Patrimonios, espacios y territorios. Natalie Rodríguez Echeverry
y simbolizan parte del patrimonio arquitectónico de la nación y también de la ciudad, constituyéndose en piezas que deben ser conservadas y, por lo tanto, protegidas, dados los valores que encierran; no obstante, también se registran sectores que, aunque reconocen en estos bienes valores asociados tanto a la historia como a la arquitectura de la ciudad, consideran que “no son todos los que son” y que se dejan de lado otros edificios importantes en Quibdó.
Sin embargo, cabe resaltar la existencia de otros pobladores locales para quienes tales bienes les son ajenos como patrimonio y más bien se constituyen en parte de su cotidianeidad como tantos otros de la escena urbana; sectores de habitantes que no reconocen estos bienes de forma aislada como parte de su patrimonio inmueble, así como valores asociados a su cultura, por lo que los consideran patrimonios impuestos y reconocidos desde lógicas externas. ¿Patrimonio? ¿De qué? ¿Por quién? ¿De quién? ¿Cuáles monumentos? ¿Cuáles edificios? ¿Cuál patrimonio? Estos son algunos de los cuestionamientos que surgen por parte de algunos de estos pobladores al preguntárseles por los inmuebles que ostentan la categoría de patrimonio nacional, interrogantes contestados por estos con afirmaciones como “patrimonio para usted que es blanca”, “patrimonio para un Ministerio que está allá en Bogotá” y “patrimonio impuesto a la brava” y, como relata Víctor Rafael Francisco Valencia, que “desconoce la verdadera significación de lo que hacemos y somos en Quibdó”; por lo tanto, patrimonio inmueble como concepto que es ajeno y no da cuenta de la “cultura de la gente negra” (comunicación personal, 22 de febrero de 2012, Quibdó).
En este contexto toma relevancia la pregunta planteada por la posibilidad de generar otra lectura que dé cuenta de aquellas miradas, prácticas y discursos que están quedando ocultos e invisibilizados, así como por las posibles lecturas que surgen al vislumbrar formas distintas de entender el patrimonio inmueble y que evidencien otras realidades, entendimientos y aproximaciones igualmente válidos e importantes, una aproximación entre otras posibles que visibilicen miradas no hegemónicas en la constitución de territorio urbano; una lectura que, más allá de pretender, se incluya en y como parte del patrimonio, más bien propende a que el concepto mismo sea evaluado desde las prácticas específicas de los habitantes y constructores de los territorios. Así, distanciamientos de lecturas patrimoniales asociadas a lo inmueble que sustenten valoraciones en tono de memorias e identidades creadas y que más bien den cuenta de otras realidades y construcciones desde lo local.
Así mismo, cabe aclarar respecto al conjunto de inmuebles declarados como parte del patrimonio de la nación que, más allá de procurar cuestionarse, debatirse y perseguir cambiarse esta valoración y reconocimiento, es esta forma de valorar la que permite generar nuevas u otras posibilidades de aproximación y lectura, de acuerdo con los requerimientos y necesidades suscitados de la aplicación de los lineamientos tendientes a determinar el manejo y protección de los bienes. De esta forma, es pertinente entender lo acontecido en la construcción de Quibdó para que sea la ciudad que es, en directa relación con los grupos humanos locales que la habita, así como vislumbrar el espacio donde se han entablado —y se dan— las relaciones con el sujeto, y en donde las prácticas y lógicas construyen patrimonio inmueble en contraposición a discursos externos.
En este sentido, esta investigación, más allá de tomar, seguir y centrarse en el concepto patrimonio para pensarlo a partir de lo existente en Quibdó, es decir, como algo ya dado y, por lo tanto, cosificado y materializado en formas espaciales monumentales, así como hacer validaciones de valoraciones que obedecen a criterios establecidos por y desde otra experticia o pretender determinar un estudio sobre el patrimonio inmueble en Quibdó que se corresponda en otra mirada experta, trata de hacer justamente lo contrario; más bien, procura rastrear las prácticas en torno a las cuales se hace posible vislumbrar patrimonio en sintonía con la conformación de espacialidades en tanto territorio. De esta forma, se desplaza la idea de espacio patrimonial asociada exclusivamente y de manera restrictiva al sitio puntual y su materialidad —monumento-piedra-ruina—, pensándolo más bien en sintonía con la constitución de territorio y, por ende, en correspondencia con las relaciones y prácticas llevadas a cabo por parte de los diversos grupos asociados a este.
