El poder de la aceptación. Lise Bourbeau
tiene un gran secreto que contarle y que no puede guardárselo más. Le confiesa que se quedó embarazada a sabiendas, para que él dejara a su mujer. Mario la mira. Una miríada de emociones se puede leer en su rostro: sorpresa, negación, ira, tristeza, ira de nuevo... Finalmente le dice:
–¿Y esto tenías pensado ocultármelo toda la vida? ¿Cómo has podido vivir conmigo todo este tiempo mintiéndome y atreviéndote a acusarme a mí de mentir? ¡Es increíble! ¿Te das cuenta de que lo que tú hiciste es mucho peor que lo que yo haya podido hacer? En tu caso, es una mentira deliberada; en mi caso, no era yo quien mentía, eras tú quien se lo imaginaba todo. ¿Cómo voy a poder confiar en ella a partir de ahora? –añade mirándome.
–¿Quieres que te ayude a ver todo esto con los ojos del corazón? A fin de cuentas, es el objetivo de esta visita: aprender a amar más y sobre todo de una manera más fácil y agradable. ¿Estás de acuerdo?
–Te escucho, pero si te pones de su parte dejaré de hacerlo. ¡Estoy tan enfadado que ya no sé si estoy preparado para oír tu opinión! –dice en un tono mucho más alto.
Se vuelve hacia Anna, aprieta la mandíbula y le dice entre dientes:
–Has hecho bien al confesarme esto delante de Lise, porque si hubiéramos estado solos, no me habría retenido tanto...
Anna baja la cabeza sin decir nada.
–Para empezar, es importante que te permitas enfadarte, es una de las etapas de la aceptación. Es completamente normal y humano vivir emociones cuando tocan una de nuestras heridas. Acepta esta ira y no te niegues a experimentarla. Para observarla mejor, ¿puedes decirme en qué parte de tu cuerpo la sientes?
–Por todo el vientre y en los brazos. De lo que tengo ganas ahora es de golpear a alguien o algo.
–Ahora, visualízala y dile que le vas a dar su espacio. Dale tiempo para que se acomode y tu cuerpo la absorba. En realidad, la sientes en tu cuerpo físico, pero solo es un indicio de lo que estás viviendo en tu cuerpo emocional y mental. Una observación completa debe tener en cuenta los tres cuerpos. Veamos ahora lo que está ocurriendo en tu plano mental. Estás acusando a Anna de haberte mentido. ¿Al principio de vuestra relación le preguntaste si se había quedado embarazada adrede? ¿No? Entonces, en realidad no te ha mentido, simplemente ha elegido no decírtelo. Espera un momento antes de responder. Déjame explicarte la definición de mentira. Enseguida podrás hacerme las preguntas que quieras.
»Una mentira es la incoherencia entre lo que una persona dice, piensa, siente y hace. Nadie sobre la Tierra está obligado a ir contando por ahí sus secretos o lo que piensa a todo el mundo. Sin embargo, si le hubieras preguntado a Anna y hubiese respondido que no, entonces sí habría mentido.
–Sabía que te pondrías de su lado... Estoy de acuerdo con que nadie está obligado a decirlo todo, pero ese secreto me implicaba directamente. Tendría que habérmelo contado.
–Estoy de acuerdo contigo con que habría sido preferible que te lo hubiese dicho desde el principio. Atreverse a compartirlo todo con la pareja es una costumbre excelente para llevar una vida íntima en armonía. Nuestra pareja debería ser nuestro mejor amigo, no tendríamos por qué sentir miedo de revelarle nuestros sentimientos más profundos. Pero sabes tan bien como yo que el miedo nos impide a menudo actuar de la manera que quisiéramos. No puedo evitar hacer alusión a lo que he oído hace un rato, cuando decías que tenías miedo de tener cáncer y que por eso no querías ir al médico. ¿Has compartido este sentimiento con Anna?
–No, jamás le he hablado de ese asunto. Pero no es lo mismo: eso no la implicaba directamente, después de todo es mi cuerpo.
