Patrimonios, espacios y territorios. Natalie Rodríguez Echeverry
e Isabella, por apoyarme y brindarme su comprensión y ayuda en lo que emprendo.
A finales del siglo XIX la ciudad de Quibdó,1 ubicada en la región del Chocó en el pacífico colombiano, estaba habitada por un sector de élite que poseía el control económico y político, así como el control comercial. La clase dirigente organizó entonces un Gobierno de prácticas biopolíticas sobre la población local, donde primaron las ideas racistas, pero prevalecieron intereses económicos relacionados con una economía y un comercio que acontecían para entonces en la ciudad. Ya para comienzos del siglo XX, en Quibdó ascendió “una nueva élite que usufructuó el proceso desarrollado, sin darle continuidad” (González Escobar 2003, 114), una nueva forma de pensamiento bajo los ideales nacionales de la modernidad que siguieron y obedecieron la óptica emanada desde la lógica mayoritaria precedente. Así es como estos nuevos grupos de élite, con renovados preceptos capitalistas imperantes en el país, emprendieron un nuevo dispositivo de gobierno para la ciudad, una forma de gobierno acorde con los ideales del progreso en la que prevalecían las formas discriminatorias dirigidas hacia los pobladores locales.
En este contexto de finales del siglo XIX y principios del XX se abre paso la ciudad de Quibdó, una constitución territorial enmarcada en la presencia de grupos humanos diversos, pero con la particularidad de la existencia de una minoría en tanto élite que ostenta y ejerce relaciones de poder sobre una mayoría local. Un espacio urbano que se erige y, por ende, donde se da forma a una serie de actuaciones urbanísticas en directa relación con la erección de bienes arquitectónicos que representan y escenifican los ideales que encarna el progreso. Así, se asiste a la posesión de una hegemonía que dictamina qué, cómo, dónde hacerse, disponerse y erigirse dichas materialidades, con miras a crear un territorio en sintonía con el proyecto progresista imperante para entonces.
En aquel momento los quibdoseños vieron aparecer sobre su espacio circundante una serie de instituciones educativas, penitenciarias, hospitalarias, dotacionales y religiosas, así como una arquitectura contextual que alberga el uso residencial de los grupos de élite; piezas materiales que gozan de una ubicación estratégica en el territorio y que obedecen a normas y parámetros expertos, emanados desde la institucionalidad estatal. Así mismo, bienes inmuebles que ostentan y exhiben particulares características físicas, ya que se centran en una materialidad, una semántica2 del progreso exhibida en el ornamento y una semántica del poder representada en las formas arquitectónicas (pórticos, columnas, frisos, tímpanos, etc.). “Representaciones” del poder —ajenas a un contexto tanto natural y social— que se erigen, por lo tanto, en sintonía con el nuevo discurso urbano, acorde con los ideales progresistas que se implantan como deseables desde la óptica de la construcción de una ciudad moderna, constituyéndose en construcciones y materialidades a través de las cuales se pronuncian las ideas modernas en esta ciudad, por medio de una nueva propuesta estética encarnada en lo material.
Ahora bien, casi un siglo después, para finales del XX y principios del XXI, cinco de estos inmuebles arquitectónicos erigidos en sintonía con el proyecto que lidera la élite son reconocidos y declarados por la nación colombiana como parte de sus bienes de interés cultural, es decir, como parte del patrimonio cultural inmueble de la nación (el Colegio Carrasquilla, la Escuela Modelo, la Cárcel Anayanci, el Hospital San Francisco de Asís y el Palacio Episcopal), declaratoria patrimonial que reconoce en estas edificaciones atributos asociados a sus valores históricos, estéticos y simbólicos; una nueva mirada hegemónica experta y externa que determina cuál es el patrimonio inmueble en una ciudad, en correspondencia con la perspectiva estatal que la dictamina. Así, se asiste al reconocimiento de unos valores históricos, estéticos y simbólicos, cuyos lineamientos previos y homologación posterior se proyectan desde la experticia, lo que lleva a su vez a la afirmación de la representación de la forma que por medio de la materialidad da cuenta de los hechos acontecidos en una ciudad y, por ende, de la mirada que legitima y exalta la constitución de territorio y patrimonio por parte de una experticia externa.
