Más allá del amor. Francisco Javier Crespillo Pinto
un bote salió Celia de la cama, esperaba con ansia los resultados.
—Tranquila Celia. De momento, excepto la prueba del VIH que tarda más, han salido todas negativo, estas limpia, enhorabuena.
—Muchas gracias doctor.
—Pero estas son las buenas noticias, ahora tengo que decirte el resultado de la autopsia de tus padres, tu hermano y tu amiga. Hace media hora me han llegado los resultados de la autopsia y el atestado del accidente firmado por la Guardia Civil. La conductora era Susana, el acompañante Abraham y tus padres iban en los asientos traseros durmiendo, por lo tanto ellos no han sufrido nada. El accidente se produjo porque Susana iba hasta arriba de cocaína y probablemente las ganas de meterse otra raya hicieron que fuera corriendo más, eso hizo que se saliera el coche mientras adelantaba a un tractor. Abraham murió en la ambulancia.
—No por favor, no, no, no, no… —no podía articular otras palabras, solo salía negación de su boca—, tiene que ser broma, mi hermano quedó vivo. Maldita hija de puta, por culpa de la velocidad y la droga ha destrozado dos familias completas —seguía llorando y negando con la cabeza.
—En los resultados has dado negativo en todo, pero necesito preguntarte y que seas sincera. ¿Tú eres consumidora de algún tipo de droga?
—Yo no doctor, me drogaron el día que me violaron, tan solo bebo y fumo, y no bebo hasta emborracharme, simplemente me gusta tomarme mis wiskis con mi gente.
—Haces muy bien, todas las drogas son malas, si pudieras dejar el tabaco te harías un gran favor.
—¿Cuándo me dan el alta doctor? ¿Dónde llevan a mis padres?
—El alta cuando me prometas que vas a estar tranquila, ahora vienen los momentos más duros y te pido que seas más fuerte que nunca, por mi parte le diré a Sara que entre y te ayude a recoger las cosas. Tus padres siguen aquí en el hospital. En tu pueblo no hay tanatorio, o lo llevan a Ronda o en casa, tú tienes potestad para decidir sobre ese tema, te dejo que lo vayas pensando, yo voy a terminar los últimos detalles del informe.
—Quiero que los velemos en mi casa doctor, allí es donde nacieron y ahí quiero darles su último adiós.
—Perfecto Celia, te veo fuera. Cuidado al levantarte.
Entró Sara a la habitación conforme iba saliendo el doctor. Con una ligera sonrisa se saludaron, Celia estaba levantándose de la cama y algo dolorida, poco a poco se iba incorporando. Tenía el brazo derecho con una vía adaptada para tres jeringas, el suero, calmantes y antibiótico. La última mirada por la ventana abría la puerta hacia el infierno. Ahora se iba a enfrentar a la cruda realidad. Pasaron sietes horas desde que le dieran el alta, al final los cadáveres no se los llevaron a casa, sino a Ronda, capital de la comarca de Ronda. El ayuntamiento del pueblo se encargó de poner un autocar para trasladar a los vecinos a velar a los cadáveres.
En la sala número uno estaba Susana, sus padres apoyados en el cristal mirando el ataúd, rodeado de coronas de amigos, vecinos y familia. La sala número dos, tenía los tres ataúdes juntos, también repleto de coronas con la excepción, pero sin ningún familiar. El pueblo entero estaba en Ronda acompañando a las familias.
Pasaron las veinticuatro horas obligatorias y salieron los cuerpos entre fuertes aplausos de los vecinos, dirección La Frontera. El cortejo fúnebre iba escoltado por la Policía Local de Ronda para que tuvieran una salida del pueblo sin crear atascos, detrás del último coche iba el autocar hacia el cementerio del pueblo.
En el cementerio se produjo una escena horrible de dolor, la madre de Susana no quería despegarse del ataúd de su hija, Celia no era capaz de articular palabra, permanecía callada, su único punto de apoyo era Sara, abrazada a su hombro con unas gafas de sol que cubrían su rostro, empezó poco a poco a tambalearse y volvió a caer desmayada. Volvió a despertarse en el hospital, esta vez estaba Sara agarrada a su mano con la otra acariciando su cabello. Abrió los ojos y le dedicó una sonrisa.
—¿Qué hago aquí otra vez? —preguntó suavemente.
