Pinceladas del amor divino. Erna Alvarado Poblete
los cielos, ajeno a las necesidades de sus criaturas?
Algunos libros de autoayuda intentan demostrar que, al ser agradecidos, generamos una energía positiva que atrae a personas y circunstancias que nos llenan de bienestar. Yo no creo que la gratitud sea una energía que nosotras podemos generar, sino un don de Dios que debemos pedir en oración con el compromiso de transformarlo en hábito.
Enfocar la mente en el Dios dador de la vida es el principio de la gratitud. Hoy hubo amanecer, y con él la vida inició su jornada; lo saben las aves y lo proclaman con sus cantos al aire. ¿Ya lo hiciste tú? Al atardecer, cuando la naturaleza se despida del día con el canto de los grillos, ¿irás a disfrutar del descanso sin imitar su ejemplo?
Las quejas, los resentimientos y las críticas nos llevan a dar la espalda a Dios; comencemos a hacer de la gratitud una manera de vivir. Los siguientes ejercicios diarios podrán ayudarte a lograrlo:
Arrodíllate y dile a Dios “gracias”; experimentarás una sensación de bienestar.
Escribe al menos tres cosas, situaciones o personas por las que das gracias.
Agradece a Dios por algo que siempre has tenido, pero por lo cual no has agradecido.
Agradece por lo que tienes y por lo que tendrás.
Agradece por lo que no tienes y no necesitas.
Agradece por las personas que se fueron de tu vida, por las que están ahí y por las que llegarán.
Decide ser agradecida.
11 de enero
Sométanlo todo a prueba
“Sométanlo todo a prueba y retengan lo bueno” (1 Tes. 5:21).
Las expertas amas de casa saben que los mejores alimentos se consiguen en los mercados, donde los productos llegan directamente del campo. He tenido varias aventuras en algunos de estos lugares tan típicos de los países latinoamericanos. La mezcla extraordinaria de colores, sabores y texturas me hace volver una y otra vez a repetir la experiencia. Los vendedores que con su mano extendida te ofrecen probar del producto son los que más ayudan a decidir qué llevar a casa. Sin probar no se compra.
Pensando en este asunto, viene a mi mente el consejo del apóstol: “Sométanlo todo a prueba” (1 Tes. 5:21). Si sometemos a prueba el alimento físico que llevamos a la mesa antes de comprarlo, ¿no debemos hacer lo mismo con el alimento para el espíritu y el intelecto? Someter a prueba todo aquello que entra a la casa y a la mente, a veces imperceptiblemente, nos librará de culpas, de hábitos que corrompen y de filosofías que opacan nuestra visión de la eternidad.
Así como haces con los alimentos, somete a prueba lo que entra a tu casa a través de la pantalla, la música y las ideas aparentemente “innovadoras” que cautivan los sentidos, apartándote de la serena conexión con el Eterno. Son tiempos para estar alerta.
La vida es, a veces, como un mercado: vende ideas, filosofías, conceptos y estilos de conducta que pueden corromper el templo del Espíritu Santo, que somos nosotros. La amonestación del Señor es: “Examinaos a vosotros mismos, para ver si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos?” (2 Cor. 13:5, RVR 95).
Si después de leer esta reflexión te dispones a salir al mercado a buscar alimentos para tu familia, disfruta de los colores, aromas y sabores, y alaba a Dios por su generosidad al permitirnos hacer del comer un deleite. Cuando salgas al “mercado” de la vida, aplica la misma fórmula: examina, prueba y elige; para que elijas bien. No todo lo que parece bueno, lo es; pon a prueba lo que escuchas, lo que ves, lo que lees, lo que tocas... De ello depende tu bienestar y el de las personas que están en tu círculo de acción. En esta tarea no estás sola; Dios está contigo.
12 de enero
Apártense de toda clase de mal
“Apártense de toda clase de mal” (1 Tes. 5:22).
