Breve historia del cuento mexicano. Luis Leal
Quedan por examinar los trabajos de Alfonso Enrique Barrientos, Francisco Rojas González, W. M. Langford e Ignatus Michel. El artículo de Barrientos se ciñe a los autores contemporáneos. Debido a la naturaleza del estudio no le es posible desarrollar el tema, por lo que se concentra en valorar la obra de los autores más destacados, sin tratar de clasificarlos. El breve ensayo de Langford reseña el desarrollo del cuento desde Roa Bárcena hasta Rojas González, poniendo especial interés en los cuentistas de la Revolución, y se concreta a la crítica de los cuentos de antología. El estudio de Rojas González es el único que incluye crítica del cuento mexicano anterior al siglo xix. Aunque en reducida escala, trata del cuento durante la época colonial y la de la Independencia, dando gran importancia a Fernández de Lizardi como cuentista. De los escritores del siglo xix, cita entre los más importantes en el desarrollo del cuento mexicano a Cuéllar y a Inclán. Este último escritor es el único que nosotros no incluimos en este libro, por considerar las novelas incrustadas en Astucia (entre las que destaca la de Pepe el Diablo) como novelas cortas y no verdaderos cuentos. Rojas González se aboca en su estudio a los escritores de cuentos que él considera esencialmente mexicanos, dejando al margen a todos aquellos cuyas obras no participan de esa característica, que el autor considera básica. Dicho criterio, aunque justo, nos parece algo limitado.
Además de los anteriores estudios, existen también algunas introducciones a las varias antologías del cuento mexicano. La más importante es la de Ortiz de Montellano a su excelente Antología de cuentos mexicanos, estudio que, aunque diminuto, ha tenido mayor influencia sobre la crítica del cuento mexicano que ningún otro trabajo. Los juicios de Ortiz de Montellano son exactos y precisos. A él se debe que nuestros mejores cuentos hayan sido dados a conocer a un público más extenso, sobre todo en el extranjero. Otras introducciones de interés son las de Cornyn, Stanton, Lodge y Torres-Rioseco, lo mismo que las notas de Lerín y Millán y Mancisidor.
En cuanto a las antologías, la única que incluye selecciones de autores anteriores a Roa Bárcena es la publicada en 1940, Cuentos mexicanos, cuyo subtítulo reza Autores exclusivamente mexicanos. Las demás, por lo general, son de autores contemporáneos o dan principio con Roa Bárcena, excepto la excelente antología de autores del siglo xix preparada por Mancisidor y la cual da principio con Altamirano. La mejor antología es, como ya hemos dicho, la de Ortiz de Montellano. Las de Mancisidor, sobresalientes por el gran número de autores que recogen, lo mismo que por la alta calidad de los cuentos que incluyen, tienen el defecto de la clasificación, que es rigurosamente alfabética.
La presente obra no es una historia exhaustiva del cuento3 mexicano, sino un manual práctico que presenta en conjunto, por primera vez, los datos esenciales para el estudio del género. Como no existe –si excluimos el bosquejo de Rojas González– un estudio de esta forma anterior al siglo xix, hemos creído justificado, a pesar de los límites de la presente obra, incluir un corto capítulo sobre el cuento prehispánico y otro sobre el colonial. Hacemos esto con el propósito de fijar sus orígenes en México y también de demostrar su rico abolengo.
Por la naturaleza del presente manual, no nos ha sido posible incluir la leyenda, a la que pensamos dedicarle un estudio aparte. Señalamos, por supuesto, aquellas leyendas del periodo romántico, por ser de importancia en el desarrollo del cuento. También hemos incluido, dentro de los límites de la obra, referencia a algunas novelas cortas, y en especial aquellas de autores que también han sido cuentistas.
