Guerras A-D. Jesús A. Ávila García
nubes, sino debajo de la tierra. Los colores que predominaban eran el negro y el rojo. Los edificios estaban en diferentes alturas y estaban colocados sobre formaciones rocosas. En la mayoría de las paredes había picos que parecían filosos. Las ventanas tenían forma de rombo o de estrellas de seis puntas. Toda el área era muy obscura; era iluminada parcialmente por esferas rojas y antorchas de fuego, las cuales estaban distribuidas por toda la ciudad. A los jóvenes les pareció impresionante. Homian miraba todo con una sonrisa que se ensanchó cuando divisó el palacio.
El palacio era de una arquitectura similar al resto de las construcciones. El edificio de entrada tenía varias puntas a los lados. Había un arco de fuego que iba de un extremo a otro de los edificios laterales. Había dos pequeñas torres a los lados con llamas en la punta y con dos bolas enormes llenas de picos, que estaban envueltas en llamas. Al igual que los otros dos palacios, tenía una torre de la cual salía el gigantesco rayo de luz roja. La torre tenía aros de fuego que la rodeaban. Del rayo caían pequeñas esferas de fuego por los alrededores del palacio. Se acercaron a la entrada y Gammar dijo:
—Espera aquí, Agztran. Como en Ciudad Ropav, no puedes entrar hasta que Homian lo permita porque necesita la piedra de poder. No tardaremos.
Homian, Chash y el ángel entraron al palacio atravesando la puerta a través del resplandor rojizo de protección.
12
A Jessav siempre le había gustado nadar. Sabía que entre más salada era el agua era más sencillo flotar. Esta agua era dulce y aun así se sentía muy ligero. Podía mantenerse a flote casi sin hacer movimientos con todo y que la ropa que traía era incómoda para estar en el agua. Estaba perdiendo la paciencia cuando finalmente Ricgar salió volando del mar. El joven se cubrió la cara para que el agua no cayera en sus ojos.
—Aquí está el vehículo —dijo el ángel. Parecían alas hechas de cristal. Eran mucho más pequeñas que las de Ricgar, pero con la misma forma.
—¿Con esto puedo respirar bajo el agua?
—No. Con el vehículo puedes descender hasta el fondo y llegar a la ciudad. El agua te manda hacia la superficie con gran fuerza, por lo que no podrías llegar ni a dos metros de profundidad. Con esto puedes respirar bajo el agua —dijo extendiendo la mano; dos pequeñas esferas salieron de ella y se introdujeron en los orificios de la nariz de Jessav.
—¿Realmente necesito el vehículo?
—Intenta hundirte —dijo Ricgar con una sonrisa.
Jessav sumergió la cabeza para ver si realmente podía respirar bajo el agua y así fue. Intentó nadar hacia el fondo, pero solo logró sumergirse un poco. Era como si tuviera una bolsa de aire que lo halaba hacia arriba. Después de varios intentos se rindió y salió a la superficie. Sintió vergüenza y se sonrojó. El ángel sonrió, le dio el vehículo y sin pronunciar palabra se hundió bajo la superficie.
El joven miró las alas de cristal que debía utilizar. No sabía cómo usarlo. Supuso sería sencillo puesto que no recibió instrucciones de Ricgar. ¿Lo estaría poniendo a prueba? Había un botón al centro y lo presionó. De las puntas de las alas salieron burbujas que lo impulsaron hacia delante. Identificó unos surcos donde podía colocar las manos, pero no sabía cómo dirigirlo. Avanzaba hacia el frente sin detenerse. Se puso nervioso cuando vio que iba directo al rayo de luz azul marino.
Ya estaba muy cerca del rayo de luz y no sabía cómo detenerse. «¿Voy a morir así sin saber de qué se trató todo?». Ricgar salió de las aguas cristalinas y lo tomó en brazos. Presionó el botón y el vehículo dejó de sacar burbujas. Colocó a Jessav en el agua nuevamente y le dijo:
—Lo lamento, no quise asustarte así. Tómalo como una lección. Ni Gammar ni yo les mentiremos. Si decimos que necesitas una herramienta para sumergirte en el mar es porque no hay otro modo mejor.
