Juegos multiculturales. Jaume Bantulá Janot

Juegos multiculturales - Jaume Bantulá Janot


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INEF-Barcelona y Pere Lavega, del INEF-Lleida. También nuestro reconocimiento más profundo al profesorado del Departamento de Didáctica de Expresión Musical y Corporal de la Universidad de Barcelona, al que nos unen lazos de una sincera amistad.

      Debemos mucho a Carlos Velázquez, por el intercambio de materiales; a Marta Carranza, por conseguirnos bibliografía de otras latitudes; a Lluís Cuesta, Agregado cultural de la Embajada de España en Colombia, por idéntico motivo; a M. Regina Öfele, coordinadora de la Sede Sudamérica del Instituto para la Investigación y la Pedagogía del Juego, por el continuo y constante intercambio de información.

      A Samir Saloum, Montse Escutia, Ignasi Navarra y Júlia Trullén, porque sin ellos, y debido a nuestras limitaciones idiomáticas, muchos de los juegos que conforman el repertorio dormirían aún en el baúl. Reconocer la paciente labor mostrada por Iolanda Merino en la revisión de la obra.

      Y en último lugar, y no por ello de menor importancia, no olvidamos a Iolanda, Montse y a la pequeña Maria, por el tiempo robado.

      INTRODUCCIÓN

      Definir y analizar cada una de las palabras que componen el título del presente libro supone un arduo trabajo que se escapa a la finalidad de la obra. Sí, en cambio, es deseable transmitir su intencionalidad, nacida del entusiasmo que despierta esta manifestación lúdica de difusión universal que acompaña al hombre, desde el nacimiento hasta la vejez, y de la cual se han llegado a escribir infinidad de páginas a lo largo de los siglos, pero que aún hoy en día despierta una gran pasión, y su contenido encierra todavía toda la magia, magia que Duhamel, plasmó en esta bella expresión “jugar es como soñar con el cuerpo”.

      Como ya es bien sabido, hablar del juego y sus excelencias no es nuevo. A lo largo de la historia de la humanidad han sido numerosas las personalidades que desde distintos campos del saber han abordado y reflexionado sobre el concepto de juego como parte fundamental del lenguaje universal y fuente de transmisión de conocimientos y valores socio-culturales.

      Ya en los primeros yacimientos arqueológicos aparecen elementos referidos al juego y a los juguetes que se remontan a más de 4000 a. J.C. Hipócrates (300 a. J.C.) recomienda hacer rodar el aro en un tratado de medicina. También se menciona el juego en los textos religiosos, tal es el caso de las Confesiones de san Agustín (350-430), donde se indica que: “El juego es inminentemente educativo en el sentido de que es el resorte de nuestra curiosidad por el mundo y por la vida, el principio de todo descubrimiento y creación. Filósofos como Heráclito, Heidegger, Sartre, Schiller, entre muchos otros, reflexionan sobre el juego en sus obras. Éste último escribió: El hombre sólo es verdaderamente humano cuando juega”. Mientras que Platón en las Leyes afirma: El juego es un factor determinante en la formación del ciudadano perfecto”.

      El juego fue cosa de reyes. Se han encontrado tableros de juego en las sepulturas de los reyes de Ur, situadas en esta ciudad sumeria junto al cauce del bajo Éufrates. Del mismo modo está presente en diversas expresiones artísticas elaboradas durante las distintas dinastías de Egipto.

      Fue practicado por grandes señores, nobles y cortesanos tanto en Asia, como en América, África y Europa. A destacar el caso del rey de Castilla Alfonso X “el Sabio” que en 1283 recopiló en Libro de los Juegos, el primer tratado de juegos de la literatura europea. Sin embargo, la gran mayoría de juegos han transcendido a las clases populares, siendo practicados en torno a actos religiosos, durante fiestas y celebraciones, en el ámbito laboral, etc. para encontrar acomodo, paulatinamente, en el corazón de la infancia.

      Esta pasión por el juego ha sido reflejada en numerosísimas obras de arte: pintura, cerámica, grabado, escultura, etc. Basta mencionar a artistas como Brueghel con su óleo Juegos de niños (1560) en el que se muestran más de ochenta juegos tradicionales de la época; la no menor muestra que ofrece la colección de grabados de Stella (1657) en su obra Jeux et plaisirs de l’enfance; a Goya con sus tapices de La gallina ciega (1788) y de El Pelele (1792), o el lienzo La niña con el aro (1885) de Renoir, para constatar cómo ha sido plasmado plásticamente el universo del juego.

