Pensar. Carlos Eduardo Maldonado Castañeda

Pensar - Carlos Eduardo Maldonado Castañeda


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los argumentos que oportunamente se presentarán.

      A título provisorio propongo dos tesis, estrechamente relacionadas entre sí. Estas dos tesis, sin embargo, tienen tan solo la función de preparar el argumento final que sostengo en este texto.

      Las dos tesis se pueden enunciar así: de un lado, una sola ciencia, cualquiera que sea, es insuficiente en el mundo de hoy para: a) comprender y abordar los problemas del mundo, o con los que nos vemos abocados, y b) solucionar los conjuntos de problemas del mundo actual. “Mundo” debe ser entendido en el sentido más amplio e incluyente, que comprende tanto a la sociedad, como la naturaleza y la realidad mismas. Se hace necesaria una confluencia, un encuentro o diálogo entre ciencias. “Ciencia” debe ser entendida en el sentido más amplio, pero también más fuerte de la palabra; por consiguiente, ya no se trata aquí de la distinción entre ciencias, disciplinas, prácticas y saberes, una distinción, hoy por hoy, vetusta. Pues bien, el hilo conductor es aquí el diálogo entre, de un lado, las ciencias de la complejidad. Y de otra parte, las lógicas no clásicas. La consecuencia de esta primera tesis es evidente: si las LNC contribuyen activamente a pensar, a comprender y a explicar la complejidad, entonces, naturalmente, las LNC son una de las ciencias de la complejidad.

      La segunda tesis es de tipo lógico o epistemológico, y sostiene que nadie piensa bien si no piensa en todas las posibilidades; más exactamente pensar (bien) es pensar en todas las posibilidades, y pensar en todas las posibilidades incluye pensar, en el límite, incluso lo imposible mismo.

      Pues bien, ambas tesis cumplen simplemente una función propedéutica cuya tarea es preparar el terreno para la tesis central de este texto: pensar equivale, de una parte, a resolver problemas, y de otra, a generar o introducir una innovación o innovaciones. De manera precisa, pensar carece de límites en cualquier acepción de la palabra y, en un sentido amplio es un comportamiento que tienen los sistemas vivos, y que, por tanto, no se reduce única o principalmente a los seres humanos. Pensar y vivir son una sola y misma cosa.

      Así las cosas, el problema se revela de otra manera: se trata de comprender lo que es la vida y lo que hacen los sistemas vivos para vivir. En otras palabras, es imposible en el mundo de hoy, y dados los avances en el conocimiento, no tener una idea básica de lo que es la vida, que es, por excelencia, el fenómeno de todas las posibilidades.

      Ahora bien, nadie piensa porque quiere. Esto es, el pensar no es un acto voluntario y deliberado. Por el contrario, sencillamente acaece. En otras palabras, pensar no es un punto de partida, sino, por el contrario, un punto de llegada. Los seres humanos piensan, de un lado, simple y sencillamente, porque no pueden evitarlo; esto es, dicho de manera coloquial: porque les toca, porque se ven forzados a ello, faute de mieux. Pero, al mismo tiempo, de otra parte, pensar es el resultado de jugar, esto es, literalmente, fantasear, imaginar, jugar libremente y sin ninguna finalidad pre-determinada.

      La historia del mundo moderno y contemporáneo hasta nuestros días es el proceso mediante el cual se han ido refinando una propedéutica para el conocer, metodologías del conocimiento y técnicas propias de investigación y resolución de problemas. Lo mismo no puede ni debe decirse sobre el pensar. En otras palabras, en la transición desde el capitalismo post-industrial a la sociedad de la información, a la sociedad del conocimiento y actualmente a la sociedad de redes, ha habido, no sin buenas justificaciones, un trabajo en toda la línea acerca de procesos de conocimiento. Pero, contradictoriamente, el pensar parece haber quedado relegado a lugares de importancia secundaria. Si ello es así, asistimos a una crisis del pensar, algo que ha sido señalado, por lo demás, desde hace tiempo por parte los filósofos, humanistas y científicos.

      A menos de que nos situemos en contextos doctrinarios, en buena ciencia y filosofía no existe una concepción única de un tema o un problema. Por el contrario, existen matices, versiones, gradientes, perspectivas… una diversidad que no necesariamente debe asimilarse a relativismo o eclecticismo. En un terreno tan joven como las LNC algo análogo sucede. En consecuencia, mi propósito aquí no es descriptivo —para lo cual remito sencillamente a la bibliografía—, más bien me propongo establecer mi propia posición. Asumo, por tanto, que existe un conocimiento básico de los temas, bibliografía y estados del arte, o bien, remito sencillamente a la bibliografía pertinente en los casos que llegue a ser necesario. El tema de base es, dicho en términos generales, las relaciones entre racionalidad y mundo; y más puntualmente: las relaciones entre las LNC y los sistemas sociales.

