Breve historia del cuento mexicano. Luis Leal
QUE PERDURAN
A. El humorismo y la sátira (segunda parte)
E. El cuento policiaco (segunda parte)
A. Nuevos temas, nuevas actitudes
E. El cuento fantástico (segunda parte)
El cuento es hendedura de sueño
por la que vemos el mundo
Martínez Rendón
A la memoria de Edmundo Valadés
Introducción a la primera edición
El cuento, por razones íntimamente asociadas al modo de ser del escritor mexicano, y que sería difícil exponer en esta somera introducción, ha alcanzado en México un desarrollo superior. Tal vez se deba esta preferencia por el cuento al hecho de que, como el soneto, sea una forma literaria cerrada. Dichas formas, según la acertada observación de Octavio Paz, se adaptan admirablemente al carácter del mexicano.1 Sea como fuere, el hecho es que el cuento, desde finales del siglo xix, ha podido competir con otros géneros. Su forma ha obtenido, en nuestros días, una perfección comparable a la poesía.
A pesar de esta atracción y preferencia que los escritores mexicanos demuestran por el cuento, no existe ningún autor, exceptuando el caso de Mierós, que se haya dedicado en forma exclusiva a cultivar este género, como lo han hecho en Suramérica Horacio Quiroga, Javier de Viana, Mariano Latorre y otros. En México, los cuentistas, por lo general, son también novelistas, poetas, críticos y, algunas veces, hasta políticos y militares de profesión. A este hecho se debe precisamente el que el cuento mexicano sea tan rico y tan abundante. Hay que notar que todos estos cuentos, como es de esperarse, no han sido recogidos en libros; la mayor parte de ellos han visto la luz pública en revistas y periódicos. En los últimos años han aparecido revistas que publican cuentos exclusivamente, dando cabida en sus páginas tanto a los autores noveles como a los consagrados.
Considerando la importancia del cuento mexicano, esperaríamos que los críticos de la literatura se hubieran dedicado a estudiarlo, como lo han hecho con la novela. Mas no es éste el caso; no existe, que nosotros sepamos, un estudio comprensivo sobre la materia. Por lo general, se trata al cuento en las historias de la novela, dedicándole, cuando mucho, un corto capítulo, y tratando a los autores, no como cuentistas, sino como novelistas que también han escrito cuentos. Esto nos parece un error, ya que el cuento, por ser un género independiente, poco tiene en común con la novela, y sobre todo en la literatura mexicana. El cuento en México tiene una trayectoria aparte, se ha desarrollado de una manera por completo distinta de la novela, y hasta de la novela corta. En las líneas que siguen nos proponemos hacer un somero análisis del estado actual de la crítica del cuento en México. No incluimos, por supuesto, los estudios incidentales dentro de la historia de la novela.
Comencemos diciendo que, aunque no hay un estudio completo del cuento mexicano, sí existen excelentes estudios sobre varios autores y sobre varios aspectos del género, estudios que, es de lamentar, no tratan el tema en conjunto. También existen algunas tesis en las bibliotecas de las universidades, pero su consulta es tan difícil que su valor documental es casi nulo.2 Dichos trabajos se limitan, casi siempre, al estudio de los autores cuyas obras existen en la biblioteca donde se lleva a cabo la investigación.
De mayor importancia son los estudios dedicados a varios aspectos especiales del género. De esta naturaleza son los artículos de Alfredo Ibarra, Franco Carreño, Dorothy M. Kress y José Mancisidor. El primero versa sobre el cuento popular en México. Carreño dedica mayor atención a la novela corta; Kress se interesa en las tendencias del cuento contemporáneo, y Mancisidor en el tema de la realidad en el cuento mexicano. Otros estudios son simples reseñas de la obra de un autor, aunque con frecuencia el crítico se vale de la ocasión para tratar del cuento en general. Y esto ocurre precisamente en los artículos de José Alvarado, Alberto Quiroz Hernández y J. Zavala. El artículo de Alvarado es una reseña del libro Locura, de Martínez Sotomayor; Quiroz Hernández reseña el libro de Campos Alatorre,