Jalisco 1910-2010. Luis Martín Ulloa
el barco con tal furia que hasta el capitán se mareó. Un autorretrato suyo pintado al pastel recibió en una exposición en París en 1899 la medalla de plata. En medio de los suntuosos gastos del Centenario de la Independencia, consiguió que don Porfirio Díaz asignara una partida para realizar una colectiva en la Academia de San Carlos con los pintores nacionales; fue cuando pidió también “muros, en los edificios públicos, para pintar” anticipándose a la idea del muralismo de José Vasconcelos.
José Clemente Orozco (Zapotlán el Grande, 1883-Ciudad de México, 1949). A los 21 años sufrió un accidente en las manos con pólvora y terminaron por amputarle la izquierda. Cuando aún era desconocido, trabajó haciendo carteles de cine en Estados Unidos; años más tarde iría de nuevo al vecino país para pintar un gran mural en el Pomona College de Claremont en Califormia. Pintó 2,030 metros cuadros en Guadalajara, repartidos en el antiguo Hospicio Cabañas, la escalera del Palacio de Gobierno y el Paraninfo de la Universidad de Guadalajara.
Roberto Montenegro (Guadalajara, 1887-Ciudad de México, 1968). Decoró el frontón del Teatro Degollado pero su trabajo fue suplantado en 1963 por el actual relieve. Ilustró los primeros libros de texto gratuitos de primaria a fines de los años cincuenta. Fue un artista polifacético: fue muralista pero también un pintor de caballete de vanguardia, realizó escenografía, trabajó con vitrales y cerámica, se desempeñó como funcionario de cultura, ilustró revistas y libros, y prefirió, a diferencia de sus contemporáneos, un arte más decorativo que narrativo. Su madre fue tía del poeta nayarita Amado Nervo.
Alfredo R. Placencia
SACERDOTE Y POETA
Nació el 15 de septiembre de 1875 en Jalostotitlán. A la edad de doce años ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara. Transitó por diversos curatos como ministro o vicario. Fue un hombre complejo que combinó su ministerio religioso con la inocencia mundana que le facilitó el alcohol, el amor a las mujeres y su irrenunciable poesía. Incomprendido por sus feligreses y por las autoridades diocesanas, fue desterrado a Estados Unidos y degradado en su rango eclesiástico (llegó a ser cura) por algunos años. A pesar de su pobreza material, fue generoso con el prójimo. En sus últimos años de vida, fue descubierto por los escritores de la revista literaria Bandera de Provincias (1929-1930). Agustín Yáñez, siendo gobernador de Jalisco, promovió la publicación de sus obras completas. Su libro de poesía más sobresaliente es El libro de Dios (1924). Murió el 20 de mayo de 1930 en Guadalajara.
Ciego Dios
Así te ves mejor, crucificado.
Bien quisieras herir, pero no puedes.
Quien acertó a ponerte en ese estado
no hizo cosa mejor. Que así te quedes.
Dices que quien tal hizo estaba ciego.
Alfredo R. Placencia
No lo digas; eso es un desatino.
¿Cómo es que dio con el camino luego,
si los ciegos no dan con el camino?...
Convén mejor en que ni ciego era,
ni fue la causa de tu afrenta suya.
¡Qué maldad, ni qué error, ni qué ceguera!
Tu amor lo quiso y la ceguera es tuya.
¡Cuánto tiempo hace ya, Ciego adorado,
que me llamas, y corro y nunca llego!...
Si es tan sólo el amor quien te ha cegado,
ciégueme a mí también, quiero estar ciego.
Lucha divina
¿Tú sostienes el orbe con un dedo…?
Eso, a decir verdad, no es maravilla.
Puedo yo más que Tú. Yo soy de arcilla
y, ya lo has visto en el altar: ¡Te puedo!
¿Piensas poder más Tú…? Te desafío.
Y si es así que tu potencia es mucha,
lucha conmigo, vénceme en la lucha
y a Ti no más te ame, Jesús mío.
Tomado de: Velasco, Sara, Escritores jaliscienses. Tomo I (1546-1899). Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 1982, pp. 305-308.
La noche de bodas de María Félix en Chapala
Óscar Guillermo Solano García
Un edificio de ladrillos expuestos reclama la atención. Hay policías en las puertas, otros turistas como él toman fotografías, a lo lejos hay un hombre que vuelve la mirada para ver el edificio una vez más, antes de perderse entre el destello de árboles, luz y agua.
Las letras de la fachada le dicen que aquel edificio es el Palacio Municipal. ¿Eso es lo que mira la gente? Al centro, entre dos columnas, hay una placa que pretende dar una explicación: “Hotel Nido. Fundado a principios de siglo…” El turista levanta los ojos y valora la arquitectura, ¿esa construcción de estilo renacentista explica el ensueño que empieza a sentir? Regresa los ojos a la placa y continúa leyendo: “…en este lugar la actriz María Félix pasó su primera noche de boda” En su memoria, como si el viento trajera desde el lago la plática de dos ancianos que se empeñan en pescar, aparece una historia imprecisa: 8 de abril de 1914 en Álamos, Sonora, una niña nacida de yaqui y vasca; 1929, una adolescente llega a Guadalajara y desfila por sus calles coronada reina de la belleza estudiantil; 1931, la adolescente llega vestida de blanco a ese edificio de ladrillos expuestos –el turista alarga los dedos y los roza como tratando de anclar las memorias que vuelven mito-; 1940, Ciudad de México, en una calle llamada Francisco I. Madero una mujer mira los escaparates y alguien se le acerca para proponerle trabajar en el cine, la mujer le contesta “que si le da la gana, lo hará”.
Como una película que se sale del carrete, o se quema desde el centro hacia los bordes, aparece un personaje vuelto realidad: Doña Bárbara; unos ojos que se desperezan en un close up obsesivo: Enamorada; un rostro mimetizado con el de la Virgen: Tizoc. El turista prosigue su camino hacia el lago porque todavía tiene muchas cosas qué ver, porque estorba el paso en la acera. Más adelante, cuando vuelva la cabeza sobre su hombro para mirar la placa por última vez, aceptará que ante ese nombre no pudo sostener la mirada.
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