Guerras A-D. Jesús A. Ávila García

Guerras A-D - Jesús A. Ávila García


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Así lo hizo y la llevó sobre el campo verde que se veía desde la montaña. Subían cada vez más alto. El paisaje, aunque hermoso, estaba desolado y no había señales de animales o de más personas. Llegaron a una plaza. La misma que había visto en los sueños anteriores. Homian la esperaba ahí junto a un objeto esférico envuelto en fuego. Los ojos de su novio tenían un color rojizo que resaltaba su mirada profunda. También combinaba bien con sus labios gruesos. Le pareció que ese debería ser el color natural de sus ojos. Minutos después llegó Lormin, en un disco amarillo que parecía tener luz propia. Después arribaba Omjand dentro de una burbuja con un ligero tono azul marino. El sueño terminaba después de que la mujer comenzara su discurso y la llamara prii Adifer. Sin embargo, hubo algo extraño las últimas veces. La cara de la mujer reflejaba angustia y su voz temblaba de una manera casi imperceptible. Parecía preocupada por algo.

      —Adifer…Adifer… ¡Adifer! —gritó Homian agitando su hombro.

      —¿Perdón? —preguntó la joven, apartando sus pensamientos y regresando a la realidad.

      —Pregunté que si pudiste cambiar el sueño. ¿Lo intentaste?

      —No pude. Pero noté que la mujer que me llevó parecía preocupada a diferencia de las ocasiones anteriores.

      —El sueño ha estado cambiando —comentó Omjand que no había intervenido en toda la plática.

      —Sí, como lo que notamos en las alas de los ángeles —dijo Jessav.

      —Será mejor que nos vayamos. No vamos a llegar a ninguna parte simplemente conversando —argumentó Homian poniéndose de pie con autoridad—. Lo más probable es que volvamos a soñar lo mismo. Dejemos que las cosas sucedan y de ahí analicemos si es algo bueno o malo.

      14

      Lormin apareció junto a Jessav y Agztran. «Estoy en el sueño». Iba a decirlo en voz alta, pero decidió no intentarlo al recordar la desesperación de la noche anterior. En la conversación Adifer sugirió dejarse llevar, como si estuvieran nadando en un río con la corriente fuerte. Entre más pelearan por escapar de ella mayor sería la desesperación.

      Sabía que todo sucedería exactamente como las noches pasadas. Los ángeles vendrían volando y se llevarían a Jessav y Agztran. Después ella gritaría que a dónde se los llevaban. Los ángeles eran dos puntos que se hacían cada vez más grandes. Se preguntó si en este sueño el tiempo transcurría a la misma velocidad que en el mundo real. A veces soñaba y le parecía que pasaban horas, pero al despertar se daba cuenta de que habían transcurrido solo unos minutos. Esta vez le pareció que los ángeles venían volando más aprisa que antes y que, a pesar de la distancia, parecían cansados. Su vuelo era irregular en algunos momentos y uno de ellos parecía sentir dolor cuando movía las alas. Un ángel era muy alto, quizá más que Homian que era el de mayor estatura del grupo. Su piel era blanca y tenía cabello negro, corto y rizado, muy parecido al de Omjand. El otro ángel era un poco más bajo, de cabello rubio y también con piel blanca. Ambos le parecieron apuestos y parecían estar en buena forma física. Tenían los músculos muy definidos. Se notaban porque llevaban camisetas blancas y sin mangas. «Espero que si llega a pasar algo nos puedan proteger».

      15

      Los dos jóvenes estaban de pie observando a los ángeles acercarse. Había una diferencia notable entre los sueños anteriores y el actual. Jessav pensó en hablarle a su amigo. Decidió no hacerlo para no sentir esa sensación de impotencia. Agztran no pudo resistir.

      —¡Jessav! —dijo y se sorprendió al escuchar su propia voz.

      Se sobresaltó al oír el grito de Agztran. Eso no había pasado antes. ¿Por qué ahora podían cambiar las cosas?

      —¡Amigos! —gritó Lormin que se acercaba corriendo. Los tres se miraban confundidos.

