Pinceladas del amor divino. Erna Alvarado Poblete
en tu ámbito; sé tenaz y desarrolla estrategias realistas para avanzar hacia lo que anhelas, puesto que sabes que tiene la aprobación del Cielo. Para alcanzar esos sueños hay que estar despierta, alerta y centrada.
Muchas de nosotras invertimos parte de nuestra vida en hacer realidad los sueños de otros, descuidando así los propios, tal vez porque nos sentimos incapaces de llevarlos a cabo. Pero esa incapacidad no es real. Aleja de ti a tus enemigos: la pereza, la negligencia, el desánimo, la falta de fe, las palabras de quienes te dicen que nunca lo lograrás... No postergues los planes de Dios para tu vida.
Si no has comenzado aún a perseguir esos sueños, este es el momento. Ya seas madre, esposa, abuela, hermana, tía, hija... Te muevas en tu casa, en la oficina, la universidad, la empresa... Estés casada, soltera, viuda o divorciada... No hay límites para tu desarrollo, si Cristo es tu compañero de viaje cada minuto, hora, día, semana y mes del nuevo año. El camino está trazado por aquel que cumplió en ti su mejor sueño: salvarte.
4 de enero
Los dones de Dios
“Dios nos ha dado diferentes dones, según lo que él quiso dar a cada uno” (Rom. 12:6).
Ayer hablamos de los planes maravillosos que Dios tiene para cada una de nosotras. Me llena de emoción saber que, para el cumplimiento de sus planes, no nos ha dejado desprovistas. Su provisión es extraordinaria y está al alcance de todas, sin excepciones.
Si quieres caminar hacia el cumplimiento de tus sueños, aprópiate de los dones de Dios para ti. Cuando los tengas visualizados, avanza y atrévete a ser y a hacer. La naturaleza femenina posee rasgos que la hace singular; por otro lado, aun siendo todas las mujeres poseedoras de la misma naturaleza, cada una tiene un sello distintivo. Esta individualidad nos permite “ser y hacer” en el mundo de una forma peculiar, distintiva y única. Lo que no seas ni hagas tú, nadie más lo podrá ser ni hacer. ¿Acaso no dejaría eso un gran vacío?
Nuestra parte consiste en descubrir y desarrollar esas habilidades que Dios está dispuesto a transformar en dones, si las pones al servicio de tu desarrollo personal y en beneficio del prójimo. Este nuevo año es tiempo de apropiarnos en forma realista de los recursos personales que poseemos y ponerlos en acción. Cuando lo hagas, te darás cuenta de que hay cosas que nos son fáciles de realizar y otras que, aunque te parezcan imposibles, con esfuerzo personal, dedicación, entrega, práctica y confianza en Dios, podrás llevarlas al plano de lo posible.
Ten el coraje de convertirte en tu mejor opción; es decir, cree en ti, reconoce tus capacidades y no las escondas, porque el Señor no te las ha dado para que las dejes a un lado, sino para que les des buen uso. Atrévete a poner tu “sello personal” en todo lo que hagas. “La marca personal es como el ADN, es algo que nos hace únicos, que nos diferencia del resto, que nos convierte en seres singulares e irrepetibles. Es como nuestra huella digital, algo que nos permite ser reconocidos entre millones de seres parecidos” (Andrés Pérez Ortega).
Comienza hoy haciendo inventario de tus dones intelectuales, emocionales, espirituales y materiales; sé capaz de desafiar un reto llevándolo adelante. Ningún camino se hace largo si, al transitarlo, vas descubriendo, creando, aprendiendo y sirviendo. Tienes un año por delante y, justo a tu lado, a un Dios amante que se dispone a ser tu guía, consejero y amigo incondicional.
5 de enero
Y ahora... manos a la obra
“Ahora pues, dentro de sus posibilidades, terminen lo que han comenzado con la misma buena disposición que mostraron al principio, cuando decidieron hacerlo” (2 Cor. 8:11).
Viktor Frankl, el creador de la logoterapia, dice en uno de sus libros que podemos descubrir el sentido de la vida en función de tres condiciones: 1) acogiéndonos a los dones de Dios; 2) moviéndonos a la acción; y 3) a través del sufrimiento.
