Breve historia del cuento mexicano. Luis Leal

Breve historia del cuento mexicano - Luis Leal


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contemporáneos de Piña menciona el hecho, como tampoco lo hace Nicolás Antonio. Cotarelo y Mori sí dice que Piña sería deudo de un padre jesuita, coetáneo y probador de algunos libros, que lleva exactamente su nombre. Conjetura Cotarelo que este padre jesuita sería tío de Piña. Y nosotros nos preguntamos: ¿sería este Juan Piña Izquierdo el que pasó a la Nueva España y publicó el libro Elegancias de escribanos que menciona Beristáin? Sea como fuere, lo cierto es que las Novelas de Piña no pertenecen a México, ni por el contenido, ni por la forma ni por el estilo. En cuanto al título, observamos que la colección de novelas cortas que Piña publicó en 1624 no se titula Novelas morales, como afirma Nicolás Antonio y lo repiten Pimentel y otros, sino Novelas ejemplares, y prodigiosas historias.1 Ya que muchas colecciones de novelas se titulaban “morales y ejemplares” sería fácil explicar el error –si acaso lo es– de Nicolás Antonio, pues dudamos que existan dos obras publicadas durante el mismo año por el mismo autor y con títulos tan semejantes.

      Crítica: C. B. Bourland, The Short Story in Spain in the Seventeenth Century (Northampton, Mass., 1927), p. 108; Beristáin; Emilio Cotarelo y Morí, pról. a Casos prodigiosos y cueva encantada (1628); Novela por Juan de Piña (Madrid, 1907); Nicolás Antonio, Biblioteca Hispana Nova (Madrid, 1763), i, 713; Pimentel, Novelistas, p. 276; Jiménez Rueda, Historia, p. 76.

      Consultar

      González Peña, pp. 106-116. Alexander V. Davis, El siglo de oro de la Nueva España (México, 1945); Jiménez Rueda, Historia, cap. vii, Reyes, cap. vii.

      Autores

      Fray Matías de Escobar (siglo xviii), agustino, natural de la ciudad de Querétaro, maestro en teología, definidor de la provincia de San Nicolás Tolentino de Michoacán y cronista de su orden, es el autor de varios opúsculos que cita Beristáin, entre ellos la Americana Thebaida, obra publicada en 1924; en ella intercala ingenuos cuentos, no ayunos de gracia.

      Lecturas: “Un enemigo del diablo”, en Valle, pp. 181-183.

      Fray Joaquín Bolaños (siglo xviii), franciscano, español de nacimiento, examinador sinodal del obispado del Nuevo Reino de León, autor de La portentosa vida de la Muerte (México, 1792), libro en que se hallan “representados –escribe Agustín Yáñez– los esfuerzos titubeantes en pro de la novela criolla durante la colonia”. Beristáin dudaba que la obra fuera original de Bolaños.

      Lecturas: La portentosa vida de la Muerte, pról. y sel. de Agustín Yáñez (México, 1944); Bib. del Est. Univ., 45; en la cubierta, 1943, cap. x, pp. 159-166.

      José González de Sancha (siglo xviii), presbítero mexicano, alumno de la Congregación de San Pedro y administrador del Hospital de sacerdotes de México, dejó manuscrita una novela moral –hoy perdida– intitulada Fabiano y Aurelia, “cuyo autógrafo mismo –escribe Pimentel– hemos leído, fechado en México a 20 de septiembre de 1760”. Esta novela es de interés para nosotros por contener en la introducción –según el mismo crítico– un pequeño cuento, “sin atractivo alguno, de amores poco decentes” (Novelistas, p. 276).

      Resumen

      Durante la primera parte del siglo xvi, época de la conquista de México, el cuento no existe en España y tampoco lo encontramos entre nosotros. El cuento español de la segunda mitad de este siglo –Timoneda, Santa Cruz, etcétera– era conocido en México, aunque no fue imitado. Los cronistas, sin embargo, asumen la función de cuentistas, tomando como material no la temática española, sino los episodios ocurridos durante la conquista y población del país. La originalidad de este tipo literario en las crónicas es sorprendente. Pocos son los temas que se remontan a una fuente europea. Esto no indica, por supuesto, que todos los cronistas sean originales. Pero los que copian, no obstante, lo hacen de otros cronistas.

      En los cuentos que hallamos en las crónicas predomina el tema sobrenatural. En los escritores de los siglos xvi y xvii el magismo constituye casi un adorno. Abundan en ellos los cuentos de diablos, fantasmas, milagros, magia y hechos extravagantes. Además de los cuentos de los cronistas, la época colonial produce las novelas de Piña Izquierdo, algunas anécdotas de Palafox y Mendoza, los Infortunios de Alonso Ramírez de Sigüenza y Góngora y La portentosa vida de la Muerte, de Bolaños, lo mismo que el cuento de González de Sancha.

      En conclusión, podríamos decir que el cuento colonial mexicano tiene más importancia de la que se le ha dado. Hasta hoy, la crítica se había contentado con decir que no existía.

      Consultar

      Vicente de P. Andrade, Ensayo bibliográfico mexicano del siglo xvii (México, 1894); Luis Castillo Ledón, Orígenes de la novela en México (México, 1922); también en los Anales del Museo Nacional, i (1922), pp. 199-208; González Peña, pp. 77-82; Jiménez Rueda, Historia, caps. v y vi; Bernardo Ortiz de Montellano, Literatura indígena y colonial mexicana (México, 1946), 94 pp., “Bib. Enc. Pop.”, 113; “Antecedentes de la literatura mexicana. Época colonial”, en El libro y el pueblo, xi (diciembre, 1933), pp. 435-444; Pimentel, Novelistas, Reyes, caps. v y vi; Hespelt, Outline, sec. A; Ernest V. Moore, “La primera novela histórica mexicana”, en la Rev. de Lit. Mexicana, i (1940), pp. 370 y ss; Rojas González, “El cuento mexicano”.

      1 Novelas ejemplares, y prodigiosas historias, de Juan de Piña, escribano de provincia de la Casa y Corte de su Majestad, Familiar y Notario del Santo Oficio... (Madrid, por Juan González, 1624). Ejemplar en la Biblioteca Nacional de Madrid. Microfilm en nuestro poder.

      2 Publicado por Bustamante en La Voz de la Patria, México, 1931, IV, Supl.

      III. ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA

      Comentario preliminar

      A partir de la época de la Independencia, el cuento se ve íntimamente asociado al periodismo, nueva manifestación de las letras mexicanas, que ha de desarrollarse a grandes pasos de aquí en adelante. Sus orígenes datan del siglo xvii y son ellos las hojas sueltas, llamadas gazetas, que se publicaban cuando los barcos de España llegaban a Veracruz, o los de las Filipinas a Acapulco. El Mercurio Volante de Sigüenza y Góngora, publicado a fines de ese siglo es un anticipo del periódico mexicano. En 1722 apareció nuestro primer periódico, la Gazeta de México de Castoreña. En enero de 1728 Sahagún Arévalo funda su Gazeta de México, y más tarde aparece el Mercurio de México (1740-1742) y posteriormente la Gazeta de México (1784-1807) de Zúñiga y Ontiveros.


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