      Con el despertar del interés por la infancia, pedagogos como Rousseau ven en el juego uno de los soportes básicos para la correcta educación de los niños y niñas. Freinet interpretaba que el juego para el niño debía tener un significado parecido al que representa el trabajo –actividad seria– para el adulto. Autores como Freud en el campo de la psicología dicen: “El juego supone el paso del fantasma al símbolo. Jugar es negar y superar el fantasma arcaico”, constatando nuevamente la importancia del fenómeno lúdico dentro del mundo infantil y evidenciado por Claparède (1951) al escribir: “Para el niño el juego es el trabajo, es el deber, es el ideal de la vida (...), el niño al jugar puede ser protagonista de sus eventos, cosa que la sociedad normalmente le impide”.

      En referencia a las aportaciones de la antropología, autores como Batenson (1984) señalan que: El juego es el mejor medio de comunicación entre especies diferentes, como también es el mejor medio de comunicación entre personas de generaciones, clases sociales o culturas diferentes, mientras que Blanchard y Cheska (1986) llegan a la conclusión de que “si queremos comprender la humanidad, es indispensable que estudiemos este tipo excepcional del comportamiento humano”. Mientras, el historiador holandés Johan Huizinga marca uno de los puntos de inflexión en el estudio del juego otorgándole un protagonismo inusual en su obra Homo ludens (1938) cuando afirma: “La cultura nace del juego, aunque éste último la precede”. Posteriormente, el sociólogo Roger Callois evidencia la similitud entre la actitud lúdica y la actitud cultural al expresar “el juego es consubstancial a la cultura”.

      En el campo de la literatura también se observa un mismo interés y sensibilidad en torno al juego, siendo varios los escritores que se refieren a él en sus obras literarias. En La Ilíada y La Odisea de Homero se alude a juegos similares a las tabas; François Rabelais ofrece en Gargantúa y Pantagruel (1532) un amplio repertorio de juegos practicados durante el Renacimiento; en Alicia en el país de las maravillas, su autor Lewis Carroll hace una bella descripción acerca del juego del críquet, de la misma manera que Julio Cortázar narra exquisitamente cómo jugar al infernáculo en su novela Rayuela (1963).

      Y como ellos, un sinfín de personalidades han visto en el juego una de las manifestaciones culturales más entrañables que han acompañado al ser humano en su periplo por la historia, ya sea regulando contiendas, determinando mandatos u otorgando un sentido mágico-religioso a las creencias del hombre. El juego siempre ha estado ahí presente, transmitiendo todo el saber popular de generación en generación.

      A pesar de las excelsitudes y aportaciones que despierta el juego en el devenir de la humanidad, no han sido pocas las voces que por otra parte se han pronunciado en su contra, sobre todo en la cultura judeocristiana. Del juego se ha dicho que se trata de un modo de proceder sin consecuencia ni formalidad, de una actividad placentera sin más interés que la de jugar, sólo practicada por los más pequeños que no tienen nada que hacer, etc.

      Algunas de sus prácticas fueron prohibidas y fuertemente perseguidas, dictándose leyes y ordenanzas en su contra en toda la Europa de finales de la Edad Media, por su supuesta perversión de la sociedad al creer que desvirtuaba a los hombres de buena voluntad. Si bien es cierto que esta persecución fue más propia de los juegos de mesa y azar, de mayor reglamentación, que de los juegos de calle practicados por los niños y niñas, de transmisión básicamente oral. Juegos a los cuales el mundo adulto, durante mucho tiempo, no ha prestado la más mínima atención.

      El juego siempre ha tenido su espacio de manifestación y debate. Cientos de nombres, definiciones, teorías y clasificaciones para intentar comprender la acción de jugar. Jugar es jugar, y sólo de esta manera se puede entender.

      Incluso a partir de la década de los años ochenta parece ser que el juego goza de un prestigio inédito en la historia. Scheines (1999) comenta al respecto: “A los chicos se les enseña jugando, los ejecutivos se capacitan jugando,


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