Guerras A-D. Jesús A. Ávila García

Guerras A-D - Jesús A. Ávila García


Скачать книгу
otro ángel llegó flotando unos centímetros sobre el suelo. No agitaba las alas. Venía por el túnel que se unía a la enorme esfera. Sabían que era Gammar porque Ricgar se los dijo. De no haberlo hecho no sabrían de quién se trataba. Solo se podía distinguir su silueta. Estaba rodeado de luces de varios colores: amarilla, azul marino, roja y azul celeste. Los colores iban de un lado a otro. Gammar llegó junto a ellos y sin decir una palabra se detuvo junto a los jóvenes. El ángel se colocó frente a su compañero y este les indicó dónde pararse. Los cuatro formaban los vértices de un cuadrado. Ricgar dijo:

      —Miren al frente y no se muevan.

      Los ángeles extendieron los brazos a los lados. El resplandor de Gammar desapareció y cuatro esferas de diferentes colores aparecieron a sus espaldas. Dos de ellas se colocaron del lado derecho de Gammar y otras dos del lado izquierdo. Daban vueltas en un mismo sentido, alrededor de Homian y Jessav.

      Giraban cada vez más rápido hasta que ya no se podían distinguir con facilidad. Solo se podía observar una barrera que resplandecía con un brillo multicolor, como el que tuvo Gammar hacía unos momentos. Los cuatro colores se movían de un lado a otro. Jessav tenía miedo, pero no se atrevió a moverse. La barrera brillante aumentó de altura. Primero despacio y después más rápido hasta que se perdió de vista en el cielo.

      Jessav y Homian comenzaron a flotar. Se separaron del suelo unos centímetros y al poco tiempo se elevaron cada vez más. Entre más subían más rápido se desplazaban. Los dos jóvenes tenían las manos en los costados. No podían levantarlas pues la velocidad de asenso era tan grande que no se los permitía.

      Al final del túnel se podía ver un remolino de colores que parecía hecho de agua. Se formaban ondas en el centro, como cuando se arroja una roca a un lago. Jessav y Homian lo miraban acercarse a gran velocidad hasta que lo atravesaron. Hubo un gran resplandor de luz multicolor que los cegó. El brillo duró solo un instante, pero Homian y Jessav no lo notaron. Estaban inconscientes.

      1

      Jessav abrió los ojos. Alguien lo empujó levemente indicándole que se sentara, lo cual hizo muy despacio. Solo veía manchas borrosas que se movían de un lado a otro. Poco a poco las siluetas comenzaron a tomar forma. Solo pudo reconocer a tres personas de las que se encontraban en la habitación. Ricgar y Gammar estaban frente a él. No tenían alas, su ropa no era color blanco brillante y sus ojos no resplandecían. Parecían personas comunes y corrientes. Homian estaba a su lado acostado con los ojos cerrados sobre un recuadro que flotaba en el aire y brillaba con luz roja. Miró hacia abajo y descubrió que también él estaba sentado sobre un recuadro flotante de color amarillo.

      Homian despertó y miró a su alrededor con los ojos entrecerrados. «Aún no puede ver», pensó Jessav poniéndose de pie frente a Ricgar y Gammar. Las otras personas que se encontraban ahí lo miraron. Eran cuatro; dos mujeres y dos hombres. Los ojos de cada uno de ellos eran de distinto color, un hombre los tenía rojos y el otro azul marino, una mujer amarillos y la otra azul celeste. «Son los mismos colores que tenían Adifer, Lormin, Homian y Omjand. Y los mismos de las esferas». El lugar en el que se encontraban era un cuarto pequeño de paredes redondas. Había una cúpula en el techo. Las paredes estaban llenas de signos que no reconoció. Homian se sentó en el borde del recuadro y dijo:

      —¿En dónde estamos?

      —Están a salvo —dijo Ricgar—. Han sido transportados.

      —¿A dónde? —preguntó Jessav.

      —A Primon, nuestro mundo. Falta poco para darles una explicación —respondió Gammar sonriendo.

      Jessav miró a sus espaldas y abrió los ojos como platos. Su corazón se aceleró. Homian dirigió la mirada hacia la misma dirección y gritó:

      —¡Qué les están haciendo!

