Breve historia del cuento mexicano. Luis Leal
la fundación de Tula y la destrucción del imperio. Entre las leyendas, la más importante es la de Quetzalcóatl; le siguen en importancia las de Huémac y Tezcatlipoca.
Los mitos de la creación se encuentran, con algunas variantes, en todos los escritores mencionados. Se caracteriza este mito por ser una lucha entre dioses y por convertirse los mismos dioses en astros; todo él acusa una función cosmogónica o etiológica. Sin embargo, es de gran colorido, y no deja de tener cierta universalidad, lo mismo que fuerza imaginativa. El mito tolteca, tosco a grandes rasgos, pero de proporcionada arquitectura y gran estabilidad, puede figurar sin sonrojarse entre los grandes mitos cosmogónicos de la literatura universal.
Lecturas: De Sahagún, “Fábula del conejo que está en la luna”, en la Historia general de las cosas de Nueva España, Lib. vii, cap. ii.
Crítica: Reyes, pp. 21-22.
C. El cuento texcocano
La literatura texcocana, debido a que este pueblo asimiló la cultura de los toltecas, carece de mitos propios. Por vía de compensación, cuenta la literatura texcocana con un copioso número de leyendas humanas, sobre todo acerca de sus reyes, entre los cuales se destaca el casi legendario Netzahualcóyotl. Para fines del siglo xvi ya era popular la leyenda de la vida azarosa del rey poeta.
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (1568-1648). Este escritor, descendiente de los reyes acolhuas, alumno del colegio de Santa Cruz de Tlaltelolco, intérprete del juzgado de indios y autor de la famosa Historia chichimeca (1610-1640) y de las Relaciones (ca. 1600), puede ser considerado como el primer cuentista mexicano. “Su estilo –ha dicho Prescott– es sencillo y, a veces, elocuente y conmovedor; sus descripciones sumamente pintorescas. Abundan en su obra las anécdotas familiares; la gracia natural de escribir los episodios más sobresalientes de la historia y las aventuras personales de sus héroes le ha granjeado el título de Livio de Anáhuac.” Es en la obra de De Alva Ixtlilxóchitl donde encontramos, por vez primera en la literatura mexicana, verdaderos cuentos, que nos hacen recordar las maravillosas relaciones de Las mil y una noches. Si este escritor indígena se hubiera dedicado a escribir obras de ficción habría sido un autor de primer orden, pues era capaz de relatar cuentos con gran arte. Resalta su mérito cuando se le compara a sus contemporáneos, Pomar, Torquemada y otros. Hasta qué punto sea original De Alva Ixtlilxóchitl, no podemos determinarlo, pues no sabemos con certeza qué fuentes utilizó. Pero no hay duda que fue un escritor vigoroso y ameno.
Lecturas: “La reina infiel”, en la Historia chichimeca (México, 1892), cap. lxiv, pp. 106-108 (tomo ii de las Obras históricas de don Femando de Alva Ixtlilxóchitl, pub. y ed. por Alfredo Chavero).
D. El cuento azteca
La literatura azteca ha sido estudiada más extensamente que ninguna otra literatura autóctona de México. Existen obras importantes, sobre todo acerca de la poesía, el mito y la leyenda. La mejor fuente para el estudio de la literatura azteca es la monumental obra de De Sahagún, quien recogió la producción literaria de esta nación con un celo digno de un erudito contemporáneo. En su obra, lo mismo que en las de Durán, Tezozómoc y Acosta, encontramos una rica veta de leyendas, mitos, cuentos, relatos fabulosos, anécdotas, acertijos, proverbios y todo género de literatura popular. Ya el padre Acosta, al relatar las idolatrías de los indios las compara con las patrañas de los libros de caballerías, y el relatarlas por entero le parecía cosa infinita. Entre los aztecas eran los juglares los que se dedicaban a contar cuentos. “El juglar –observa De Sahagún– suele decir gracias y donaires; el buen juglar es suave en el hablar, amigo de decir cuentos y cortesano en el hablar.” El ser amigo de decir cuentos no era privativo del juglar. A pesar de su carácter taciturno, al indígena le gusta contarlos. Ya el padre Durán se quejaba de “la prolixidad de los indios en contar fábulas y cosas impertinentes… cuando les prestan atención”.