Ayer hablamos del primer aspecto: recibir los dones de Dios y ponerlos en uso. Hoy te invito a reflexionar en la segunda condición, para encontrar el sentido de la vida: la acción. Movernos a la acción quizá sea el paso más complicado cuando nos enfrentamos a diversas dificultades; sin embargo, al hacerlo, entramos en un proceso de mejora permanente, lo que nos abre puertas a una infinidad de posibilidades.
Acción, movimiento, son cosas que parecen simples; sin embargo, frente a una gran dificultad, muchas de nosotras nos quedamos petrificadas, totalmente paralizadas. Para que hagamos algo en esas circunstancias, es necesario que ejerzamos voluntad y pongamos un empeño consciente. Y, aunado a esto, debemos levantar la vista a Dios con fe.
Décadas atrás, las mujeres estábamos en una posición de meras espectadoras de lo que ocurría en el mundo. Hoy, sin embargo, la vida nos ha llevado aun protagonismo (para muchas, tal vez, no deseado). Algunas lo experimentan desde la trinchera de sus hogares, como madres y esposas; otras, desde su ámbito laboral o al frente de un negocio.
Si eres ama de casa, debes saber que no solo arreglas camas y haces la comida; en la crianza de los hijos estás sentando las bases que definirán el destino de la sociedad, que hoy por hoy se encuentra en crisis. Si trabajas fuera de casa, tienes también un desafío que solo será superado si te mueves a la acción.
El obstáculo que con mayor frecuencia nos impide movernos a la acción es el miedo. Sentimos miedo a lo nuevo porque conlleva cambios, ajustes, aprendizajes, esfuerzo… y eso significa salir de nuestra zona de confort.
Dios, que está dispuesto a ir al frente de tus miedos, te hará comprender que es del temor que nace el valor para alcanzar la excelencia. Intentar hacer cosas por ti misma sin contar con la dirección de Dios es arrogancia, pero asirse de la mano del Señor y seguir sus indicaciones revestida de humildad es el camino del éxito.
6 de enero
Para qué sirve el sufrimiento
“Jesús soportó la cruz, sin hacer caso de lo vergonzoso de esa muerte, porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría; y se sentó a la derecha del trono de Dios” (Heb. 12:2).
Soportar dificultades, perder para ganar, sacrificar deseos, enfrentarse a situaciones inesperadas como la enfermedad o la muerte son algunas de las cosas a las que estamos expuestas, e indudablemente traen consigo una dosis alta de sufrimiento.
Muchas personas dudan del carácter de Dios sobre el argumento de que un Dios amante no permitiría el sufrimiento humano. Sin embargo, en su plan maestro en nuestro favor, el sufrimiento, que es resultado de la desobediencia, puede llegar a ser un acicate para alcanzar nuestra perfección en Cristo Jesús.
En realidad, sufrir es inevitable; lo importante es la actitud que tomamos ante el sufrimiento y ante la circunstancia que nos lo genera. Toda mujer cristiana madura reconoce que aceptar el plan de Dios para nuestra vida y movilizarnos para llevarlo a cabo muchas veces implica sufrir.
En una sociedad que tiene como aspiraciones máximas sentir placer y no experimentar dolor, ¿cuál es la razón de ser del sufrimiento en la vida del cristiano? ¿Qué provee el sufrimiento que ninguna otra circunstancia puede dar? Lo primero que nos aporta es que nos abre los ojos a nuestra necesidad de Dios: sufrir nos pone en una situación de vulnerabilidad, la que nos lleva a buscar apoyo y sustento en Cristo, reconociendo que, por nosotras, mismas somos incapaces.
Aunque parezca una paradoja, el sufrimiento con sentido puede llegar a ser una fuente de gozo, porque podemos ver que nos conduce a una madurez espiritual que no hubiera sido posible sin ese dolor. Es en medio de la adversidad como nos damos cuenta de nuestras limitaciones y como obtenemos compasión hacia el que sufre.
Para llegar a cumplir los planes divinos para tu vida, aprovecha los dones de Dios; y muévete a la acción, aunque esto conlleve, quizá, una dosis de sufrimiento. Este año traerá para ti desafíos que te empujarán a tomar decisiones y a actuar, y quizá al hacerlo también tengas que sufrir. Sin embargo, la promesa de Dios es eterna, y nos asegura: “No temas, que yo te he libertado; yo te llamé por tu nombre,