—Te has desmayado en el cementerio, caíste al suelo pero no te has golpeado, ha sido un desmayo típico de las situaciones trágicas.
—Ya están descansando en paz, ya están los tres juntos para toda la vida.
—Hola Celia, parece que no te quieres ir del hospital —dijo Real desde la puerta que estaba entreabierta—. No crea doctor, lo que menos quiero es estar aquí, no porque me traten mal, quiero estar libre en casa junto a Sara.
—Muchas gracias doctor por tratar así a mi amiga.
—¿No éramos novias? —preguntó Celia con ironía.
—Bueno sí —tartamudeaba—, pero no sabía si lo querías hacer oficial o no.
—Bueno, ahora cuídala Sara, que necesita mucho cariño, dale reposo y todos los cuidados necesarios. Recuerda Celia que tu familia te está vigilando desde el cielo, recuerda lo que te conté de mi hermano Anselmo, cada vez que necesites fuerza mira al cielo, tendrás a tu madre, padre o hermano protegiendo vuestra felicidad.
Capítulo IV: Una nueva vida
Habían pasado seis meses del trágico accidente que segó la vida de cuatro personas y dejó a muchas otras destrozadas. Los cursos lectivos estaban finalizando pero Celia se había tomado esos seis meses de relax total, estaba malviviendo de la pensión de orfandad que le había quedado, muy alta para una sola persona tan joven, pero sabía que tenía que hacer algo con su vida, no podía quedarse estancada. Sara no se había separado ni un solo día de su lado, estaba muy preocupada, siempre encima de su novia, aunque las últimas muestras de cariño fueron los primeros días de la soledad que empezaban a invadir su vida. También tenía todo el apoyo del pueblo, la mayoría de las señoras le llevaban la comida a casa para que ella tuviera que preocuparse lo menos posible, caldo de pollo, bizcochos, tartas de manzana y demás comida que las familias hacían agregando un plato más para ella, pero Celia era reacia a todo aquello, no quería ser la niña que diera lástima a la gente.
Poco a poco fue cambiando la rutina, salía a pasear por el campo, a disfrutar del aire puro y limpio de los bosques del lugar. Los paseos prefería darlos sola, necesitaba tiempo para ella, para pensar en su nueva vida, en su futuro. Dando paseos sin rumbo alguno llegó al punto donde fue violada por el enigmático Alberto, el único recuerdo que tenía de aquella noche. Como si fuera un árbol seco se desplomó sobre el suelo, acariciando la tierra donde fue fecundada como si fuera un anhelo aquel lugar. Sus pensamientos llegaban tan lejos que la trasladaron en el tiempo, recordaba lo feliz que era, sin otra preocupación que no fueran sus estudios, salir con las amigas… pero ahora ya no, ahora sus preocupaciones eran otras. Se planteó muchas cosas en ese momento, como irse a Málaga, aunque esto implicara un cambio de vida muy radical, pero no importaba, tenía que cambiar de aires porque era lo que necesitaba. Pensó en irse con Sara, pero no sabía si era o no lo mejor para las dos, no quería perder la relación que las unía, era su media naranja. No le apetecía otra cosa que pasar algunas horas muertas del día pensando en Sara, aunque no le gustaba estar físicamente a su lado, eso implicaba pensamientos eróticos y no era lo apropiado después de la tragedia, aunque en un segundo sus pensamientos se trasladaron a la actualidad.
—Tengo que cambiar ya mi vida, ahora mismo no puedo hacer nada por mis padres, ni por mi hermano, ni tampoco por Susana, solo puedo continuar mi vida. Ellos, allá donde estén, estarán orgullosos de mí, comprenderán que mi nueva vida la elijo yo y solo yo, soy dueña de mis pensamientos, sentimientos y de todo aquello que me incumbe y no voy a permitir que mi vida se desmorone y la cambien los vecinos del pueblo.
Tras esa reflexión tan dura se levantó del suelo, volvió sobre sus pasos intentando olvidar el pasado y, dispuesta a ser una mujer, tocaba madurar, y la decisión de irse fuera del pueblo era irrevocable. Cuando entró en la primeras calles del pueblo se fue directamente a casa de Sara, pasó cabizbaja por las puertas de las vecinas, sin ganas de saludar, entró en la panadería de la señora Paca, compró una napolitana