      —¿Qué está pasando? ¿Por qué podemos cambiar el sueño? —preguntó la joven.

      —No lo sé. Hay algo muy extraño —dijo Jessav mientras señalaba a los ángeles que se aproximaban rápidamente-. Sus alas están sangrando.

      Agztran no tuvo tiempo de comentar. Un ángel tomó a los dos jóvenes del brazo elevándolos en el aire. El otro hombre con alas tomó a Lormin de la cintura. Jessav sintió el viento dándole en la cara y supuso que surcaban el cielo con rapidez. Su amigo intentó hablar y las palabras se perdieron en el aire.

      —¿Qué dijiste? —preguntó lo más fuerte que pudo.

      —¿Qué está pasando? ¿A dónde vamos? —cuestionó Agztran.

      —¿Cómo quieres que lo sepa? Siempre nos habían llevado hacia el lado opuesto.

      —¡Pregúntale a Lormin! Ella dijo que en el sueño la llevaban en esta dirección.

      Jessav intentó llamar la atención de su amiga que estaba a su derecha. El viento dificultaba la comunicación. Iban a una velocidad increíblemente alta. Después de varios gritos finalmente lo escuchó.

      —¿Sabes a dónde nos llevan, Lormin?

      —Creo hacia la plaza donde están Adifer, Homian y Omjand. Vamos tan rápido que casi no puedo ver el paisaje.

      Los ángeles descendieron. En unos segundos se encontraron frente a sus demás amigos. Uno de los ángeles, el más alto, habló:

      —Están en peligro. Los enemigos saben en dónde estamos y ya deben estar en camino.

      —No se muevan y no salgan del escudo —dijo el otro ángel, mientras él y su compañero alzaban los brazos al mismo tiempo. Una luz blanca salió de sus manos. Se formó una esfera brillante que aumentó de tamaño hasta cubrirlos a ellos y a los jóvenes que miraban asustados.

      —Recuerden. No deben salir de la esfera —repitió mientras se alejaban volando. Los seis amigos se reunieron en el centro de la gran esfera de luz que los rodeaba.

      —¿Por qué tiene que pasarnos esto? —dijo Lormin con los ojos rojos y al borde del llanto.

      —Me pregunto a qué enemigos se refería el ángel cuando mencionó que saben en dónde estamos —preguntó Agztran.

      —Deben ser nuestros enemigos, I guess —respondió Omjand.

      —¿Realmente estamos seguros aquí dentro? La podemos pasar sin ningún esfuerzo —dijo Homian atravesando con la mano el escudo luminoso una y otra vez—. ¿Cómo es que los enemigos no van a poder entrar?

      —No hagas eso. Dijeron que nos quedáramos dentro —dijo Adifer halando a su novio al centro de la esfera.

      —¿Por qué querría alguien hacernos daño? No somos más que estudiantes —comentó Jessav.

      Se quedaron en silencio mirándose los unos a los otros.

      16

      Los dos ángeles se detuvieron sobre una colina. Sus ropas eran muy blancas y resplandecían ligeramente al igual que sus ojos. Descansaban brevemente mientras curaban sus heridas. Al poco tiempo retomaron el vuelo.

      —¿Crees que estarán bien, Ricgar? —dijo el más bajo de estatura pasando la mano por su cabello rubio.

      —Creamos un escudo fuerte, Gammar. Espero que los demonios no los encuentren. Debemos crear una distracción en otra parte, para que no tengan idea de dónde están. Hay otra cosa que me preocupa —dijo cambiando de dirección en el aire. Su compañero lo imitó y preguntó:

      —¿Qué es lo que te preocupa?

      —¿Cómo es que supieron que ellos estaban en preparación?

      —Nos habrán espiado —sugirió Gammar.

      —No lo creo. No hablábamos de la transportación frente a nadie. Ni siquiera lo hacíamos delante de los consejeros.

      —¿Qué pasa por tu mente?

      —Hemos inventado técnicas distintas a las de nuestros antecesores a lo largo


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