Guerras A-D. Jesús A. Ávila García
debía hacer. Repitió las mismas palabras que le dijo a Lormin, agregando solo una frase:
—Cuando aparezca la piedra de poder en tu frente, permanece tranquila y coloca tus dedos índice y medio debajo de ella.
Adifer colocó las manos a los lados de la esfera y flotó unos centímetros. Apareció la piedra rectangular en su frente y colocó los dedos debajo como le indicó el ángel. Ricgar creó el seguro para que no se activara por accidente.
—Ahora vamos a la entrada para que los demás puedan entrar al palacio.
Adifer, Narla, Ricgar y Gammar salieron de la habitación, la cual era idéntica a la habitación de Ciudad Zul, aunque los símbolos y la esfera de energía eran de color celeste y no amarillos. Bajaron las escaleras y caminaron por los pasillos y habitaciones iluminadas por esferas pequeñas luminosas. Adifer miraba de un lado a otro. Le sorprendió ver que algunas personas que se topaban con ellos le sonreían y hacían una leve reverencia.
Llegaron hasta la entrada y salieron del palacio. Adifer corrió buscando a Homian, pero no lo vio y se detuvo.
—¿En dónde está Homian?
—Ahí viene —le respondió Chash señalando un lugar en el cielo.
Homian hizo una entrada espectacular con su bola de fuego. Salió de ella corriendo hacia Adifer. La abrazó con fuerza y la besó en los labios. Después le preguntó:
—¿Estás bien?
—Sí, me alegro que tú también —dijo sonriendo—. ¿Ya viste el palacio? Es muy grande.
—Es impresionante —dijo Homian acariciando la mejilla de Adifer y después su piedra de poder de forma rectangular.
Ricgar voló hacia ellos y dijo:
—Ahora que Adifer está afuera del cristal y tiene su piedra de poder, pueden entrar a ver el palacio. Todos acérquense. ¡Teff, Grac, ustedes también!
Los gemelos de cabello rojizo que estaban a un costado del palacio miraron al ángel y caminaron hacia el grupo. Solo el hombre de ojos azul marino con el cristal que tenía a Omjand permaneció alejado. Gammar dijo:
—Adifer, colócate al enfrente. Piensa en los aquí presentes e imagina que la barrera de la puerta desaparece. Manteniendo ese pensamiento pon tus dedos debajo de la piedra como lo hiciste en el palacio.
La joven se colocó al frente y los miró por un momento. Colocó los dedos debajo de la piedra. Un rayo de luz celeste salió de la piedra e iluminó al grupo. Ricgar dijo:
—Muy bien hecho, Adifer. Parece que no vas a tener muchos problemas en dominar el uso de la piedra. Ahora pueden entrar.
Entraron al palacio siguiendo a Ricgar, Gammar y Narla, que conocían el palacio a la perfección. Recorrieron solo un poco para no perder tanto tiempo y sacar a Omjand del cristal. Pasaron varios minutos en una habitación que parecía tener estatuas hechas de luz color celeste. Los gemelos Teff y Grac caminaban detrás del grupo. También veían cada habitación con los ojos muy abiertos, como si no pudieran creer lo que estaban presenciando. Finalmente regresaron a la puerta de entrada y Ricgar dijo:
—Chash, lleva a Homian a Ciudad Erif para asignarle la piedra de poder. Gammar y Agztran irán con ustedes. Jessav, tú y yo iremos con Yeston a sacar a Omjand en Ciudad Talcris. Teff, Grac, ustedes pueden quedarse en el palacio y Narla les mostrará sus habitaciones.
10
Jessav volaba llevado por Ricgar. Yeston, el hombre de piel bronceada y ojos rasgados azul marino, iba a su lado con el cristal de Omjand. Pasaban por encima de una jungla. El joven miraba el extraño paisaje. Los demás miraban al frente, hacia el rayo de luz azul marino que subía hasta el cielo. Lo que más llamó su atención fue que la selva no era de un color normal. Tenía diferentes tonos de verde, azul, rojo, amarillo e inclusive color negro. Mientras más avanzaban la selva parecía ponerse más densa. Jessav preguntó:
—¿La ciudad a la que vamos también está sobre las nubes?