En este contexto, se configura como una apuesta en torno al tema del patrimonio como construcción social, que va más allá de un discurso legitimado, y en relación con la constitución política del territorio por parte de los grupos humanos locales. En efecto, se pretende incitar nuevas miradas que visibilicen y reconozcan lo otro, lo no conocido, aquello diferente, esas otras lecturas y entendimientos no formales que se contraponen a las estructuras asumidas como válidas, emergencia y visualización de patrimonio como instrumento político en el que la diferencia construye y constituye su propio territorio en tanto patrimonio, otras lecturas desde las cuales se promuevan e impulsen propuestas para releer lo que se ha postulado como patrimonio. Una revaloración patrimonial del término mismo, asociada a su relación con los espacios en la ciudad, que dé cuenta de lo que es hoy, de acuerdo con Ramos (1993), espacios culturales de encuentro, donde tengan cabida aquellas “estructuras ambientales callejeras, tipologías y estéticas edilicias populares, modos particulares de habitar, usos distintivos, condensadores sociales y sistemas urbanos de formación” (31), espacios, elementos y estructuras tildados de “inferiores”, visibilidad de la diferencia, de la carga social, política y cultural.
Así, frente a lo expuesto, se persigue desde el presente trabajo reflexionar los espacios urbanos y arquitectónicos de Quibdó desde otras perspectivas, que permitan entrever, descifrar y descubrir diversos y posibles patrimonios, es decir, incitar otras lecturas y aproximaciones que posibiliten vislumbrar, percibir y sospechar patrimonio a través de las distintas espacialidades que conforman los diversos grupos humanos locales en tanto territorio. Sin embargo, no se debe esperar una nueva u otra catalogación, clasificación o registro patrimonial, ni un listado que enumere y precise valores asociados a un bien inmueble, ni un estudio que señale qué es patrimonio, cuál es el patrimonio urbano y arquitectónico de una ciudad como Quibdó en términos de inventario y que, por tanto, se constituya en una lectura experta que lo precise y determine. Al contrario, se trata de reflexionar sobre las prácticas y relaciones que se presentan en Quibdó para finales del siglo XIX y pasada la primera mitad del XX, y con ello evidenciar aquello que ha quedado oculto por los discursos hegemónicos que no ofrecen otra mirada al patrimonio, siendo preciso entonces desestructurarlos a partir de su indagación y propiciar nuevas perspectivas que permitan vislumbrar y entrever otros posibles patrimonios.
En este sentido, se concibe el espacio físico representado en la arquitectura3 y el urbanismo en la ciudad de Quibdó no como materialidades solas y ausentes, sino en relación con un espacio social construido en tanto hábitat. Prácticas y vivencias sociales y culturales de pobladores locales que dotan a Quibdó de sentido, relaciones que se construyen entre lo físico y social, entre los espacios, los cuerpos y los objetos. Frente a lo expuesto, ¿por qué pensar la construcción histórica de la ciudad bajo un único parámetro, bajo una lógica experta? ¿Por qué no escuchar otras voces y discursos? Continuar este patrón es desconocer la particularidad de la historia y los aportes de las llamadas “minorías” a la construcción de país, así como negarse a abrir otras posibilidades; en cierta forma, es seguir perpetuando modelos preestablecidos que anulan lo local. Del mismo modo, ¿acaso los saberes de las poblaciones locales son menos importantes y relevantes? ¿Se están anulando los saberes populares, los otros conocimientos, y desechando las alternativas locales en correlación con la constitución de territorio urbano por considerárselas menos significativas?
No se puede seguir pensado el patrimonio inmueble de estos grupos humanos y de esta ciudad solo desde discursos expertos o bajo anhelos de una idea patrimonial que no da tiempo a indagar y construir, que no cede la palabra porque simplemente “la ley no da espera”. ¿Por qué seguir pensando lo negro asociado solamente al campo y la selva sin cuestionarse su participación en la construcción de ciudad o viceversa, desconociendo la relevancia de las prácticas locales? ¿Por qué perpetuar la lógica patrimonial de los grupos humanos locales bajo parámetros que solamente los reconocen en una cultura de la fiesta y la escenificación? ¿Por qué seguir pensando los pobladores locales como un solo grupo homogéneo? ¿Por qué seguir concibiendo la historia desde quienes la han