Adiestre a su perro. Dawn Sylvia-Stasiewicz

Adiestre a su perro - Dawn Sylvia-Stasiewicz


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y como persona amante de los perros, llego a quererlos a todos ellos. Pero me enamoré perdidamente de Charlie. Era un cachorro magnífico, de crianza excelente, y un estudiante rápido. Se llevaba bien con los demás perros de mis clases de adiestramiento (aproximadamente doce a la vez), con mis propios perros, con los perros del vecino e incluso con mis dos loros. Maude, que tiene especial debilidad por los perros, parecía que era la que más lo intrigaba. Olfateaba alrededor de su jaula, y a Maude le encantaba. Bajaba de su percha y sacaba el pico a través del alambre de la puerta cerca de su hocico. «Dame un beso, trua… ¡Qué bien!», parloteaba, luego le lanzaba un poco de pienso. Charlie cogía la golosina y rodaba por el suelo, esperando más.

      Unas semanas después, Vicki llamó para preguntar por Charlie.

      «Es increíble —le dije—. Creo que es muy apropiado para una familia y para estar rodeado de niños. ¡Le quiero tanto, estoy pensando en quedármelo si la gente que tenías en mente no lo quiere!»

      Fue entonces cuando me dio la noticia: la familia que estaba sopesando la idea de adoptar a Charlie no era cualquier familia, era la primera familia del país. A pesar de que puede que algunas personas se hubieran venido abajo de miedo, yo no estaba preocupada para nada. Acepté este trabajo como cualquier otro: simplemente era necesario que preparara a Charlie —o Bo, como se le conoce finalmente— para la casa a la que iba a ir.

      Me convertí en adiestradora canina profesional por un profundo y perdurable amor por los perros. Durante toda mi infancia y adolescencia tuve una gran debilidad por todas las mascotas de mi familia y por los perros en general, y siempre soñaba en que algún día tendría una casa llena de niños y de animales. En 1982 me casé con un hombre al que amaba profundamente, que era trece años mayor que yo. Él era dentista, con una clínica en expansión cerca de Washington D. C. Acordamos que yo me quedaría en casa, criando a los niños y ayudando a gestionar la clínica dental, la cual trasladamos al primer piso de nuestra casa.

      Cuatro años después de casarnos tuvimos una hermosa hija a la que llamamos Courtlandt. Catorce meses después, tuvimos a Blaise, nuestro hijo. Y luego, adivínelo, nueve meses después volvía a estar embarazada, esta vez de la segunda hija, Paige. A veces tener tres hijos tan pequeños y tan seguidos era una locura. Entre los años 1986 y 1993 o estuve embarazada o lactando (y cambiando pañales todo ese tiempo). A pesar del horario de locos, me sentía en el cielo y había conseguido lo que siempre había querido: una casa llena de niños y mascotas. Llegamos a tener hasta cinco perros a la vez, y tuvimos terriers de Boston, un pomerano, un perro de agua portugués, border collies, un cobrador de pelo liso, un perro de agua irlandés, un schnauzer gigante y un podenco ibicenco. Y, además, dos hurones, varias ratas de compañía, algunos conejos, un gran número de hámsteres, cuatro gatos siameses, una serpiente y dos loros muy parlanchines. Jules, un loro de nuca amarilla, y Maude, nuestro loro gris. A veces era difícil decir correctamente los nombres, y a menudo pienso en el pasado y me pregunto cómo lo hacía. En un momento dado, yo estaba lactando a Paige, mientras Jazz, la terrier de Boston, amamantaba a sus cachorros. Era una de esas mujeres llamadas Superwoman. Cada mañana me levantaba, daba de comer a los niños, daba de comer a los perros, daba de comer a los pájaros, daba de comer a los gatos, cogía los cochecitos y las correas (prestando especial atención en no poner los perros en los cochecitos y las correas a los niños), salía para dar un paseo por el vecindario o para llevar a los niños a la escuela, volvía, colocaba los perros en sus jaulas e iba a trabajar a la clínica dental de mi marido en el piso de abajo. Estaba en movimiento constante, de la mañana a la noche. Era una vida agitada, frenética y maravillosa. Aunque estaba centrada en la familia, participaba en concursos caninos y empecé un negocio complementario de adiestramiento y alojamiento para perros, principalmente para ganar dinero para pagar las entradas de los concursos caninos y de las conferencias.

