Adiestre a su perro. Dawn Sylvia-Stasiewicz
pase a ejercer violencia contra las personas.
La asociación American Humane Association (Asociación Humanitaria Estadounidense) ha lanzado una importante iniciativa llamada The Link para estudiar la relación entre la crueldad contra los animales y la violencia contra los seres humanos. La organización American Humane, que declara el descargo de responsabilidad «Ningún animal resultó herido» para películas y programas de televisión, afirma que es significativamente más probable que los criminales violentos «hayan cometido actos infantiles de crueldad contra mascotas» que los delincuentes no violentos, y que el abuso contra los animales se produce en la abrumadora mayoría de los hogares en que se documenta abuso y negligencia infantil.
Si su hijo (o su amigo) abusa o hace daño a una mascota, es mejor hablar de inmediato con él (o con los padres del amigo). Si su hijo ha visto que se lastima a un animal, asegúrele que hará todo lo posible para ayudar al animal. Felicítelo por ser compasivo. Pregúntele si alguna vez ha hecho daño a un animal; si es así, agradézcale la sinceridad y entonces acaricien juntos con suavidad a su perro (si el perro no tiene miedo). Recuerde a su hijo que no está bien hacer daño a los animales y felicítelo de nuevo por ser un buen niño que se preocupa por las cosas.
Readiestrar a un perro adiestrado con métodos tradicionales
Mi perro Ebony y yo somos la prueba de que los perros adiestrados con métodos tradicionales y los propietarios pueden readiestrarse para trabajar de una forma más positiva y centrarse en reforzar los buenos comportamientos y no en lo que el perro ha hecho mal. Cuando empecé a trabajar con mis perros, aprendí a adiestrar en el estilo aversivo de la «vieja escuela» sobre el que ahora predico en contra. En aquel momento era difícil encontrar una alternativa porque, bueno, no existía. Esa era la forma en que se hacían las cosas, y nunca se me ocurrió cuestionarlo hasta que Ebony me enseñó lo contrario.
Ebony fue mi primer perro de agua portugués. La adopté a finales de los años 1980 con toda la intención de adiestrarla como perro de concurso. Sin embargo, pronto me di cuenta de que padecía displasia de cadera y era portadora del gen de la atrofia retinal progresiva. Hubiera sido poco ético presentarla a concursos, ganar un título de campeón y entonces hacerla criar. Así que no lo hice.
En lugar de eso, llevé a Ebony a concursos de obediencia, en los que se juzga al perro por cómo obedece indicaciones y órdenes y cómo sigue su liderazgo. Para prepararla para las competiciones, la adiestré yo sola y con muchos otros adiestradores, de forma particular y en clases. A pesar de las horas que dedicaba, Ebony no obtenía buenos resultados en las competiciones. Continué intentándolo y fui a muchas competiciones organizadas por la asociación American Kennel Club [(Asociación Canina Estadounidense)]. Ebony mejoró, pero podría decir que algo no andaba bien para ella. No le gustaba la cadena de ahogo y se quedaba rezagada con tristeza, con la cola metida entre las patas mientras practicábamos y en los concursos de obediencia. No se lo pasaba bien.
En 1991 decidí dejar de atormentar a la pobre Ebony; en lugar de participar en las competiciones, solo íbamos a mirar. Mis hijos eran muy pequeños, pero los cargaba en el coche con una bolsa de pañales, los perros y sus provisiones, y nos poníamos en marcha. Cuando llegábamos, los niños jugaban y yo miraba los concursos y tomaba notas. Después, intentaba hablar con los mejores adiestradores y les preguntaba cómo conseguían que sus perros actuaran tan bien. Estaba en especial rendida ante una adiestradora magnífica: Joan Woodard. Sus perros, un golden retriever y un airedale terrier, actuaban a la perfección. Lo que más me sorprendía era que no llevaban collares de ahogo. Nunca lo había visto. La localicé después de un concurso.
Los buenos líderes no tienen que actuar como abusones para exigir respeto, ni en el mundo de los humanos ni en la manada de perros.
«Te he visto en la pista —le dije—. Tus perros lo han hecho tan bien…, y ni siquiera utilizan collares de ahogo.»
Joan sonrió y señaló el collar de ahogo de Ebony. «¡Qué lástima! —dijo—. Pero gracias por admirar el trabajo de mis perros.» Y entonces se fue.