Anna se enfada y replica:
–¿Tienes el descaro de decirme que eso no me concierne? Todo este tiempo he vivido preocupada. Ya no sé qué pensar de nuestro matrimonio. No eres el mismo conmigo ni con tus dos hijos. Y no soy la única que está intranquila con este asunto: todos los que te quieren también lo están. –Suspira y añade–: De nada sirve enfadarme. Me doy cuenta de que eres como yo: tenías mucho miedo de compartir tu inquietud.
–¿Te das cuenta, Mario –intervengo–, de que no le has mentido a Anna, que no se lo has dicho por culpa del miedo que sientes? El temor a saber que puedes tener una enfermedad mortal es legítimo, tanto como el que tiene Anna de que la dejes. Sabemos que estos miedos provienen de nuestra imaginación y que son la mayor parte del tiempo injustificados; a pesar de eso, están presentes. No sirve de nada negarlos. Por lo tanto, lo que tenéis que hacer ahora es permitíos sentirlo, porque es algo humano. Aceptar un miedo tiene un efecto balsámico, es verdaderamente mágico. ¿Veis cómo la aceptación puede hacer que veamos de modo diferente una situación, con los ojos del amor?
A Anna le corren las lágrimas por los ojos y tiene una sonrisa en los labios. Noto que revelar su secreto la ha aliviado. Por su parte, Mario se reacomoda y respira profundamente varias veces. Poco a poco, siento que va aflojando, que sus hombros se relajan. Me mira y me dice bajito:
–Debo admitir que me siento mejor. Ya no me duele el brazo, solo me molesta el plexo. Ya respiro mejor. Buena señal, ¿no? Ahora comprendo mejor por qué Anna me hacía tantas preguntas sobre mis idas y venidas. No conseguía comprender por qué quería siempre estar al tanto de todo. ¿Qué podemos hacer ahora?
–Os sugiero que comprobéis si habéis ocultado cosas a vuestros padres (tú, Anna, a tu padre; tú, Mario, a tu madre) cuando erais más jóvenes. Normalmente, cuando una situación desagradable sobreviene en nuestra vida adulta, es porque nuestra atención está sobre lo que no aceptamos cuando éramos jóvenes. Es por lo tanto muy probable que hayáis escondido algo, que no os hayáis aceptado en esa situación y que os sintáis culpables. Aún es más probable que les hayáis acusado de mentiros en un momento dado o de haber mentido a su pareja. Tomaos el tiempo necesario para reflexionar sobre esto y habladlo con vuestros padres si es posible. Volveremos sobre este asunto en la próxima visita.
»Para concluir el encuentro de hoy, os quiero decir que es perfectamente normal para la mayoría de nosotros tener una percepción errónea de lo que es el amor verdadero, pues nuestros padres o quienes nos educaron no nos han transmitido esa enseñanza. Finalmente, la definición de amor verdadero puede resumirse en la palabra ACEPTACIÓN: aceptarse y aceptar a los demás en todas las experiencias de la vida, incluso si no estamos de acuerdo, incluso si no coincide con lo que hemos aprendido. La noción de aceptación es espiritual, mientras que estar de acuerdo –tener la misma opinión– es una noción mental. Por eso el ego solo quiere aceptar algo o a alguien si está de acuerdo con la persona o la situación.
»Os voy a dejar anotada la definición de amor a uno mismo y a los demás que os he explicado hace un rato. Os aconsejo que hagáis referencia a ella tan a menudo como podáis, así la iréis asimilando mejor.
RECUERDA…
La mayoría de la gente se confunde al pensar que ciertas actitudes y comportamientos son amor verdadero: el cariño, la piedad, la devoción, el amor pasional, el comportamiento posesivo, el egoísmo y la complacencia.
Si la persona que da muestras de cariño tiene la más mínima expectativa, no está regalando amor, sino que está esperando recibir algo del otro.
Puede que la entrega sea motivada por el amor verdadero, pero hay muchos casos en los que no es así.
Quien quiera vivir un amor verdadero sabrá por intuición que ha llegado porque comienza justo cuando la pasión disminuye.
Nadie en el mundo puede hacer feliz a nadie. La felicidad solo puede venir del interior de uno mismo.