Breve historia del cuento mexicano. Luis Leal

Breve historia del cuento mexicano - Luis Leal


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de escribir para el público es una especie de manía, como la de comer tierra o inyectarse con morfina; y yo había sucumbido de lleno a esa manía, buscaba arrimo en imprentas y redacciones”.

      Prieto es el sucesor de Lizardi; en sus páginas pinta costumbres y tipos netamente mexicanos, con humorismo y algo de sentimiento. Por desgracia, lo único que se recogió de esta abundante producción fueron “Los San Lunes de Fidel” (1923), cuadros que publicaba cada semana con el seudónimo que lo hizo famoso.

      Lecturas: “Un cuento”, en Nervo, Lecturas, 1ª serie, pp. 19-24; “Un San Lunes de Fidel”, en Novo, Lecturas, pp. 14-19.

      Crítica: McLean, El contenido literario…, pp. 28-40 y 58-61; Salvador Ortiz Vidales, Don Guillermo Prieto y su época (México, 1939); Spell, “The Costumbrista Movement”, pp. 312-313.

      Francisco Zarco Fortún (Durango, 1829-1869) publicó entre 1851 y 1854 nada menos que 50 cuadros costumbristas, todos ellos en estilo que tiende al pesimismo. Sus observaciones ahondan más en los problemas nacionales que las de ningún costumbrista. Si Prieto –que es el único que lo aventaja– imita a Mesonero Romanos, Fortún puede considerarse como el Larra mexicano,

      Crítica: Spell, “The Costumbrista Movement”, pp. 300-303 y 313-314.

      Hilarión Frías y Soto (Querétaro, ¿?, Tacubaya, ciudad de México, 1905), médico, periodista, costumbrista y novelista, es el autor de la primera novela realista mexicana, Vulcano (en La Orquesta de 1862), y de varios cuadros costumbristas, publicados bajo el título Álbum fotográfico. En ellos vemos desfilar los tipos sociales característicos de su tiempo: celestinas, viudas, pordioseros, vendedores ambulantes, curas de aldea, lavanderas, sacristanes, bandidos, peinadoras, billeteros, monjas, pilluelos, pollas, peluqueros y demás representantes de las diversas clases sociales que formaban el México de mediados del siglo xix. Los cuadros costumbristas de Frías y Soto, según opinión del profesor Spell, tienen gran importancia en el desarrollo del género, debido, principalmente, a que el autor representa la transición entre Prieto, introductor de género, y Cuéllar, su más consumado cultivador. Los cuadros de Frías y Soto aparecieron en La Orquesta –revista de la que fue redactor– entre febrero y mayo de 1868. En 1954 fueron publicados en una colección que lleva el título que les dio el autor: Álbum fotográfico (México).

      Lecturas: Selecciones en el Álbum fotográfico.

      Crítica: González Obregón, pp. 48-49; Altamirano, La lit. nac., i, 77-79; MacLean El contenido, pp. 40-42 y 61; Mestre Ghigliazza, p. 222; Spell, “The Costumbrista Movement”, p. 311; Emmanuel Carballo, sobre un Álbum fotográfico, Novedades, “México en la Cultura”, 29 de agosto de 1954.

      José Tomás de Cuéllar (Facundo)(ciudad de México, 1830-1894) nos legó La linterna mágica, 24 volúmenes de cuadros de costumbres y narraciones novelescas, en todos los cuales predomina una honda mexicanidad.

      Ésta es la linterna mágica: no trae –dice el autor– costumbres de ultramar, ni brevete de invención; todo es mexicano, todo es nuestro, que es lo que nos importa; y dejando a las princesas rusas, a los dandies y a los reyes en Europa, nos entretendremos con la china, con el lépero, con la cómica, con el indio, con el chinaco, con el tendero y con todo lo de acá.

      Debido a su gran conocimiento de la clase media mexicana, Cuéllar pudo captar las escenas más íntimas, permitiéndonos en sus cuadros sorprender a las familias, o a grupos de familias, en acción.