      Entonces, una mañana de 1995, estaba sentada en la mesa de la cocina, aturdida, mientras mi marido me decía que ya no quería continuar con nuestro matrimonio. En ese momento los niños tenían cinco, seis y siete años. Ahora, sin la seguridad financiera de la que había dependido, necesitaba ganar dinero de verdad, y rápidamente. La idea de buscar un trabajo y dejar a los niños cada mañana me superaba. Mientras los niños estaban en la escuela y practicando deporte, me dediqué al adiestramiento canino a tiempo completo.

      A partir del trabajo con mis propios perros, sabía que el talento que tenía en lo referente al adiestramiento era especial, y ya me había ganado cierta reputación como adiestradora que podía enseñar a los propietarios a criar perros que fueran miembros de la familia alegres, obedientes y fieles, en especial en familias con niños. Eso me dio confianza cuando empecé a hacer correr la voz sobre mi negocio, y dejé un depósito para el alquiler de un pequeño estudio para dar mis clases. Para mí fue un momento pavoroso y emocionante: ¡Superwoman también era propietaria de un negocio! Llamé a mi programa de adiestramiento Positive Puppy Care [‘cuidado positivo para cachorros’] y luego lo cambié a Merit Puppy Traning [‘adiestramiento de cualidad para cachorros’]. Continué ganando reputación y la lista de clientes creció. Me mudé de la casa de Washington a una casa en el campo: un lugar maravilloso para vivir, y un sitio perfecto para adiestrar y alojar perros.

      Creo que la idea de implicar a los niños en el proceso de adiestramiento es una idea genial. Es una experiencia que les enseña tantas cosas, no solo sobre perros, sino también sobre ellos mismos. Por supuesto que impliqué a mis hijos, y a ellos les encantó. Daba clases mientras estaban en la escuela por la mañana, y luego los iba a recoger y los llevaba a la siguiente tanda de clases. Al atardecer, mi exmarido se los llevaba a cenar mientras yo daba más clases. Continué ampliando el negocio preparando perros para competir en concursos y, en el otro extremo del espectro, enseñando a propietarios de mascotas a conseguir que sus cachorros aprendieran a edades muy tempranas. Pronto mis servicios de adiestramiento empezaron a llamar la atención de algunas de las familias más poderosas de Washington D. C. Para ser honesta, rara vez prestaba atención a nada de eso. Mi principal preocupación cuando se trataba de trabajar con una familia era que estuvieran comprometidos con el adiestramiento de su perro y que proporcionaran un hogar feliz y seguro a su mascota. En realidad, antes de darme cuenta de quiénes eran, trabajé con Vicki y el senador Kennedy durante meses. Fue cuando recibí un cheque suyo y vi impreso en la parte superior el nombre Edward Moore Kennedy, entonces me di cuenta de que la Vicki Kennedy con la que había estado hablando por teléfono sobre el adiestramiento para hacer las necesidades y sobre los horarios de las comidas era la mujer de ese Ted Kennedy.

      Pues sí, había recorrido un largo camino hasta llegar a la Casa Blanca, pero me sentía completamente preparada.

       Dawn Sylvia-Stasiewicz

      Los principios básicos

      Capítulo uno

      Como madre de tres hijos y adiestradora de animales durante más de veinte años, he llegado a entender que las lecciones que aprendí durante la maternidad se pueden aplicar al adiestramiento canino. Este libro comparte mi sistema de adiestramiento canino, el cual se basa en el método con refuerzo positivo. A diferencia de los programas de adiestramiento tradicionales en boga en la actualidad, como el que utiliza César Millán en el programa El encantador de perros, la esencia del adiestramiento con refuerzo positivo es que los perros aprenden buenos comportamientos cuando los recompensamos por hacerlo bien, y que el castigo no tiene que ser en forma de una reprimenda o, algo peor, con fuerza física. En el adiestramiento con refuerzo positivo, nuestra tarea es amar y respetar a nuestros perros y recompensarlos y castigarlos como haríamos con nuestros hijos. El punto fundamental en el refuerzo positivo es que un perro es una creación de Dios que vive y respira y que necesita amor y seguridad. Un perro también siente dolor, igual que nosotros, y nuestra tarea es minimizar ese dolor.

      Según mi opinión profesional, el refuerzo positivo es el mejor sistema de adiestramiento canino, tanto si usted tiene una familia con muchos hijos o es un adulto soltero. En este preciso momento, demasiados perros todavía son


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