En la boca del cocodrilo. Ana Goffin

En la boca del cocodrilo - Ana Goffin


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de restricción […].

      La víctima sometida a maltrato desarrolla el Síndrome de Estocolmo para proteger su propia integridad psicológica y recuperar la homeostasis fisiológica y conductual […]. En la fase desencadenante, las primeras palizas propinadas por el esposo romperían el espacio de seguridad previamente construido por la pareja sobre la base de una relación afectiva, espacio donde la mujer había depositado su confianza y expectativas: esta ruptura desencadenaría en la víctima un patrón general de desorientación, una pérdida de referentes, reacciones de estrés con tendencia a la cronificación e, incluso, depresión. En la fase de reorientación, la mujer busca nuevos referentes de futuro… Todo ello en orden a evitar la disonancia entre su conducta de elección y compromiso con la pareja y la realidad traumática que está viviendo. La mujer se autoinculpa de la situación y entra en un estado de indefensión y resistencia pasiva, llegando así a una fase de afrontamiento, donde asume el modelo mental de su esposo y busca vías de protección de su integridad psicológica, tratando de manejar la situación traumática. En la última fase de adaptación, la mujer proyecta parte de la culpa al exterior, hacia otros, y el Síndrome de Estocolmo Doméstico se consolida a través de un proceso de identificación y alrededor del modelo mental explicativo del esposo acerca de la situación vivida en el hogar y sobre las relaciones causales que la han originado” (s. d.).

      De esta manera, la víctima defiende a su agresor, en lugar de defenderse a sí misma. Justifican la conducta violenta de su pareja, diciendo que esa conducta es producto de una sociedad injusta. Esa pareja es “víctima” del entorno, éste lo empuja a ser agresivo, ¡pobrecito! Por esta razón se quedan junto al agresor y se vuelven incapaces de denunciarlo. Y cuando lo hacen, tienden a retirar los cargos. El abusador las envuelve de tal manera que se inmovilizan y, cada vez, su deterioro es mayor.

      La víctima simpatiza con su captor, en este caso con su pareja, quien la maltrata.

      III. EL CEREBRO ES UNA ORQUESTA

      Antes de la aparición del cerebro,

       no había ni color ni sonido en el universo,

       ni había sabores ni aromas y

      probablemente pocas sensaciones

      y nada de sentimientos ni emociones.

      Antes de los cerebros,

      el universo tampoco

       conocía el dolor ni la ansiedad.

      Roger Sperry

      El funcionamiento del cerebro es tan complejo como las grandes ciudades del mundo, tan complicado como una computadora guiando nuestros pasos físicos y mentales. Este trabaja tras bambalinas cada vez que estás conviviendo con una persona o conversando con ella. Es tan preciso como una orquesta tocando la música más sublime.

      Este libro no es está dirigido a los especialistas, es para la “gente como uno”, los que padecemos el dolor de haber sido víctimas de cualquier tipo de violencia o abuso. También a quienes nos descontrolamos y somos violentos. Éste no es un tratado de neurociencia, hay muchas otras maneras de explicar su funcionamiento. Usaré el modelo del cerebro triuno de Paul MacLean, reducido a lo más sencillo, por motivos didácticos y prácticos.

      Los seres humanos tenemos tres cerebros en uno. Estas tres partes se desarrollan en diferentes momentos del ciclo de nuestra vida, por eso se dice que se crean de abajo hacia arriba. Es decir, la parte más antigua y primitiva del cerebro se desarrolla cuando estamos en el útero; el cerebro emocional se constituye en los primeros seis años de vida, y la corteza prefrontal es la última en desarrollarse.

      El cerebro triuno hace referencia a las tres partes o cerebros especializados del ser humano.

      Cerebro reptiliano

      Es el antiguo cerebro animal. De hecho, los cocodrilos son considerados como los reptiles más listos e inteligentes. Se localiza justo encima del lugar dónde la médula espinal accede al cráneo. Es la parte más primitiva del ser humano. Las funciones controladas por el cerebro reptiliano son fundamentales, a pesar de que su importancia se olvida o queda un tanto relegada si nos ponemos a pensar en las funciones más avanzadas de nuestra mente, como el pensamiento abstracto.

      Esta parte puede ayudarte a mantenerte vivo porque se relaciona a la supervivencia. Es el cerebro primario, rige los patrones de conducta. Controla los comportamientos instintivos y se centra en las actividades más básicas de la supervivencia:

       La agresividad

       La dominación

       La territorialidad

       Los rituales

      El cerebro reptiliano está lleno de memorias ancestrales, controla las funciones autonómicas —respiración y latidos—, el equilibrio y el movimiento muscular. Sus respuestas son directas, reflejas e instintivas.

      El cerebro emocional o límbico

      El cerebro emocional o área límbica se encuentra situada justo encima del cerebro reptiliano, en el centro del Sistema Nervioso Central y comienza a desarrollarse desde el nacimiento del bebé.

      El límbico es el centro de:

       Los sentimientos

       El placer

       Las emociones

       El apego

       La motivación.

      Las emociones intensas activan el sistema límbico, concretamente el área de la amígdala. La amígdala es quién se encarga de avisarnos de los peligros —centro del miedo— y poner en marcha distintas respuestas:

       Nos pone en alerta

       Desencadena la cascada de hormonas del estrés

       Desencadena impulsos nerviosos.

      El cerebro racional

      La parte más joven de nuestro cerebro triuno es el cerebro racional, también conocido como Neo-Cortex. Es el centro del pensamiento, en simples palabras, es el ceo o director general. El cerebro racional se ocupa básicamente del mundo exterior. Su tarea es cumplir objetivos, gestionar tiempo y secuenciar acciones.

      Ahí se alojan el hemisferio izquierdo y el derecho, que se comunican entre sí a través del cuerpo calloso. El hemisferio izquierdo es el dominante en la mayoría de los individuos. Parece ser que esta mitad es la más compleja, se relaciona con la capacidad verbal o lingüística, la comprensión del lenguaje y el habla. Además de la función verbal, tiene otras ocupaciones, como la capacidad de análisis, de hacer razonamientos lógicos, abstracciones, resolver problemas numéricos, aprender información teórica y hacer deducciones.

      El hemisferio derecho se relaciona con la expresión no verbal. Está comprobado que en él se ubican la percepción u orientación espacial, la conducta emocional —facultad para expresar y captar emociones—, el control de los aspectos no verbales de la comunicación, la intuición, el reconocimiento y el recuerdo de caras, voces y melodías. El cerebro derecho piensa y recuerda en imágenes. Diversos estudios han demostrado que las personas cuyo hemisferio dominante es el derecho estudian, piensan, recuerdan y aprenden en imágenes, como si se tratara de una película sin sonido. Estas personas poseen una gran creatividad y una imaginación muy desarrollada.

      Los seres humanos podemos tener un hemisferio más dominante que otro, pero como están conectados, conseguimos desarrollar el lado no predominante. Las personas con un cerebro muy desarrollado emplean ambos hemisferios de manera simultánea.

      El cerebro racional nos diferencia del resto de los animales. Aquí se encuentra la corteza prefrontal. Es la encargada de la planificación, anticipación, percepción del tiempo y del contexto, inhibición de acciones inadecuadas y comprensión empática.

      Los lóbulos frontales también forman parte del cerebro racional, equilibran el límite entre los impulsos y el comportamiento aceptable en una determinada situación.


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