuno en la mesa.
—Aquí está —le dijo Jessav entregando la fotografía.
—¿Es esto una broma, hijo?
—¿Una broma?
Su madre no habló y le devolvió la fotografía. Jessav la miró. Su pulso se aceleró en un instante. No estaba Adifer en la fotografía; solo aparecía él sonriendo sentado sobre la banca del parque. «Esto no es posible». Tomó solo la mitad de su desayuno, pues se había quedado sin apetito. Fue corriendo deprisa a la escuela.
24
El primer amigo que Jessav vio fue Agztran. Se acercó corriendo hacia él y le dijo:
—¡Agztran! ¿Qué soñaste?
—Que raptaban a Adifer —le respondió pensativo.
—¿Y no has notado nada extraño hoy?
—Nada hasta ahora. ¿Y tú?
—Mi mamá no recuerda a Adifer. Tenía una fotografía en la que salía con ella, pero ahora solo aparezco yo.
—No entiendo qué sucede. Estoy cansado de tener ese maldito sueño.
Al terminar de hablar se alejó. Jessav decidió dejarlo solo. Entró al salón en la que tomaría la primera clase del día. Se sentó y miró hacia el frente con la mente divagando.
Estuvo así por un momento, pero el ruido de una mochila cayendo junto a él lo despertó de aquel estado. Miró a su lado y Homian estaba sentado observándolo.
—Soñaste lo mismo que yo, ¿verdad? Que raptaban a Adifer —dijo Homian.
—Mi mamá no recuerda a Adifer.
—Tenía una fotografía de ella en la billetera. Ahora está en blanco.
—Lo mismo pasó con una fotografía que tengo en mi habitación.
La clase estaba a punto comenzar. Lormin estaba sentada junto a Omjand. Agztran al final del salón. El maestro estaba tomando la lista de asistencia. Adifer no fue mencionada y al parecer nadie en el salón se percató de ello. Jessav miró a Homian que mostraba angustia. Lormin tenía una expresión de confusión al igual que Agztran. Omjand no mostraba ninguna expresión y parecía estar pensando, pero agitaba un lápiz entre sus dedos con bastante fuerza. Jessav agachó la cabeza y se cubrió los ojos con las manos. Estaba conteniendo el llanto. Permaneció así hasta que sintió un codo que lo golpeaba suavemente. Alzó la vista y Homian le hizo una señal con los ojos para que mirara al frente.
—¿Le pasa algo, Jessav? —preguntó el maestro.
—No profesor, no me pasa nada.
—¿Entonces podemos continuar con la clase?
—Sí, profesor.
La clase pasó lentamente para Jessav y sus amigos. Ninguno logró prestar atención al tema expuesto, por más entusiasmo que el maestro mostrara. Transcurrió el día completo sin que los amigos intercambiaran palabra alguna. Se reunieron al final del día en uno de los jardines. No sabían qué decir, pero necesitaban el apoyo mutuo. Nadie más en el mundo podría comprender lo que estaban viviendo. La gente había olvidado a Adifer por completo. Omjand fue quien decidió romper con el silencio:
—¿Qué vamos a hacer ahora?
—No podemos más que esperar hasta esta noche y soñar —respondió Homian con dureza.
—No te enojes, Homian —dijo Lormin.
—¿Que no me enoje? Adifer fue raptada por unos monstruos en el sueño. Ha desaparecido de este mundo y nadie la recuerda. ¿Tengo que reírme de esto? Ustedes hagan lo que quieran. Yo me voy a mi casa. No tengo por qué estar aquí hablando. Las palabras no van a solucionar nada.
Al terminar el pequeño discurso se levantó y se fue casi corriendo. Los demás se miraron unos a otros. Agztran dijo:
—Fue un poco rudo, pero tiene razón. Será mejor que nos vayamos a casa. Hay que esperar hasta la noche.
Caminando a casa, la voz de Homian seguía sonando en la cabeza de Jessav. «Tiene razón». Pasó la tarde pensativo hasta que llegó la hora acostumbrada de ir a la cama. Se recostó y no quería cerrar los ojos. Tenía miedo de dormir y de soñar nuevamente. Eventualmente el cansancio lo venció.
25