      La evolución de esta literatura da un gran paso con Cuéllar. Esta evolución, como ya observaba don Guillermo Prieto, el iniciador, no fue sólo porque Cuéllar extendiera el panorama, sino también por la forma. Los cuadros de Cuéllar no son meras vistas fijas de costumbres mexicanas y tipos sociales; todos ellos, por lo común, tienen una trama muy dramática y son, además, episódicos, características que no encontramos en los costumbristas anteriores. Cuéllar prepara el terreno para lo obra de Micrós y otros escritores posteriores. Se diferencia de ellos, como ya observó Jiménez Rueda, en que en su obra no hay gran emotividad. “Es un fiel observador de la realidad que lo rodea, pero sin que su alma vibre ante la contemplación del paisaje o de las vidas que en él se proyectan.” No hay duda de que la estatura de Cuéllar ha aumentado al correr de los años.

      Conocedor de su gente y de su época –observa Rojas González, uno de sus últimos críticos–, Cuéllar logra que los escépticos volteen la vista hacia la vida palpitante del barrio bajo, en donde se genera con todo vigor la nacionalidad que ahora nos enorgullece. Dialoguista notabilísimo, dueño del secreto de la narración, Facundo resulta uno de los más representativos no sólo del cuento típico de la decimonona centuria, sino del cuento mexicano con todo su historial […]. Sus méritos lo colocan a la vera de su glorioso antecesor don José Joaquín Fernández de Lizardi, ambos personificaciones de sendas etapas en los anales de la literatura mexicana.

      Lecturas: “Viernes de Dolores”, en Connyn, pp. 101-108; “El aguador”, en La linterna mágica, Bib. del Est. Univ., 27 (México, 1941), pp. 203-211.

      Crítica: José Tomás de Cuéllar, prólogo a La linterna mágica, ii (Barcelona, 1890); Antonio Castro Leal, pról. a Ensalada de pollos y Baile y cochino (México, 1947); M. B. Kingsley, Estudio costumbrista de la obra de Facundo (México, 1944); Guillermo Prieto, prólogo a La linterna mágica, i (Barcelona, 1889); R. Salazar Mallén, Introd. a Estampas del siglo xix de Cuéllar Bib. Enc. Pop, 17 (México, 1944); Mauricio Magdaleno, pról. a La linterna mágica, Bib. del Est. Univ., 27 (México, 1941); Rojas González, “El cuento mexicano”.

      Resumen

      El acontecimiento literario de mayor importancia durante esta época es el extraordinario desarrollo de los periódicos y revistas literarios, que habían empezado por insignificantes “años nuevos” y almanaques. En estas revistas publican sus cuentos y narraciones los literatos de la época, casi todos ellos inmiscuidos en la política, en su mayoría afiliados al partido liberal. Las tendencias literarias reflejan las corrientes europeas: romanticismo, costumbrismo, historia novelada. Además de los géneros tradicionales –poesía, novela, drama– aparecen por vez primera en México el cuento, la novela corta y el cuadro costumbrista. Aunque estos primeros cuentos son verdaderos balbuceos, no dejan de tener importancia, pues ya en ellos encontramos los gérmenes de lo que ha de ser el género durante la época siguiente. Castillo, Prieto, Payno y sus contemporáneos introducen perspectivas y sensibilidades que han de ser refinadas por los literatos de las generaciones venideras; mas ellos fueron quienes, aunque de una manera imperfecta, se dedicaron primero a cultivarlos; sus escritos fueron fuente temática y metodológica en la cual bebieron los productores de la siguiente generación, que pasamos a estudiar.

      Consultar

      Coester, The Literary History, pp. 334-56; Enrique Fernández Ledesma, Viajes al siglo xix (México, 1933); Galería de fantasmas (México, 1933); González Peña, pp. 151-158. Hespelt; Outline, pp. 44-52; Jiménez Rueda, Historia, caps. xii-xv. Las letras en el siglo xix (México, 1944); Malcolm D. McLean, El contenido literario de El Siglo Diez y Nueve (Washington, D. C., 1940); Pimentel, Novelistas; Guillermo Prieto, Memorias de mis tiempos, 1828 a 1840, 2 tomos (México, 1906); Jefferson R. Spell, “Mexican Literary Periodicals of the Ninneteenth Century”; Arturo Torres Rioseco, Bibliografía de la novela mexicana (Cambridge, Mass., 1933); John Lloyd Read, The Mexican Historical Novel, 1828-1910 (Nueva York, 1939); Arthur R. Seymour, “The Mexican ‘novela de costumbres’”, en Hispania (1925), pp. 283-289.

      1 Publicado en La Revista Mexicana, 1835, pp. 551-560. Hay ed. de 1836, México, 40 pp.

      2 Diario del Gobierno, xiv, núm. 1437, 6 de abril


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