Ahora entiendo que probablemente no quería perder el tiempo con alguien que utilizaba un collar de ahogo, pero no me di por vencida. La perseguí, concurso tras concurso, hasta que al final le agoté la paciencia. Me explicó que había un pequeño movimiento entre los círculos de adiestramiento canino y accedió a presentarme a un grupo pequeño pero muy unido de adiestradores que estaban haciendo las cosas de una forma distinta.
La semana siguiente, fui con Ebony a una clase que daba Joan sobre técnicas de refuerzo positivo. Me sentí como si entrara en un grupo radical clandestino, y en muchos sentidos era eso lo que estaba haciendo. Este tipo de adiestramiento era algo tan nuevo respecto a lo que me habían enseñado —respecto a lo que yo también había enseñado a hacer a otros— que me sorprendió lo extraordinariamente obedientes que eran los perros de esa sala, lo muy concentrados que estaban y, por encima de todo, lo felices que eran. No había collares de ahogo, ni correcciones físicas. En lugar de eso, había golosinas y juguetes, muchas golosinas y muchos juguetes. Incluso eso era diferente. En las clases de adiestramiento tradicionales basadas en el castigo no se permiten las golosinas porque, según se cree, echan a perder a los perros y hacen que los propietarios sean «blandos».
Cuanto más iba a las clases de refuerzo positivo de Joan, más lo entendía. Empecé a utilizar este método con mis perros, y se acostumbraron de inmediato. Ebony, en particular, parecía una perra completamente distinta: estaba llena de vida y alegre. Y le encantaba el adiestramiento. Incluso le gustaba la correa. Antes de todo esto, se enfurruñaba y quedaba alicaída cuando se la ponía, quizá porque sabía que pronto yo estaría tirándole del cuello y castigándola con dureza. Pero después de empezar a adiestrarla con los métodos de refuerzo positivo, se animaba cuando veía que cogía la correa.
Ya no miré hacia atrás.
Por ese tiempo, el doctor Ian Dunbar fundó la Association of Pet Dog Trainers (APDT, (‘asociación de adiestradores de perros mascota’)], una organización con socios dedicada a promocionar el adiestramiento con refuerzo positivo. Fui a mi primera conferencia de la APDT en 1994; allí mi motivación creció todavía más con muchos de los adiestradores más entregados de todo el país. Me llevé mi ejemplar, lleno de páginas marcadas, del emblemático libro del doctor Ian Dunbar de 1979, Dog Behavior [Comportamiento canino], para que me lo dedicara. Desde ese momento, el doctor Dunbar me ha motivado en mi trabajo en el adiestramiento canino con refuerzo positivo y continuamos intercambiando ideas, en especial sobre el adiestramiento canino para familias con hijos. Todavía estoy agradecida al doctor Dunbar y a Joan Woodard, mi primera adiestradora con refuerzo positivo, por ayudarme a cambiar de bando.
También estaré eternamente agradecida a mi perra Ebony, fallecida en 1995 a la temprana edad de poco menos de siete años, tan solo seis meses después de diagnosticarle una deficiencia renal. Ebony me enseñó con paciencia lo buena estudiante y lo feliz que podía ser si simplemente la recompensaba por todos los buenos comportamientos que me ofrecía.
REHABILITACIÓN DE PERROS PROBLEMÁTICOS
Hay casos en que un perro tiene demasiado miedo o ha sufrido demasiados daños para rehabilitarlo, pero si un perro puede rehabilitarse, creo firmemente que el refuerzo positivo es la forma de hacerlo.
Piense en el caso más extremo de abuso animal que recientemente ha llamado la atención pública en Estados Unidos: los perros de Michael Vick. ¿Quién podía creerlo? ¿El quarterback del equipo de fútbol americano Atlanta Falcons condenado por dirigir un local de peleas de perros? Entre los 47 perros que se llevaron bajo custodia se consideró, con la supervisión de un guardián/experto especial designado por el Tribunal de Distrito de Estados Unidos para el Distrito Este de Virginia, que 22 no se podrían rehabilitar. Con el apoyo de muchos expertos, incluidas algunas organizaciones nacionales humanitarias, se programó el sacrificio de estos 22 pit bulls «más extremos».
Mientras esos perros estaban en el corredor de la muerte, la asociación Best Friends Animal Society (‘Sociedad animal mejores amigos’) pidió al tribunal que les permitieran reevaluarlos, y este les concedió el permiso para rehabilitar a los perros