Adiestre a su perro. Dawn Sylvia-Stasiewicz

Adiestre a su perro - Dawn Sylvia-Stasiewicz


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una adiestradora canina excepcional y sabía que no solo el perro, sino también el humano necesitan adiestramiento. Nunca olvidaré cómo trabajó una vez en una de sus clases con un labrador retriever especialmente rebelde que no se estaba quieto, por no hablar de que no seguía indicaciones como siéntate, al suelo o déjalo. Parecía que el propietario de ese perro iba a abandonar la clase. Pero Dawn, como si nada, condujo al labrador con un señuelo hasta el centro de la clase, lo alabó con alegría y luego hizo que se sentara de nuevo con un señuelo. Volvió a alabar al perro y solo tras comprobar que el labrador tenía una boca amable, lo recompensó con un bocado de golosina. Entonces, Dawn condujo al labrador por toda la sala, parando cada dos pasos para que se sentara, alabándolo más y dándole una recompensa de vez en cuando. Voila! Parecía magia, en particular cuando el agradecido propietario del labrador repitió (más o menos) lo que Dawn acababa de hacer. Dawn alabó al propietario por ese diminuto progreso. Y en la clase de Dawn, cada semana el labrador y su propietario mejoraban sin prisa pero sin pausa, igual que el vínculo entre los dos.

      Las cientos de horas de entrevistas a Dawn para preparar este libro me ofrecieron un panorama de primera línea sobre las clases magistrales de adiestra-miento canino. También me ofrecieron un panorama de la vida de Dawn. Me explicó que la cantante de ópera Helga Meyer Bullock (la madre de Sandra Bullock) descubrió que los hijos pequeños de Dawn habían estado «peinando» a su pastor de Brie y habían puesto clips infantiles por todo el largo pelo del perro campeón de concursos. Me contó historias del senador Ted Kennedy sentado en el suelo de la cocina arrullando a sus queridos perros. Incluso me explicó la historia de cuando Vicki Kennedy presentó a Dawn al cachorro al que los estadounidenses conocen como Bo Obama y, más tarde, a la primera familia. Puede que Dawn trabajara con grandes personalidades, pero la idea central de todas esas historias es el maravilloso vínculo que todas las personas pueden crear con sus amados perros.

      Además de transmitir su mensaje a innumerables estudiantes a través de sus clases presenciales, la misión de Dawn era utilizar su plataforma para ayudar a que el movimiento del adiestramiento canino con refuerzo positivo ganara terreno en el conjunto de la sociedad. Por eso Dawn estaría entusiasmada con el hecho de que nuestro libro haya obtenido el primer premio Canine Life and Social Skills Award [Vida canina y habilidades sociales] de la Asociación Británica de Adiestradores de Perros Mascota [APDT, Association of Pet Dog Trainers] para galardonar su contribución al adiestramiento canino con refuerzo positivo. El doctor Ian Dunbar, fundador de la APDT, fue uno de los primeros mentores de Dawn cuando descubrió la superioridad del adiestramiento con refuerzo positivo frente a los métodos anticuados que hacen hincapié en el dominio, la represión y la aversión. Que la Asociación Estadounidense de Escritores Caninos galardonara este libro con su Medalla Maxwell por el Mejor Libro de Adiestramiento y Comportamiento es una prueba más del creciente entusiasmo por los métodos de refuerzo positivo y de la calidad del programa particular de Dawn.

      Como prueba de que el adiestramiento con refuerzo positivo funciona, solo hace falta mirar al cliente de cuatro patas más famoso de Dawn: Bo Obama. Las fotografías de los primeros días de Bo en la Casa Blanca muestran cómo tiraba de la correa. Algunas personas pensaron que Bo no estaba recibiendo un adiestramiento correcto, o que el presidente y su familia no lo controlaban de manera adecuada. Yo quería responder a todas esas críticas, pero Dawn decidió no entrar en polémicas. «Ten paciencia, sé optimista», me aconsejaba, como una adiestradora de verdad. Dawn tenía razón. En imágenes recientes se puede ver al presidente guiando a Bo por una tienda de mascotas y diciéndole que se siente o se eche durante una entrevista con jóvenes reporteros. A menudo se ve a la primera dama y a Bo juntos con invitados a la Casa Blanca. Bo está creciendo para convertirse en un maravilloso perro de familia. «Ten paciencia, sé optimista.» Sí, Dawn tenía razón.

