Guerras A-D. Jesús A. Ávila García
ángeles volaron hasta donde se encontraba Lormin. Ricgar la tomo en sus brazos y la recostó cuidadosamente en el suelo. Gammar se acercó y utilizó la técnica de curación en la joven. Ricgar colocó el cristal con Agztran sobre el puente. Lormin despertó y dijo:
—¿Jessav? ¿En dónde estoy? —intentó ponerse de pie pero Jessav la detuvo.
—Tranquila. Ya estás a salvo. Estamos en el mundo de los ángeles. Todavía no nos dan explicaciones, pero dijeron que pronto lo harán. Tú y los demás estaban en un cristal como en el que está Agztran, ¿lo ves? —dijo señalando—. Ahora lo van a sacar.
Jessav se sentó junto a su amiga y observaron a Ricgar y Gammar repetir el mismo proceso con el cristal que contenía a Agztran. Los ángeles cerraron los ojos frente a la esfera y el rayo de luz se encendió. Cuando creció hasta llenar por completo el cristal, la luz se debilitó hasta desaparecer. Gammar fue a recoger a Agztran, lo depositó con cuidado en el suelo y lo sanó. Jessav y Lormin caminaron despacio hasta su amigo.
—¿En dónde estoy? —preguntó Agztran aturdido.
—Estás en nuestro mundo —respondió Gammar.
—Estaba flotando y tenía frío.
—Tranquilo. Todo está bien —lo consoló Gammar.
—Sacaremos a Adifer y Omjand de los cristales, para eso debemos ir a las otras ciudades. Después regresaremos a Ciudad Zul y podrán preguntarnos cualquier cosa que deseen saber —comentó Ricgar.
—Lormin, antes de salir debemos asignarte tu piedra de poder —dijo Gammar.
—¿Mi piedra de poder?
—Ven conmigo —le pidió Ricgar tomándola de la mano y conduciéndola frente a la esfera de luz. Gammar caminó hasta el tablero en la pared y señaló una serie de signos. El puente que se había formado brilló, se redujo poco a poco de tamaño y desapareció. Mientras sucedía todo esto Lormin dio unos pasos hacia atrás. Ricgar caminó hacia ella y le dijo con calidez:
—No tengas miedo. Acércate a la esfera de luz.
Lormin lo obedeció y se acercó con pasos pequeños.
—¿Qué tengo que hacer? —preguntó nerviosa.
—Coloca tus manos sobre la esfera y repite estas palabras en la mente: direm nurlas...
—…balasni groz —Lormin terminó la frase—. ¿Por qué conozco esas palabras?
—La esfera está comenzando a reaccionar contigo.
—¿Qué significan esas palabras? —preguntó Jessav.
—No lo sabemos. Esta frase ha sido utilizada desde siempre. Hay una leyenda que dice que era el lenguaje utilizado por los creadores de las esferas de luz. Lormin, coloca tus manos sobre la esfera y repite la frase en tu mente.
—De acuerdo —dijo Lormin titubeando.
Muy despacio extendió su mano derecha hasta colocarla en la esfera. Temía que la luz brillante que emanaba de ella la quemara, pero no sintió cosa alguna. Después colocó la mano izquierda. Cerró los ojos y repitió las palabras en su cabeza. La esfera de luz titilaba. Lormin se separó unos centímetros del suelo y su frente brilló. El resplandor cambió de forma hasta volverse un óvalo. Cuando la luz desapareció, en su lugar quedó una piedra color amarillo. Era la misma piedra que la mujer de ojos amarillos había utilizado para aparecer el vehículo. La joven descendió los centímetros que la separaban del suelo. Abrió los ojos y tocó la piedra suavemente.
—¿Es esta la piedra de poder?
—Sí. Después aprenderás a usarla —comentó Gammar con una sonrisa.
—Siento algo extraño —dijo Lormin y repentinamente un rayo de luz amarilla salió de la piedra ovalada en su frente, destrozando una pared.
—¡Lormin! ¡Cuidado! —gritó Jessav.