      Adifer, Lormin, Omjand y Agztran estaban encerrados en cristales en forma de rombo, que tenían un ligero resplandor con los colores familiares que ya habían visto. El cristal de Lormin era amarillo, el de Adifer era azul celeste, el de Omjand era azul marino y el de Agztran era blanco. Los cuatro jóvenes estaban flotando en el centro de los cristales con los ojos muy abiertos y con una mirada tétrica. No se movían ni parecían respirar.

      Homian se levantó y se acercó al cristal que contenía a Adifer. Jessav permaneció sentado y observó a los presentes esperando indicaciones. Ricgar caminó junto a Homian, lo tomó del brazo y despacio lo sentó en el recuadro de luz en el que había despertado. Después se colocó frente a ellos y les dijo hablando despacio para que comprendieran cada una de sus palabras:

      —Escuchen lo que voy a decirles. Después lo sabrán sus amigos, pero me parece ya es hora de darles por lo menos una explicación. Existen dos formas de transportar a seres vivos a este mundo. La primera forma es la más complicada y peligrosa. Debemos reunir las cuatro esferas de luz, de los cuatro palacios, y usarlas para crear un portal. Las esferas deben recargar su energía un día completo. Lo peligroso es que los demonios tienen más probabilidades de robar las esferas de luz y las ciudades quedan vulnerables.

      Los jóvenes tenían más preguntas que antes, pero no las dijeron en voz alta. Ricgar parecía no haber terminado su explicación y continuó:

      —La segunda forma es más rápida y tiene peligros. Como ya habrán deducido, los demonios son nuestros enemigos. Ellos desean apoderarse de las esferas de luz. Siempre tratarán de evitar que transportemos a priis o futuros ángeles, así que los secuestran. Sin embargo, los demonios no pueden matar a nadie en el sueño de conexión. Necesitan transportar sus víctimas a este mundo para lastimarlos de verdad. Lo hacen de esa forma —dijo mientras señalaba hacia los cuatro jóvenes en sus prisiones de cristal—. Una vez dentro de esos cristales son llevados a su reino, donde suponemos tienen algún tipo de portal. Lo que nosotros debemos hacer es recuperar los cristales antes de ser transportados del sueño de conexión a nuestro mundo. El peligro reside en no lograr interceptar los cristales, pero es más sencillo de lo que parece. No hemos fallado ni una sola vez.

      —¿Qué es el sueño de conexión? —dijo Jessav. Tenía demasiadas preguntas en la cabeza y esa fue la primera que salió de su boca.

      —Para poder transportarlos, sus mentes necesitan entrar en la misma sintonía que nuestro mundo. El proceso inicia con el primer sueño. Los que siguen son una repetición del primero. En ese sueño estamos en un lugar intermedio entre nuestros mundos. Cuando todos los participantes están en sintonía, el sueño deja de ser una repetición y pueden moverse libremente. Esa repetición solo sucede con las personas que serán transportadas. Los habitantes de Primon podemos movernos libremente. Sin embargo, tratamos de hacer lo mismo siempre, para no confundirlos demasiado y que el sueño tenga sentido.

      —Notamos que el sueño cambiaba ligeramente —dijo Homian.

      —Muy buena observación. Me parece justo explicar más detalles cuando estén reunidos con sus amigos de manera que todos escuchen. Vamos a sacarlos de los cristales y después podrán hacernos todas las preguntas que deseen. Les agradecemos su paciencia hasta el momento.

      Las otras personas que acompañaban a Ricgar, incluyendo a Gammar, caminaron hacia los cristales. Gammar se colocó detrás del cristal que contenía a Agztran. El hombre de ojos rojos se colocó junto a Homian, observándolo con una ligera sonrisa. Las dos mujeres caminaron y se colocaron detrás de Adifer y Lormin respectivamente.

      Ricgar hizo un movimiento con la mano y el techo de la habitación desapareció. Los jóvenes miraron el cielo que era de un color azul muy claro. Había nubes grises y blancas que volaban sobre ellos.

      La mujer detrás de Lormin era de estatura mediana, de ojos amarillos, piel blanca y cabello negro y lacio recogido en una trenza muy larga. Alzó ambos brazos y apareció una pequeña esfera de luz amarilla. La esfera de luz desapareció y en su lugar quedó una piedra color amarillo. La piedra era ovalada y a su alrededor tenía un marco de un amarillo más obscuro. La piedra brilló y un rayo salió de ella. La luz tomó la forma de un disco con resplandor


Скачать книгу