      Cualquier persona que pasa cinco semanas adiestrando a un perro sabe que un perro (o un propietario) sin defectos es un imposible. Pero creo, igual que Dawn, que crear con su perro una relación que se base en la confianza y en el amor —no en la intimidación ni la agresión— es una forma infalible de criar a su perro. Si sigue el programa de adiestramiento de cinco semanas de este libro, su perro —y usted— dominará las habilidades y desarrollará los comportamientos necesarios para vivir juntos una vida feliz.

      Les deseo a usted y a su perro un vínculo de por vida con mucho amor, aprendizaje y risas.

      Un guau sincero,

       Larry Kay

      P. D.: Le invito a defender (con un guau) el refuerzo positivo visitando nuestra página de Facebook. En nuestra página web respondo preguntas de los lectores e invito a adiestradores que conocen el trabajo de Dawn a intervenir. Espero recibir sus comentarios.

       positivelywoof.com

       facebook.com/positivelywoof

      Estaba en la cocina con Maude, mi loro gris, cuando sonó el teléfono. Era Vicki Kennedy, la esposa del senador Ted Kennedy.

      «Dawn —me dijo—, tengo un perro que me gustaría que evaluaras. Es otro perro de agua portugués y llegará al aeropuerto de Dulles dentro de unos días. ¿Tienes disponibilidad para este trabajo?»

      Me sorprendió un poco escuchar que Vicki había puesto el ojo en otro perro. Los Kennedy ya tenían tres perros: todos porties, como los llamamos todos los que amamos a esta adorable raza de pelo blanco y negro rizado. Había ayudado a los Kennedy a escoger sus perros de Art y Martha Stern, criadores de Texas con los que había trabajado, y había adiestrado a los tres en mi hogar de Hume (Virginia). El senador Kennedy y Vicki acababan de llevar a casa a su tercer portie, un cachorro llamado Captain Courageous, o Cappy para abreviar. No era de esperar que quisieran añadir otro miembro a la familia.

      «No es para nosotros —dijo Vicki—. Todavía no estamos seguros de dónde irá el cachorro; solo queremos saber si crees que sería adecuado para una familia con niños.» Acepté evaluar al perro, pero cuando estaba a punto de colgar, Vicki me detuvo.

      El senador Edward Kennedy y su esposa, Vicki, al volver de una excursión en barco en la costa del puerto de Hyannis (Massachusetts) con sus perros Splash y Sunny.

      «Oh, y, Dawn —me dijo—, que quede entre nosotras algunos días, ¿de acuerdo?» Unos días después conduje desde mi casa en el campo hasta el aeropuerto Dulles Hilton, donde estaba programado que me encontrara con uno de los ayudantes del senador Kennedy y un perro llamado Charlie. No sabía demasiadas cosas de Charlie, excepto que tenía unos cinco meses y que era compañero de camada de Cappy. Había estado en una familia que lo había devuelto a Art y Martha porque la familia tenía un portie mayor y no se llevaban bien. Martha estaba buscando una familia para realojarlo.

      Tras recoger a Charlie, lo llevé hasta la clínica dental de mi exmarido, donde tenía una cita programada para que me arreglaran un diente roto. Llevé la jaula de Charlie a una sala privada de la parte trasera de la clínica y cerré la puerta. Había estado tan tranquilo en el coche que estaba deseando dejarlo salir. En cuanto abrí la puerta de la jaula, Charlie asomó la cabeza. La mayoría de los perros necesitan tiempo para adaptarse después de un vuelo y de un viaje en jaula, y tienden a salir con gran vacilación y a sentirse inseguros en el entorno. No fue el caso de Charlie. Estaba feliz como una perdiz y tranquilo como Pedro por su casa. Le até la correa que le había llevado y lo saqué para que hiciera sus necesidades. Cuando volvimos a entrar, dimos una vuelta por la clínica. Se paraba alegremente para que los empleados lo acariciaran. Estaba preocupada por si los ruidos de las máquinas lo iban a asustar, pero mientras me arreglaban el diente, Charlie estuvo tranquilamente tumbado a mi lado, disfrutando de un nuevo juguete para mascar que le había traído.


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