La clasificación que presentamos, y sobre todo la correspondiente al periodo contemporáneo, es hasta cierto punto arbitraria, subjetiva. No hemos querido, sin embargo, eludirla, aun a costa de exponernos a la crítica; preferimos eso y no dejar el problema intacto. Aunque la clasificación no sea del todo precisa, puede servir cuando menos –y esperamos que así sea– para elaborar una mejor. El hecho de haber llevado a cabo nuestro trabajo lejos del ambiente mexicano ha hecho difícil y complicada nuestra labor. Esperamos, sin embargo, que sea útil para aquellas personas que deseen ahondar en el estudio del género. Para aquellos lectores interesados sólo en la lectura de los mejores relatos mexicanos, recomendamos de cada autor una o dos selecciones, algunas de las cuales van marcadas con un asterisco. Asimismo, hemos marcado con dos asteriscos los autores y los cuentos cuya lectura creemos imprescindible. Nos proponemos, para completar esta obra y para hacer más fácil la lectura de dichas selecciones, publicar en el futuro una antología del cuento mexicano desde el punto de vista histórico. Mientras tanto citamos el volumen o las obras antológicas donde el lector puede encontrar los cuentos que recomendamos. También van marcadas con asterisco las obras de crítica que nos parecen esenciales para el estudio del género y de los autores citados.
Siendo casi imposible incluir aquí bibliografías completas, hemos decidido reservar dicha tarea para un libro aparte que vendrá a complementar la presente obra.
Quedamos muy agradecidos a los siguientes autores: Alí Chumacero, Emmanuel Carballo, Carlos Valdés y Alfredo Cardona Peña, lo mismo que a Pedro Frank de Andrea por sus valiosas indicaciones, que nos ayudaron a mejorar este estudio, que, huelga decirlo, hemos realizado con gran cariño, como hacemos todo aquello relacionado con la tierra que nos vio nacer.
Luis Leal
Universidad de Mississippi, julio de 1955.
1 Véase El laberinto de la soledad, México, 1947, cap. II.
2 Para los títulos de estos trabajos y otras obras citadas en esta introducción véase la bibliografía.
3 “Cuento” en el sentido más lato de la palbra, que incluye la narración y formas afines.
Advertencia a esta edición
Entre 1950 y 1995, año en que Russell Cluff publicó su bibliografía del cuento mexicano, el género había proliferado hasta el punto de ser ya no una materia para una breve historia, sino más bien para una verdadera historia en varios volúmenes. Como vemos en su Panorama crítico-bibliográfico del cuento mexicano (1950-1995), en esos 45 años se publicaron nada menos que 1 584 colecciones de cuentos. Suponiendo un promedio de diez cuentos por cada colección, nos daría un total de 15 840 títulos (no me pregunten si los he leído todos), sin incluir los cuentos que sólo se publicaron en revistas y periódicos. Al mismo tiempo, Lauro Zavala, en su reciente libro, Paseo por el cuento contemporáneo mexicano (2004), nos ofrece una lista de cien libros de cuentos mexicanos publicados entre 1952 y 2003, y un estudio de cien antologías publicadas entre 1988 y 2003. Tal número de textos imposibilita el deseo del crítico de incluir a todos los cuentistas mexicanos en una breve historia del género. Esa extensa bibliografía obliga al crítico a concentrarse en un número limitado de autores, los más representativos del género dentro de cada categoría, con la esperanza de no haber omitido a este o aquel autor que mejor la represente. Pero como observó Pedro Henríquez Ureña en 1928 en sus Seis ensayos en busca de nuestra expresión, “La historia literaria de América española debe escribirse alrededor de unos cuantos nombres”. No pensamos ser tan exigentes, pero sí nos vemos obligados a reducir el número de cuentistas mencionados en las antologías y bibliografías del género. El total de la producción cuentística es más bien material para una bibliografía y no para la historia, y sobre todo una breve historia. A las bibliografías y antologías mencionadas remitimos al lector interesado en algún cuentista no incluido en este libro, simple bosquejo del género.
En cuanto a la clasificación de los autores, reiteramos lo dicho en la introducción a la primera edición y agregamos que desde 1956 el problema se ha complicado por varias razones, como observa Joel Dávila Gutiérrez en su estudio “Tres cuentos mexicanos, tres”, en donde dice: “La narrativa mexicana, a partir de la década de los sesenta, se transformó tanto en temas como en estilos, provocando con esto [...] un verdadero problema, pues impidió cualquier intento de encasillamiento” (p. 90, p. 149). Agregaremos que dicha transformación ocurrió no solamente debido al gran número de autores que han publicado cuentos, sino