Es curioso que el apóstol escribiera “apártense de toda clase de mal” y no sencillamente “apártense del mal”, sin más; infiero entonces que hay varias categorías en lo que al mal respecta. ¿Pueden incluirse aquí asuntos que a nuestros ojos parecen inofensivos, pero que en el fondo son tan malos como lo peor?
Si eres de esas personas que a menudo se confrontan a sí mismas arguyendo “¿qué tiene de malo esto?”, o “soy bastante madura como para hacer ciertas cosas sin que me afecten”, o “no le estoy haciendo daño a nadie”, entonces te estás poniendo en una situación de vulnerabilidad que será aprovechada por Satanás. Nuestro criterio es demasiado frágil como para apoyarnos en él; nuestros pasos solo son seguros cuando afirmamos nuestro caminar por la vida en un “así dice Jehová”.
En la Biblia, leemos: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica” (1 Cor. 10:23, RVR 95). He ahí la clave para actuar con responsabilidad ante Dios y ante nosotras mismas: todo aquello que estorba el crecimiento espiritual y nutre tu naturaleza carnal debe ser evitado. No debes ponerte en la línea de fuego del diablo pensando que eres lo suficientemente “lista” como para no ser derrotada. Lo que lees, lo que miras en la pantalla, tus conversaciones y ciertos pensamientos obsesivos esclavizan tu día a día con cadenas sutiles de perversión.
Cuando Eva se acercó al hermoso árbol que Dios le había prohibido tocar, quizá pensó que no estaba haciendo nada malo, pero le dio a Satanás su primera ventaja. El resto era cuestión de tiempo. El maligno esperó pacientemente hasta que Eva sucumbió a su deseo de poseer el fruto. Un gran conocedor de la naturaleza femenina no se empeña en grandes “trampas”; es sutil, cauteloso y astuto.
Frente a la tentación, ten la certeza de que Dios es poderoso para librarte de ti misma y de tus tendencias a lo malo, lo impuro y lo profano. No tengas vergüenza de declarar tus debilidades a Dios. El eterno y compasivo Señor está a tu alcance cuando lo malo intenta jugarte una mala pasada disfrazándose de bueno. “Cuando nos asalten las tentaciones y las pruebas, acudamos a Dios para luchar con él en oración. Él no dejará que volvamos vacíos, sino que nos dará fortaleza y gracia para vencer y quebrantar el poderío del enemigo” (La oración, p. 52).
13 de enero
Soy mujer: soy amada
“Que Cristo viva en sus corazones por la fe, y que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas. Y que así puedan comprender con todo el pueblo santo cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo” (Efe. 3:17, 18).
He conocido a algunas mujeres que se sienten incómodas en su calidad de mujer; por crianza o por cultura, creen que lo femenino es inferior a lo masculino. Viven en una constante lucha contra ellas mismas, con un sentimiento de indignidad que las lleva a una existencia opacada. Les cuesta descubrir todo lo bello que implica ser mujer y, por en de, vivir lo femenino. Simplifican su existencia a pura sobrevivencia, sin reconocer todo el amor que Dios manifestó en ellas al crearlas con género femenino.
Si ese es tu caso, querida amiga, recuerda: nada en tu naturaleza es un error. Bajo esta premisa puedes mirar con fe y confianza tus posibilidades, moverte hacia tus objetivos y cumplir los planes de Dios para ti. Es hora de que aportes tu granito de arena hacia el logro de un mundo mejor; puedes hacerlo desde tu esencia de mujer. Tu valía personal debe estar sustentada en el amor de Dios, no en la aprobación de los demás; sentirte amada por él es la clave cuando tu entorno quiera hacerte creer que no vales nada.
Amarte a ti misma es amar la creación de Dios; menospreciarte, es menospreciar los dones que te otorgó. Disfrutar a la mujer que eres es disfrutar a Dios en tu vida. Cuando tu amor propio se traduce en gratitud al Señor, no es egolatría ni vanagloria, es sencillamente reconocerte como su hija. Nuestra creación no tuvo más razón de ser que el amor de Dios; entender esto es un principio de salud, no solo espiritual, también emocional y relacional.
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