      La idea de que las LNC son una de las ciencias de la complejidad surge de la propuesta, por definición abierta, del seno del Instituto Santa Fe (SFI, por sus siglas en inglés), Nuevo México, donde se acuña por primera vez la expresión “ciencias de la complejidad”. Los investigadores del SFI presentaron descriptivamente las que consideraron que eran las ciencias de la complejidad, pero el propio desarrollo de la ciencia puso de manifiesto que otras ciencias eran efectivamente posibles, con el mismo estatuto. Notablemente, se trató de la criticalidad autoorganizada, presentada originariamente por Per Bak, y posteriormente, la ciencia de redes complejas, cuyos trabajos pioneros, prácticamente simultáneos pero paralelos e independientes, se deben a D. Watts, L. Barabasi, y S. Strogatz. Sin ambages, lo mismo puede decirse de la inteligencia de enjambre, con varias paternidades, cuyos principales autores a la fecha son justamente M. Dorigo, G. Theraulaz y E. Bonabeau.

      Un rasgo distintivo de la complejidad es la existencia de una multiplicidad determinada, que no es, de ninguna forma, susceptible de ser reducida a componentes más básicos o elementales, incluso, al cabo, a componentes fundamentales. Así, como es sabido, la complejidad es irreductible.

      Pues bien, la complejidad del mundo, del universo y de la vida no puede en manera alguna ser captada por una única ciencia o disciplina, en el sentido amplio de la palabra. Más exactamente, desde la complejidad cabe afirmar intuitivamente que la lógica del mundo, de la sociedad y de la realidad no es única y singular. Pero esta intuición hay que demostrarla. Tal es el propósito de este libro.

      La lógica, en general, nace con Aristóteles, que en los Primeros analíticos y en los Segundos analíticos la concibe como un/ el organon del conocimiento1. Esto es, parte medular de la filosofía —es decir, de la metafísica—, ninguna ciencia o disciplina es válida si no se asienta sólidamente en los criterios de la lógica. Como tal, esta lógica permanece inalterada, a pesar de diversos desarrollos a lo largo del tiempo (Bochenski, 1985; Kneale and Kneale, 1984), hasta cuando se hace efectivamente posible la lógica como una ciencia o disciplina independiente de la filosofía y, por tanto, sin supuestos metafísicos (Nagel, 1974); esto es, una ciencia con un estatuto epistemológico y un estatuto social y académico propio. Nace entonces la lógica formal clásica (LFC), que es, propiamente dicho, la lógica simbólica, la lógica matemática, o también la lógica proposicional o lógica de predicados: cuatro maneras diferentes de designar a un solo y mismo campo.

      La LFC es comprendida como el "arte del razonamiento". La historia de su nacimiento comprende a figuras tan importantes como G. Boole, G. Morgan, G. Frege, D. Hilbert y A. Tarski, entre muchos otros, y ha sido narrada en numerosas ocasiones (Van Heijenoort, 1967). Esta lógica entiende, por ejemplo, que la validez (tablas de validez) de un enunciado o de un cuerpo de enunciados es la condición necesaria para poder hablar de “verdad”. Pero la LFC propiamente hablando no sirve para establecer la verdad (o falsedad) del mundo o de las cosas del mundo, tan solo la validez.

      En la bibliografía contemporánea sobre la lógica y la filosofía de la lógica existe una amplia discusión acerca de qué es la lógica (sorprendentemente los especialistas no se han podido poner de acuerdo sobre una definición general del campo de estudio), cuál es su naturaleza y cuál es su función. Dentro del amplio espectro uno puede reconocer posiciones formalistas (la lógica es el conjunto de cálculos diseñados para representar relaciones de deducibilidad), inferencialistas (la lógica es el aparato inferencial que gobierna nuestro sistema conceptual), meta-matemática (la lógica se ocupa de la fundamentación conjuntista de las matemáticas), computacional (la lógica es la que investiga los procesos mecánicos de razonamiento), instrumentalistas (la lógica es un método de representación perspicua de argumentos). Cada una de estas perspectivas tiene como resultado una definición de lógica distinta y también una concepción acerca de cuál es su objeto de estudio y su


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