El islam y la cultura occidental. Lourdes Celina Vázquez Parada
a Occidente se explica por razones económicas, por lo cual nos preguntamos si es realmente válido hablar de un choque entre Oriente y Occidente por razones religiosas.
Religión, cultura y civilización. Samuel Huntington y Tzvetan Todorov
¿Choque o encuentro de culturas?
El norteamericano Samuel Huntington en su libro El choque de culturas45 (1996) afirma que Oriente y Occidente se están enfrentando de manera violenta, lo cual significa que la cultura cristiana occidental se opone al oriente musulmán. En el siglo xx, los conflictos entre naciones eran bélicos, como las dos guerras mundiales que dividieron al mundo, después de 1945, en un bloque democrático occidental encabezado por Estados Unidos y otro oriental socialista dirigido por la Unión Soviética. Presentando al primero como bueno y al segundo como malo, desde la perspectiva estadounidense, durante décadas se vivió la Guerra Fría entre los países aliados de ambas potencias. Pero después de la caída del muro de Berlín y la desaparición de los gobiernos comunistas, la situación política ha cambiado. Con los ataques a las torres gemelas en Nueva York, el 11 de septiembre del 2001, los musulmanes aparecen para muchos occidentales como sus nuevos enemigos. De nuevo la religión sustituye las categorías de nación y socialismo que en el siglo xx fueron tan importantes.
Definir los conceptos de cultura y civilización no es fácil, ya que la descripción de sus contenidos depende del punto de vista de los pensadores, que no se han puesto de acuerdo. Mucho influye también el idioma que se usa. Así, por ejemplo, el libro de Samuel Huntington The clash of civilizations se ha traducido como El choque de las culturas o El choque de las civilizaciones.
Los alemanes suelen dar preferencia al término cultura, porque la palabra civilización en la filosofía alemana ocupa un lugar secundario. Para Nietzsche, la cultura alemana es la manifestación suprema de la creación humana y a ella pertenecen las artes, la filosofía y la ciencia, mientras la civilización se relaciona más bien con la vida cotidiana y la tecnología. Los franceses, en cambio, usan con mayor frecuencia el término civilización. En muchas universidades hay cursos de civilisation francaise, en los cuales se habla de grandes pensadores, literatos, etc., pero también de la industrialización y la tecnología. La red moderna de trenes, los vinos de Burdeos, el champán y los quesos camembert son considerados parte de la civilización francesa y le dan identidad al país. Por el contrario, en la cultura alemana jamás formarían parte la cerveza, el futbol o la salchicha. Hay una distancia enorme entre Richard Wagner y Franz Beckenbauer; entre la ópera, a la cual asiste la élite educada, y el futbol que es diversión y se observa de manera apasionada. Para los franceses, sin embargo, la tecnología y el comercio son factores importantes de su expansión colonial. El crítico literario Tzvetan Todorov (1939-2017), búlgaro y francés, realiza un interesante estudio para polemizar con las tesis conservadoras de Huntington; como humanista crítico su interés se centró en atravesar fronteras y defender la comunicación entre culturas, lenguas y disciplinas. Pasa así de la crítica literaria al estudio de las culturas y sus puntos de encuentro como uno de los aspectos más relevantes de las sociedades actuales. En el año 2002 visitó la Universidad de Guadalajara donde afirmó que se distanciaba de la ciencia literaria y el estructuralismo y que su interés se centraba en la comprensión de los problemas históricos y morales. En este sentido, afirma que, con las expediciones a Egipto, “Bonaparte entendió por civilización la difusión de técnicas y obras, y por tanto, la predilección es justa: el comercio y la circulación de conocimientos serán reforzados por esta expedición”.46 Sin embargo, continúa el autor, hay una contradicción en la forma de actuar de Napoleón, porque la conquista es un acto violento que acerca la civilización a la barbarie. El bárbaro es el hombre salvaje que carece de cualquier educación, cultura y civilización.
Un hombre culto y civilizado es incapaz de cometer actos bárbaros; pero, en la lengua española, un hombre culto no es lo mismo que un hombre civilizado. Una persona civilizada tiene buenos modales y no es grosera, pero no necesariamente sabe mucho de arte o literatura. Un hombre culto es aquel que tiene una amplia formación humanística. En francés se da preferencia al término civilización, y en español y alemán, al de cultura. Es así como se refleja en nuestra forma de hablar la idea de una cultura elitista.