—¿Qué hago? ¡No deja de disparar! —gritaba moviéndose de un lado a otro y destrozando más pedazos de la construcción.
—¡Lormin, escúchame! ¡Primero deja de moverte! —gritó Ricgar. La joven obedeció y el ángel continuó—. Bien. Ahora trata de calmarte y concéntrate. La piedra de poder reacciona con tu mente. Imagina que el rayo de luz desaparece y así lo hará.
—De acuerdo —contestó Lormin asustada y cerrando los ojos. Poco a poco el rayo fue desapareciendo.
—Bien hecho. Voy a poner un seguro en tu piedra en lo que aprendes a controlarla. Coloca tus dedos índice y medio debajo de la piedra —ordenó Ricgar.
Lormin lo hizo y el ángel apareció una pequeña esfera luminosa que tocó los dedos índice y medio de la joven, los cuales brillaron por unos segundos.
—Listo. De ahora en adelante, siempre que requieras activar la piedra deberás tocarla con esos dedos. Ahora debemos sacar al resto de los elegidos de los cristales. ¿Quieres acompañarnos, Lormin? O prefieres quedarte y descansar —dijo el ángel.
—Me siento cansada. Preferiría quedarme. ¿Qué pasará con lo que destruí?
—No te preocupes por eso. La esfera de luz lo arreglará en poco tiempo —contestó Gammar.
La mujer de ojos amarillos entró a la habitación y caminó hasta colocarse a un lado de la joven. Con una voz suave le dijo:
—Si gusta puedo llevarla a su habitación, prii Lormin.
—Gracias. Disculpen Jessav y Agztran, me siento un poco extraña —dijo y siguió a la mujer de la trenza larga.
Los demás observaron cómo salían de la habitación. Jessav se sintió algo molesto de que Lormin no haya querido saber qué pasaría con los demás amigos. No quiso juzgar pues no sabía lo que ella había sentido dentro del cristal.
—Iremos a Ciudad Ropav. Ahí sacaremos a Adifer —indicó Gammar ayudando a Agztran a ponerse de pie—. Ustedes tampoco necesitan ir si no lo desean.
Jessav y Agztran respondieron al mismo tiempo que querían acompañarlos y ver el resto de las ciudades.
Antes de salir, Gammar utilizó el panel de símbolos e hizo que la esfera volviera a brillar. El gran rayo de luz apareció al instante. Los cuatro salieron de la habitación y descendieron por la gran escalera en espiral. Jessav miró a Agztran y sonrió al ver cómo miraba todo con asombro. Seguramente era la misma expresión que él había tenido al recorrer el palacio por primera vez solo unos minutos antes.
7
No le tomó mucho tiempo a Homian dominar el vehículo. La mayoría de las personas en la ciudad lo miraban y comenzaba a sentirse incómodo. No sabía por qué llamaba tanto la atención. ¿Sería el vehículo que estaba utilizando? Dudaba que fuera el único con un medio de transporte volador en ese mundo. Seguía volando por el cielo dentro de la bola de fuego. Sintió que podía pasar horas así. Nunca había experimentado ese sentimiento de libertad e independencia. Con cada minuto que pasaba volaba más rápido. Sentía curiosidad por saber el límite de velocidad que podía alcanzar, pero dentro de la ciudad era muy difícil. Siempre había un edificio o alguna torre que le impedía acelerar. Si salía de la ciudad podría hacerlo, pero Chash le había advertido que no lo hiciera. Mientras se debatía en obedecer o no escuchó una voz que decía:
—Prii Homian, debe volver al palacio. Ya han salido.
El joven se quedó inmóvil por unos momentos. Le sorprendió escuchar aquella voz dentro de su cabeza. Recorrió el camino de vuelta al palacio. Sabía exactamente en dónde estaba pues había un gigantesco rayo de luz amarilla para guiarlo.
Cuando llegó se detuvo al pie de las escaleras y salió de la bola de fuego. Ricgar le dijo:
— Ahora iremos a Ciudad Ropav para sacar a Adifer de su cristal.
Homian se acercó y vio que Agztran estaba de