El Zodiaco. Margarita Norambuena Valdivia
¿Deberíamos detenerla? —preguntó sin muchos ánimos Leo, dirigiendo toda su atención a mí, como si solo estuviéramos él y yo sentados a la gran mesa del comedor.
— Nah… ¿quién sabe? En una de esas nos sorprende y le entierra un cuchillo. —le respondí con tranquilidad, el resto del Zodiaco me observó con preocupación.
— Iré a ver cómo sigue Virgo. No hagan mucho ruido. —pidió Capricornio mientras se bebía de un sorbo lo que quedaba del café en su tazón.
— Sí, Capri. —respondimos casi a coro. Yo apenas desvié mi mirada hacia él, centrando una vez más mi atención en Piscis y la posibilidad de tener a un pececito asesino entre nuestras filas.
— ¿Puedo ir contigo? —preguntó Cáncer enseguida, logrando captar mi atención. Capricornio lo evaluó de pies a cabeza y tras un par de segundos aceptó realizando un sutil movimiento de cabeza, entonces Cáncer se le unió de un salto.
Y pues, lamentablemente, Piscis no le enterró ningún cuchillo a Alpha, es más, le permitió la entrada sin ningún reparo.
Como sea, ahora estamos los doce una vez más reunidos, sin un Cáncer y con un segundo Leo dándoselas de importante. Aún sigo preguntándome cómo fue que el muy maldito logró convencernos. Debió ser culpa de Escorpio y Acuario, si no fuera porque se dejaron capturar seguro que hubiéramos podido prescindir de Alpha.
De todas maneras era reconfortante saber que no era la única que sentía satisfacción al ver que Virgo no aguantaba a Alpha, era un bálsamo para mis oídos y una exquisitez para mis ojos cada vez que lo veía interactuar con Virgo. No sabía muy bien por qué, después de todo Virgo no conocía a Alpha, había llegado a nosotros seis años después de la desaparición del león mayor, pero por algún motivo, la había agarrado con él y no sería yo quien saldría a la defensa del león, y si Libra o Capricornio no habían dicho nada al respecto, no empezaría a ser yo la defensora de la paz, lo justo y lo bueno.
Por más esfuerzos que Alpha Leo ponía en intentar congraciarse con Virgo, el peliblanco no cedía y lo único que Alpha conseguía era aumentar el abismo entre ambos. Además, el hecho de que su hermano se hubiera marchado en parte por culpa de Alpha no era más que otra gran piedra en medio de ambos.
Lo mejor que ha podido pasar desde que Alpha regresó, es que Virgo lo deteste. Ver al exlíder del Zodiaco en aprietos, exasperado y a punto de querer ahorcar al irracional Virgo no tiene precio.
Gracias a la vuelta del león mayor descubrimos que Virgo puede ser un soberano e irracional dolor en el trasero, capaz de pedir lo imposible cuando está realmente molesto con alguien, además de tener una lengua tan afilada que me sorprende que Alpha no se hubiese echado a llorar ya de la frustración.
Como sea, Alpha estaba poniéndose el abrigo para salir al frío nocturno cuando la puerta ante él se abrió de golpe, revelando la oscura figura de un muchacho 25 centímetros menor, cabello negro azabache y dos ojos rojos que destellaban de modo macabro en la oscuridad de la noche.
— ¡Ah! ¡Baba yaga! —gritó Sagitario al contemplar la figura que se ocultaba a contraluz.
— Hola… ya volví. —comentó Cáncer dando un par de pasos al interior, en donde el resto de nosotros le observábamos asombrados, boca abierta y mirada sin pestañear.
Cáncer parecía haberse bañado en el barro. Estaba empapado de pies a cabeza de aquella sustancia viscosa de tonalidad café oscuro, en su mayoría seca, pero con sus ropas aun mostrando el rastro del húmedo lugar en el cual se había revolcado y, por si fuera poco, las ropas de su hombro derecho estaban rasgadas y se podía apreciar claramente un rastro de sangre seca, aunque a simple vista no se distinguía ninguna herida en su cuerpo.
— Hola. —atinó a contestar Alpha, contemplando impresionado al muchacho ante él, con su abrigo a medio poner.