El presente trabajo se plantea entonces, en el sentido de que si bien en el espacio urbano se realizan valoraciones y reconocimientos desde un presente y desde una mirada experta, tendientes a la identificación de un patrimonio inmueble, cómo entender que estas lecturas se restrinjan a los bienes físicos no siempre involucrando la indagación de los contextos en que se hallan inmersos y que, por ello, no siempre reconozcan y reflexionen las relaciones que los constituyen, que les dan sustento y desde los cuales también se constituyen; cómo se hace posible entender en una ciudad como Quibdó —que se emprende con la particularidad de poseer una mayoría negra y una minoría blanca— que el patrimonio inmueble decretado desde la mirada estatal solo indague y hasta el momento reconozca inmuebles que dan cuentan de una parte de la historia de esta ciudad y que privilegia entendimientos y conocimientos de ciertos grupos sociales por encima de otros, así como a través de cuáles dispositivos y prácticas hechos a nombre de una experticia que encarna la modernidad se constituye el territorio urbano.
De esta manera, la pregunta que enmarca esta investigación se enfoca a pensar: ¿es posible plantear nuevas lecturas que aporten a vislumbrar formas distintas de entender el patrimonio inmueble a partir de la indagación de la manera como se construye territorio urbano desde aproximaciones que no se correspondan con las prácticas y discursos hegemónicos? Y en este sentido, ¿qué otro patrimonio asociado a lo inmueble es posible vislumbrar a través de otras lecturas que indaguen la constitución de territorio urbano en Quibdó? Para ello, a lo largo del trabajo se indaga para el caso del territorio urbano de Quibdó tanto en las formas hegemónicas como en las prácticas y lógicas provenientes de los grupos poblacionales locales, con el propósito de obtener una mirada que no solo privilegie a unos e ignore y desconozca a otros.
En este contexto, a los bienes ubicados en el sector urbano de Quibdó catalogados como patrimonio inmueble se les reconocen valores arquitectónicos singulares referidos a su estética, los cuales se hallan en correspondencia con el manejo y uso de materiales considerados como innovadores para las primeras décadas del siglo XX, como el concreto armado, valoraciones asociadas a la técnica empleada en y para su erección. En efecto, manejo e incorporación de materiales y empleo de técnicas para entonces considerados de vanguardia y, por ende, elaboración e incorporación de formas físicas que representan desde la arquitectura la denominada época republicana, factura con la que además se escenifica un momento de cambio en la historia nacional que tiende a lograr una anhelada modernidad; por lo tanto, un cambio que encuentra en la arquitectura (evidenciada en inmuebles monumentales o representativos) mecanismos para la transmisión de la semántica del progreso.
Bienes inmuebles que, además del reconocimiento de valores asociados a la estética, se corresponden igualmente con la valoración histórica vinculada a la historia de una nación y de una ciudad, así como a través de los cuales se exaltan valores simbólicos que privilegian y vinculan a ciertos sectores de la población. De este modo, más allá que dichos inmuebles posean valores arquitectónicos destacables desde lo formal y que sean estos representativos de la historia de la nación asociada a la arquitectura monumental de un periodo particular, el punto que se quiere destacar es que tales valoraciones y representaciones materiales de un patrimonio inmueble no siempre representan de manera general el sentir y concebir de la población local; por el contrario, para algunos estas dan cuenta tan solo de una parte de la historia de la urbe y, en consecuencia, privilegiaron principalmente a unos sectores sociales de élite de Quibdó durante las primeras décadas del siglo XX.
Lo anotado encuentra sustento en algunas de las indagaciones acontecidas en el marco de la elaboración del Plan Especial de Manejo y Protección del conjunto de inmuebles de arquitectura republicana en Quibdó (Unión Temporal PEMP Quibdó 2010), pero también en la etapa de indagación de la presente investigación, en la que al inquirir algunos