Violencias complejas: un acercamiento a cinco casos de maltrato hacia varones. Joel G. Ramírez Rodríguez
la incorporación de nuevos elementos y dimensiones, estas posturas dan importancia a la agencia de los sujetos y dejan de ser vistos como entidades vacías construidas socioculturalmente y se cuestiona sobre el peso de la biología en dicha construcción, dilema que había sido relegado en el proceso acrecentado de lograr la igualdad entre los sexos, pues “es evidente que el atisbo que hay actualmente entre las disciplinas biológicas y las sociales dificulta situar con claridad qué implicaciones ha tenido la anatomía sexuada de los seres humanos en la producción de ciertos procesos culturales” (p. 107).
Así entonces, a partir de todas estas revisiones, para Lamas se configura una propuesta evolutiva donde es importante retomar dichos planteamientos, por lo que para reconocer las complejas relaciones es ineludible formularse nuevas interrogantes, como por ejemplo:
¿Hay o no una relación contingente entre cuerpo de hombre y masculinidad y cuerpo de mujer y feminidad?
Lo masculino y lo femenino, ¿son transcripciones arbitrarias en una conciencia neutra o indiferente?
¿Hasta dónde tiene sus raíces en la biología gran parte de la significación del género?
Por tanto, para la autora es fundamental introducir en los estudios de género elementos que permitan analizar las complejidades, tal como lo es el concepto de habitus. En su revisión a Bourdieu (1991), identifica que éste “comprende que las prácticas humanas no son sólo estrategias de reproducción determinadas por las condiciones sociales de producción, sino que también son producidas por las subjetividades” (p. 111).
El habitus incorpora la importancia de la subjetividad de los sujetos en la constitución de los sistemas de género, por ende, “el habitus viene siendo un mecanismo de retransmisión por el que las estructuras mentales de las personas toman forma en la actividad de la sociedad” (Lamas, 2002, p. 172).
Otro elemento es la encarnación, la cual “transmite la idea de la presencia concreta del cuerpo y su subjetividad sensorial” (Lamas, 2006, p. 111).
Para Lamas, esto se dirige a la formulación de una tesis crítica respecto a las visiones tradicionales de propuestas políticas, ya que:
No se puede concebir a las personas sólo como construcciones sociales ni sólo como anatomías. Ambas visiones reduccionistas son inoperantes para explorar la articulación de lo que se juega en cada dimensión: carne (hormonas, procesos bioquímicos), mente (cultura, prescripciones sociales, tradiciones) e inconsciente (deseos, pulsiones, identificaciones). (Lamas, 2006, p. 111).
Así entonces, la crítica y aporte de la autora mexicana es considerar al cuerpo en sus tres dimensiones: carne, mente e inconsciente.
Niveles de análisis
En las mismas consideraciones de revalidar nociones útiles en la conceptualización de la categoría de género, y configurar una apreciación con base en divisiones, García-Mina (2003) propone tres niveles para aclarar las confusiones interpretativas que han surgido con el paso de las generaciones.
La autora otorga importancia a las formulaciones pioneras que devenían de la medicina, así como a las construcciones socioculturales al contemplar los factores que Money (1971) señala:
Factores que componen el proceso de sexuación prenatal: sexo cromosómico, gonadal, hormonal y morfológico.
Factores que acontecen tras el nacimiento: sexo de asignación y de crianza, establecimiento y desarrollo de la identidad y rol de género.
A partir de ello, acota que “la categoría de género surge como respuesta a la necesidad sentida por muchas mujeres y varones de desmitificar la categoría sexo y transformarla en una variable operativa que permita una mayor comprensión de la existencia humana” (p. 13); más aún, reflexiona que ésta se ha tornado ajena al objetivo inicial, y se ha desnivelado su óptima operatividad.
En relación con el empleo actual del concepto y a la desvinculación de los factores arriba señalados, define que “en la medida en que la categoría de género sea incorrectamente utilizada, bien por una insuficiente información, un error interesado o una política oportunista, ésta irá perdiendo su razón de ser” (p. 17).
Por su parte, coincide con los soportes teóricos de Lamas, al momento en que también señala que el problema consiste en que “actualmente, la moda académica en torno al género ha consolidado una visión constructivista de la naturaleza humana que elude tanto lo biológico como lo psíquico” (Lamas, 2002, p. 16).
Sobre estas consideraciones, García-Mina (2003) advierte que para el análisis de dicha categoría es necesario contemplar la multidimensionalidad de ésta, pues los avances científicos en diversos niveles fueron introduciendo nuevas variables de estudio, “el estudio y sistematización del carácter multidimensional de la variable género comenzó a desarrollarse fundamentalmente a partir de 1980” (p. 107). Por lo que para poder analizar los procesos y teorías respecto al término género, mismo que esconde gran variedad de derivados (estereotipos, roles, actitudes, atributos), propone que deben considerarse tres enfoques o niveles, cuyas finalidades son tanto epistemológicas como prácticas u operativas.
Nivel sociocultural
Es de carácter antropológico y sociológico, “corresponde a la creación simbólica del sexo, a la interpretación cultural del dimorfismo sexual; en él se analizan los atributos, roles y estereotipos prescritos cultural e históricamente” (p. 107), es decir, aquellas especificidades propias de los modelos de masculinidad y feminidad.
Nivel psicosocial o interpersonal
De carácter sociológico y psicológico, se centra en los procesos sociales a través de los cuales se crean y se transmiten los modelos de masculinidad y feminidad a los individuos. El género en esta dimensión es considerado como un organizador de estructuras sociales y de relaciones entre los sexos.
Nivel individual
“De carácter más psicológico, se hace referencia a la vivencia personal del género, a los ideales de género internalizados a través del proceso de socialización, que forman parte del autoconcepto y del sistema narcisista. El género no sólo es un modelo normativo construido a través de la interacción social, es una experiencia internalizada que configura el psiquismo.” (p. 109).
Desde este nivel se analizan los procesos a través de los cuales se adquieren y desarrollan las identidades de género, el estilo del rol de género interiorizado (masculino, femenino, andrógino e indiferenciado) y, a su vez, cómo éstos inciden en la conducta, en la percepción de realidades y en la estabilidad emocional de varones y mujeres.
Asimismo, ofrece su visión respecto a su propia clasificación: “Desde mi parecer, este marco clasificatorio contextualiza las diferentes perspectivas desde las que se puede analizar la categoría de género, y ayuda a situar las investigaciones y teorías que a lo largo de estas tres últimas décadas se han elaborado en torno a esta compleja realidad.” (p. 109).
Su propuesta para frenar las confusiones en torno al uso de la categoría género, estriba en las siguientes tablas:
Tabla 2. Naturaleza multidimensional de la compleja realidad de género.
Niveles | Conceptualización del género | Contenidos específicos | Disciplinas |
Sociocultural | Construcción cultural del sexo que varía en función de los contextos socioeconómicos, étnicos, religiosos e históricos. | Los modelos normativos de masculinidad y feminidad. | Antropología |
Psicosocial o interpersonal | El género como principio organizador de las estructuras sociales y de las relaciones entre los sexos. | Los procesos a través de los cuales se construye el género.Los procesos de socialización mediante los cuales se transmiten los modelos normativos sociales. | Sociología |
Individual | El género como |