Jessav permaneció pensativo. A pesar del tono amable del ángel le pareció un trato duro. Decidió no volver a dudar de lo que escuchara. Entendió que estaba en un mundo extraño donde muchos de sus conocimientos no aplicaban de la misma manera. Ricgar colocó una mano en su hombro y le dijo:
—Vamos a la ciudad. Pon las manos en los soportes. Para controlarlo debes presionar con las manos.
Encendió el vehículo y avanzó hacia el frente. Presionó las ranuras y notó que podía cambiar de dirección con facilidad. Dirigió el vehículo hacia abajo para sumergirse y llegar hasta la ciudad.
Ricgar lo seguía utilizando las alas para nadar bajo el agua. Jessav no podía mantener los ojos abiertos por la velocidad que llevaba. El ángel lo notó y extendió la mano hacia él. Disparó un rayo de luz blanca hacia los ojos de Jessav, que sintió los ojos hinchados y los cerró. Al abrirlos de nuevo no tenía dificultad para ver. Además, ya no veía borrosos los objetos lejanos como si usara sus lentes.
Divisaron la ciudad submarina. Los edificios estaban hechos con cristales azulados y tenían la forma de cuarzos alargados que parecían salir de la tierra. Todos estaban cubiertos por una media esfera transparente, como una burbuja. Esta impedía que el agua inundara los edificios. Las ventanas tenían forma de rombos y otros eran como relojes de arena. A Jessav le pareció increíble la ciudad. Los cristales y el agua hacían una combinación muy bella.
Llegaron a la entrada del palacio. También estaba hecho de cristal y era mucho más grande que el resto de las construcciones. Los edificios laterales eran de diferentes tamaños que armonizaban con el principal. El palacio estaba adornado con pequeños cristales en forma de diamante de diferentes tonos de azul. La torre de la que salía el rayo era de cristal también. Tenía anillos alrededor hechos de cuarzos azulados. De la torre caían burbujas pequeñas que desaparecían en los alrededores del palacio. Ricgar y Jessav atravesaron la esfera que cubría el palacio. El vehículo del joven flotó con suavidad hasta dejarlo en el suelo.
—Espera aquí, Jessav —dijo el ángel mientras le regresaba sus lentes y entraba al palacio.
Esperó observando la ciudad bajo el mar y la gente de los edificios. Como supuso, usaban ropa con tonos azul marino con los signos que había visto anteriormente y que no podía leer. «Tal vez debería hacer lo mismo que Homian y pasear por los edificios». Se disponía a tomar el vehículo cuando escuchó en su cabeza la voz de Ricgar que lo sobresaltó:
—Listo. Omjand está fuera del cristal.
En pocos minutos Ricgar, Yeston y Omjand aparecieron por la entrada del palacio. Su amigo tenía en la frente una piedra con forma de reloj de arena. Se movía despacio como si siguiera aturdido. Jessav caminó hacia él y le dio un abrazo amistoso.
—¿Quieres ver el palacio por dentro? —preguntó Ricgar.
—Tal vez después. Prefiero regresar a Ciudad Zul para que resuelvan nuestras dudas.
—De acuerdo. Iremos a Ciudad Zul ahora mismo. Yeston informará a Narla, Sarlen y Chash.
Yeston, el asistente de Omjand de ojos rasgados color azul marino, alzó las manos y la piedra en forma de reloj de arena apareció nuevamente. De la piedra salió un disco de luz azul que se posó en el piso. Yeston entró al círculo luminoso y comenzó a hablar solo. Jessav supuso que se estaba comunicando con los demás.
Omjand puso los dedos debajo de la piedra de poder. Un rayo de luz azul marino salió de ella y apareció el vehículo en forma de tabla de surf. Yeston hizo aparecer un vehículo idéntico. Ricgar dijo a Jessav:
—¿Quieres que te lleve a la superficie? O quieres utilizar el vehículo.
—Creo que iríamos más rápido si me llevas tú.
Omjand y Yeston se elevaron hasta salir de la burbuja enorme que contenía el palacio. Ricgar tomó a Jessav y nadaron hacia la superficie. Salieron del agua y se dirigieron hacia el rayo de luz amarilla que se veía a lo lejos. Al principio, Omjand no lograba ir en línea recta. Después de unos minutos sus movimientos mostraban más seguridad y se iba estabilizando. Mientras llegaban a la ciudad, los dos amigos conversaron acerca de lo que había ocurrido.
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