— ¡Cáncer! —gritamos el resto casi al mismo tiempo.
— ¡Tributo para la bestia! —gritó Leo señalando al recién llegado, Cáncer parpadeó mientras ladeaba la cabeza intentando entender qué significaba esa voz de mando.
— ¿Tri-qué…? —alcanzó a preguntar.
Antes de poder decir agua va, nos lanzamos sobre el recién llegado y entre todos lo levantamos en brazos y lo llevamos corriendo a la habitación de Virgo. Si no le dábamos su tributo a tiempo, la bestia sería capaz de dejarnos sin comida por un año.
Cáncer no sabía qué estaba sucediendo, tampoco Alpha, quien se quedó como estatua ante la puerta abierta de la entrada principal, mirando pasmado cómo nosotros desaparecíamos con Cáncer en alto hacia las habitaciones al interior de la casa.
SAGITARIO
Me despertó un agudo pitido. Abrí de golpe los ojos mientras observaba un punto fijo a un costado de mi cama. No pasaron ni treinta segundos cuando volví a cerrar los ojos un instante para voltearme y quedar acostada de espalda evaluando mis posibilidades.
A pesar de haber dormido solo un par de horas no me sentía cansada, pero comenzaba a aburrirme el insistente pitido que atravesaba las paredes de mi habitación.
Inhalé profundo antes de dejar ir un grito de exasperación mientras pataleaba en el aire dispuesta a levantarme, quitándome de este modo las mantas de encima.
Cuando me vi libre de las cobijas me separé de mi acogedora cama y me enderecé estirando la espalda hacia atrás, fruncí los labios al escuchar un crujido. Creo que me hago vieja.
Me refregué la cara con las manos y me golpeé un par de veces las mejillas encaminándome al exterior del cuarto decidida a averiguar qué estaba pasando.
— ¡Fuego! ¡Fuego! ¡La casa se quema! ¡Llamen a los bomberos! —Acuario pasó corriendo a mi lado agitando los brazos como un poseído, por poco chocando de frente conmigo, provocando que el viento que levantó me terminara de despertar.
— ¿Qué? —pestañeé un par de veces antes de decidir que no había soñado a un Acuario en pijamas huyendo despavorido.
Por un momento seguí con la vista el camino que había tomado Acuario, pero como parecía estar huyendo del origen de todo, me encaminé en sentido contrario hacia el lugar donde seguía oyéndose el insistente pitido.
— ¡Cáncer, no estás ayudando nada! ¡Deja de avivar el fuego! —Aries trataba de hacer funcionar el extintor que Virgo nos había obligado a comprar hacía ocho meses.
— No va a funcionar, Aires. —presumió con tranquilidad Géminis, alargando la entonación de las a en su pronunciación. —Hace dos semanas lo usé como cohete para la silla con ruedas de la sala de computación. —Géminis esbozó una sonrisa al recordar aquello, entonces dio otra mordida a su manzana a medio comer.
— ¡Fuego! ¡Fuego! —volvió a aparecer Acuario agitando sus brazos mientras revolvía todo buscando algo con que apagar el fuego, espero.
— Deja de gritar, despertarás a Virgo. —Capricornio apareció segundos después tras Acuario con una cara de ogro que espantaría a cualquiera.
Capricornio solía mantenerse apartado de todo conflicto y prefería ser juez, jurado y verdugo que rescatista. El que estuviera aquí parado justo en el umbral que conectaba las piezas interiores con la cocina, observando todo con el ceño tan fruncido no era para nada una buena señal. Y estar parada a medio metro de él probablemente tampoco era buena idea.
En un acto reflejo y tratando de evitar caer en el campo visual de Capri me quedé lo más quieta posible y contuve por un momento la respiración. Lo mismo hicieron Acuario y Géminis, quienes quedaron suspendidos en el tiempo: Acuario sosteniendo un cajón abierto y Géminis con la manzana en los labios, pero sin morder por completo.
Capricornio se rascó la cabeza, se notaba que el alboroto acababa de sacarlo de la cama porque su cabellera larga y negra estaba toda despeinada. Y menos mal que estaba preocupado con que no despertáramos a Virgo, porque si no, seguro