Guerras A-D. Jesús A. Ávila García
una roca.
—Esperemos que nos den una buena explicación —dijo Jessav.
—Ahí vienen —dijo Homian señalando las figuras blancas que se aproximaban—. Cuando lleguen hablaré primero.
Los dos ángeles aterrizaron frente a los jóvenes. Todos miraron a Homian.
—¿Qué rayos fue lo que pasó? —preguntó Homian elevando la voz.
—Adifer está sana y salvo y en poco tiempo estarán con ella. Fue raptada por los demonios, logramos rescatarla cuando ustedes regresaron a su mundo —dijo uno de los ángeles.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó Lormin.
—Mi nombre es Ricgar —dijo el ángel más alto—, y él es Gammar. Sé que tienen muchas preguntas. En poco tiempo serán respondidas. Lo único que tienen que saber por el momento es que necesitamos llevarlos con Adifer. Los demonios tratarán de llevárselos también y debemos protegerlos. Esta vez permanezcan en el escudo de luz y no salgan por ningún motivo. Los demonios no pueden atravesarlo.
—De acuerdo —dijo Omjand—, pero cuánto tiempo pasará hasta que podamos…
No pudo terminar la frase porque él y Agztran fueron arrancados del suelo por unas sombras obscuras. Jessav no se dio cuenta de lo que había ocurrido. Omjand parecía haber desaparecido.
—¡Lormin! —gritó Homian, al descubrir que había sido llevada también.
Los dos demonios líderes se alejaban rápidamente. Ricgar fue volando tras los monstruos. Gammar levantaba las manos para formar el escudo de luz protector. Homian y Jessav corrieron a refugiarse en él.
—¡Quédense ahí! —gritó Gammar y se fue volando hacia un gran grupo de enemigos que se acercaban.
Los jóvenes miraban asombrados cómo el ángel peleaba contra los demonios. Lanzaba esferas y rayos de luz blanca mientras volaba por el aire. Los enemigos desaparecían casi al instante al ser tocados por los ataques luminosos.
—Parece una pelea de película de ficción —comentó Homian.
Jessav no dejaba de observar la batalla. Su amigo desvió la mirada hacia donde se habían llevado a Lormin, Omjand y Agztran. No alcanzaba a distinguirlos pues ya estaban demasiado lejos. El número de demonios que combatía Gammar había disminuido significativamente.
—¿Crees que logren salvar a los demás? —preguntó Jessav.
—Eso espero.
Pasaron algunos minutos. Gammar había triunfado y volaba hacia ellos. Cuando estuvo cerca dijo:
—Homian, Jessav, no se preocupen por sus amigos. Por hoy no podremos llevarlos a ustedes. La próxima noche serán transportados de la otra manera.
—¿Cómo puedes estar seguro de que no les va a pasar nada? —preguntó Jessav
—Porque todo esto está planeado. Es más sencillo así.
—¿Cómo que más sencillo? —cuestionó Homian.
—Una vez más les repito que responderemos sus preguntas a su debido tiempo. Por ahora deben saber que cuando regresen a su mundo la gente no recordará a sus amigos.
—Eso explica lo de Adifer —comentó Jessav.
—Nos veremos después —dijo el ángel rubio.
Jessav y Homian lo vieron alejarse surcando el cielo. Todo comenzó a dar vueltas. Lo extraño era que no sentían náuseas. Cayeron de rodillas y cerraron los ojos. Cuando los abrieron, estaban recostados en sus respectivas camas.
26
Jessav se levantó unos segundos antes de que sonara el despertador. Comió el desayuno sin ganas y se dirigió al colegio. Esta vez ni siquiera notó el aroma a fresas en el trayecto. Tampoco miró el cielo ni el movimiento de las nubes.
Sabía que no habría nadie más que Homian del grupo de amigos. Llegó a la escuela y observó a su alrededor. Todos parecían felices, con una vida normal. Sus obligaciones eran ir a la escuela, hacer la tarea, presentar exámenes y pasar las materias. Claro que algunos de ellos tenían problemas, pero ninguno como los que estaban viviendo Jessav y sus amigos.
Llegó al salón de clases. Homian había llegado ya y estaba sentado haciendo la tarea que debió haber terminado la tarde anterior. Jessav recordó que tampoco la hizo, aunque no le importaba tanto como antes. Se acercó a su compañero e intercambiaron un saludo vacío.
—He estado pensando en lo que nos dijo el ángel. ¿Cómo se llamaba?
—Gammar, creo —respondió Homian.
—¿Recuerdas que nos dijo que nos llevarían de otra forma?
—Sí, y que todo estaba bajo control.
—Creo que a nosotros no nos llevarán los demonios. Los ángeles parecían muy preocupados por nuestra seguridad. Sé que Adifer, Lormin, Agztran y Omjand están a salvo —explicó Jessav.
—Es frustrante no saber lo que está ocurriendo.
El salón se fue llenando poco a poco con todos los alumnos de la clase. El día pasó despacio para Jessav y Homian, como era normal en estos últimos días. Cuando llegó el momento de ir a casa, los jóvenes estaban de pie en el estacionamiento de la escuela.
—Nos vemos en unas horas —dijo Homian caminando hacia su auto.
Jessav fue a pie a casa. Por un momento pensó en pedirle a Homian que lo llevara y así podrían hablar un poco más. Sin embargo, seguramente le diría que hablar no servía de nada y mejor esperaran a ver lo que sucediera. Al anochecer dio un abrazo y un beso en la mejilla a su madre con más cariño que de costumbre y subió a dormir.
27
Jessav apareció en la plaza y Homian estaba sentado en la roca.
—Veamos qué pasa esta vez —dijo Jessav colocándose a su lado.
—Creo que tienes razón —comentó Homian—. No nos van a raptar los demonios.
—Vamos a averiguarlo pronto —habló señalando la figura familiar que se acercaban volando. Ricgar se detuvo frente a ellos y dijo:
—No se preocupen por sus amigos. Están a salvo. Será mejor que comencemos la transportación. Gammar llegará en un momento con las esferas de luz. Crearé un escudo de protección. No salgan de él.
Ricgar cerró los ojos y respiró hondo. Levantó las manos y se elevó unos centímetros del suelo. Parecía a punto de realizar una tarea difícil y que requería de una gran concentración. Sus manos brillaron con una luz blanca. El resplandor de las manos pasó a todo el cuerpo, que ahora parecía hecho de luz. La luminosidad que rodeaba al ángel se fue haciendo cada vez más grande. Los jóvenes se vieron envueltos en la luz. Ricgar permaneció así por unos momentos, hasta que todo el resplandor regresó de donde había salido. El ángel tenía una pequeña bola de luz entre las manos que sostenía sin tocarla. Esta creció rápidamente y formó la mitad de una esfera. Era como el escudo que habían visto en los sueños pasados, pero mucho más alto y en un costado se formó una especie de túnel que se extendía hasta el horizonte. A Jessav le pareció que la estructura luminosa resplandecía más que la protección de las noches pasadas. No se podía ver muy bien a través de las paredes, porque brillaba intensamente.
Los dos amigos miraban sorprendidos la construcción. Ricgar estaba de rodillas y apoyando sus dos manos en el suelo. Respiraba agitado y había gotas de sudor en toda su cara. Su cabello negro y rizado parecía empapado de sudor.
—¿Estás bien? —preguntó Jessav.
—Sí, no se preocupen. Ahí viene Gammar —dijo Ricgar mientras dos esferas de luz le salían de los ojos, que rodearon su mano y giraron alrededor de esta. Después se tocó el pecho con la mano brillante y se levantó como si no hubiera sucedido nada. Ricgar