—Ciudad Talcris está bajo el mar de Primon.
—Vaya. ¿Es muy grande el mar?
—Cubre una cuarta parte del mundo. Las cuatro ciudades están dentro territorios que ocupan una cuarta parte de la superficie total. Alrededor de las ciudades puede haber bosques, selvas, desiertos y montañas. Mira, ya se puede ver el océano.
El paisaje de la selva cambió de pronto a un mar cristalino. No había islas ni referencias de la dirección que llevaban. Se guiaban por el rayo de luz azul marino que salía del centro del océano. Cuando se encontraban cerca del rayo de luz se detuvieron en el aire. Ricgar le dijo a Jessav:
—¿Sabes nadar?
—Sí.
—Necesito traer un vehículo para que puedas ir bajo el agua— dijo descendiendo hasta quedar cerca de la superficie —. Será mejor que sostenga tus lentes.
Jessav los entregó y el ángel los guardó en uno de los bolsillos de su vestimenta. Depositó al joven en el agua, que tenía una temperatura agradable. Después se sumergió junto con Yeston. Una ola hizo que Jessav tragara un poco de agua; tenía un sabor dulce.
11
—¿Aquí es? —preguntó Agztran.
—Sí, el rayo de luz roja marca la ubicación —le respondió Gammar.
—Pero esto es un desierto de arena roja —comentó Homian.
—No todas las ciudades están en el cielo. Ciudad Zul y Ciudad Ropav están sobre nubes. Ciudad Talcris está debajo del mar y Ciudad Erif está debajo de este desierto.
—¿Y cómo vamos a entrar? —preguntó Homian que se había colocado junto a ellos.
—Tenemos que atravesar la tierra. Tu esfera de fuego puede hacer eso fácilmente. Para mí sería más fácil si no tuviera que llevar a Agztran en brazos.
—Pueden esperar hasta que regresemos con un vehículo. O podríamos abrir un camino lo suficientemente amplio como para que puedan descender —sugirió Chash.
—La segunda opción me parece mejor. Solo necesitamos apresurarnos, porque la arena se vuelve a cerrar casi de inmediato —comentó Gammar.
—Ahora entiendo por qué no hay señas de que alguien hubiera escarbado —dijo Homian.
—Prii Homian, usted descienda en línea recta a una velocidad moderada. Yo iré haciendo un espiral alrededor, para que el túnel sea más grande y nuestros compañeros puedan pasar.
Bajaron al nivel del suelo. A Agztran le pareció que la temperatura no era tan alta como hubiera esperado de un desierto. Chash miró a Gammar y este le hizo una seña.
—Baje verticalmente en este punto, prii Homian. Recuerde hacerlo a una velocidad moderada —dijo el asistente señalando un lugar en el suelo rojizo.
Homian asintió con la cabeza y se elevó un poco para poder girar su cuerpo dentro de la esfera y apuntar hacia el suelo. Gammar tomó a Agztran y subió por encima del vehículo en llamas. Cuando comenzó a descender, Chash lo imitó dando giros a su alrededor, creando un túnel lo suficientemente grande como para que las alas de Gammar pudieran pasar sin problemas. El ángel no perdió tiempo y, tomando al joven por la cintura, voló siguiendo el túnel que se estaba formando.
Agztran sintió que descendieron por mucho tiempo. No había referencias para medir su avance. Al frente solo podía verse la bola de fuego de Homian y la de Chash girando a su alrededor. Hacia atrás se podía ver cómo la tierra se cerraba justo a sus espaldas. «¿Qué pasaría si la tierra se cierra sobre los pies de Gammar?». Trató de no pensar en ello y se distrajo viendo las llamas rojas de los vehículos de Homian y Chash.
La tierra desapareció y llegaron a un lugar abierto. Era como una gigantesca caverna subterránea. Debía medir varios kilómetros, porque todos los edificios cabían en ese espacio.