Cuando estudiamos la Antigüedad no importa si no diferenciamos entre culturas o civilizaciones en los casos de Babilonia, Egipto, Grecia, Roma, los incas o los mayas, por ejemplo. Pero en la actualidad se impone cada vez con mayor fuerza el concepto de cultura creado por los antropólogos, para los cuales una cultura es la forma de vida de un pueblo o grupo étnico. Así, cuando hablamos de cultura wixárika nos referimos a las creencias, los hábitos alimenticios, la forma de vestir, la agricultura; es decir, la forma de vida en general de esta tribu indígena. Este concepto antropológico es posible aplicarlo a otras culturas, como la mexicana, la francesa y las de otros países y comunidades, ya que se trata de un concepto neutral. En adelante nos basaremos en él, aunque estamos conscientes de que persiste la confusión entre cultura y civilización en diversas lenguas. Cultura es un concepto que abarca muchos ámbitos de nuestra vida. Lo que nos da identidad es, en primer lugar, la lengua y la religión, y enseguida muchos otros factores de menor importancia: “amamos (o detestamos) la lengua, el lugar de infancia, su cocina, pero no amamos el seguro social, el fondo de jubilación… solamente queremos poder tenerles confianza,” dice Todorov.47
Estado nacional e identidad
Tzvetan Todorov explica también que nacemos inmersos en una cultura, la de nuestros padres. La cultura, la nacionalidad, el estado y la religión nos dan identidad. Por lo general, el nacionalismo es más fuerte que la religiosidad; la patria terrestre está más presente que la celestial. Durante las dos guerras mundiales los sacerdotes católicos de Francia y Alemania bendecían a los soldados que salían al campo de batalla, y a nadie le importaba que los católicos lucharan contra católicos. Inclusive los judíos alemanes, entre 1914 y 1918, estaban orgullosos de formar parte del ejército alemán, en cuyas filas podían mostrar su patriotismo. Después de las experiencias del holocausto empezaron a dudar del “patriotismo” de la generación anterior que enfrentaba también a judíos alemanes y franceses en el campo de batalla. Ahora, la nueva patria para muchos judíos alemanes es el recién fundado Estado de Israel.
La conciencia nacional surge a finales del siglo xviii con la Revolución francesa de 1789. La Marsellesa, el himno nacional francés donde se habla de los hijos de la patria, es producto de esta revolución y modelo para la composición de himnos nacionales en los países occidentales. Se trata de mensajes belicosos que suenan extraños en nuestro tiempo moderno, en el cual se busca la paz y se rechazan la violencia y el terrorismo. Por ejemplo, en el caso mexicano, es difícil imaginarse “el sonoro rugir del cañón”; la poesía patriótica de la Independencia, de Andrés Quintana Roo o Sánchez de Tagle y muchos otros, ya no tiene admiradores entre una juventud a la cual le es ajeno el concepto de patriotismo y que no siempre se siente orgullosa de ser mexicana.
A partir de la segunda mitad del siglo xx, el patriotismo y el nacionalismo han perdido su fuerza. Gracias a la política de conciliación de Adenauer y De Gaulle, los franceses dejan de ser los enemigos hereditarios de los alemanes y se convierten en sus aliados, igual que Inglaterra y Estados Unidos. El nuevo enemigo ya no es nacional, sino ideológico. El mundo occidental, liderado por los Estados Unidos, enfrenta al comunismo. Su enemigo principal, la Unión Soviética, es un estado multinacional que crea a un hombre nuevo ajeno a cualquier identidad nacional y religiosa, “el homo sovieticus”, cuyo fin describe la premio Nobel de literatura Svetlana Aleksiévich en uno de sus libros de reportaje.48 Es difícil decir si el proceso de “desnacionalización” y secularización fracasó completamente. Es una empresa muy arriesgada alejar al hombre de sus raíces religiosas y de su identidad nacional de manera repentina. La iglesia ortodoxa se debilitó mucho durante este proceso de sovietización; sin embargo, en el sur de la Unión Soviética, donde predomina el islam, la religiosidad sigue siendo un factor de gran importancia. El Partido Comunista subestimó la fuerza de la religión y ahora el gobierno ruso es aliado del Patriarca de Moscú. Sin embargo, el islam no deja de ser considerado un enemigo peligroso del gobierno, porque tiene el apoyo del Estado Islámico y otros islamistas radicales.
No obstante, aunque el Estado nacional,