Autores
Fray Bernardino de Sahagún (De Sahagún, León, ca. 1500-México, 1590). Su monumental Historia general de las cosas de Nueva España (1569) es un tesoro de mitos, leyendas, cuentos y tradiciones de los aztecas.
Lecturas: Historia general, Lib. v, cap. iii; Lib. vi, cap, xiv; Lib. viii, cap. vi; Lib. xi, cap. iv.
Fray Diego Durán (1538-1588). Su Historia de las Indias de Nueva España y Islas de Tierra Firme (1581), a pesar de estar escrita en un estilo que no es de lo mejor, es importantísima para un estudio del cuento precortesiano, por encontrarse en ella las mejores y más auténticas leyendas y tradiciones del pueblo azteca, recogidas por el autor de boca de los mexicanos que vivieron antes de la conquista, lo mismo que de los códices prehispanos.
Lecturas: Historia, i, caps, xxvii y lxvii.
Hernando Alvarado Tezozómoc (¿1502-1610?) nació en la ciudad de México, de padres indios, y allí mismo murió a una edad muy avanzada. Su Crónica mexicana (ca. 1598) es una de las mejores fuentes para el estudio del cuento mexicano durante el reinado de los últimos soberanos aztecas.
Lecturas: Crónica mexicana, cap. lxxxiii.
E. El cuento tarasco
La región de Michoacán es rica en tradiciones y leyendas prehispánicas. La fuente más auténtica para el estudio del cuento entre los antiguos tarascos es la Relación de Michoacán, obra anónima escrita entre 1538 y 1539, durante el virreinato de don Antonio de Mendoza. La misma importancia que tiene el Popol Vuh para el estudio del cuento maya lo tiene, en nuestro concepto, la Relación de Michoacán para el estudio del cuento tarasco. En ella encontramos numerosas historias, muchas de las cuales nos sorprenden por su universalidad. Conserva el libro el modo de hablar y de pensar de los tarascos; por lo tanto, es un fiel trasunto de la mentalidad indígena precortesiana.
Lecturas: “Ticatame”, en la Relación... (Madrid, 1869), pp. 131-137 (vol. liii de la Col. de Doc. inéd. para la hist. de España).
F. Otros cuentos prehispánicos
Casi todos los pueblos que habitaron lo que hoy es México cultivaron, en una u otra forma, el cuento, el mito y la leyenda. Entre ellos, destacan las producciones de los tlaxcaltecas, los mixtecas y los zapotecas. Los tlaxcaltecas cuentan con un cronista de primer orden: Muñoz Camargo. No así los otros dos pueblos. Tanto a los mixtecas como a los zapotecas les faltó un cronista de esa talla. Burgoa, quien en forma más extensa escribió sobre ellos, apenas nos da uno que otro dato de la vida prehispánica. Las noticias que se dignó intercalar en las 1500 páginas que forman su Palestra historial y su Geográfica descripción, se encuentran perdidas en un mar de citas bíblicas y de vidas de frailes, todo ello en el estilo gongorista y afectado, característico de su tiempo.
Diego Muñoz Camargo (siglo xvi), mestizo tlaxcalteca, es el autor de la importante Historia de Tlaxcala (1585), auténtica fuente para el estudio de esta nación. Fue él quien se preocupó por recoger, con un estilo que Prescott equipara al de los misioneros mismos, las tradiciones de su pueblo. Su obra, sin embargo, vio la luz hasta 1892.
Lecturas: Historia de Tlaxcala (México, 1892), pp. 151-152. Geográfica descripción (México, 1934), ii, cap. lxxii, pp. 343-344.
Resumen
Tratamos de limitar el cuento prehispánico a aquellos relatos no contaminados por la influencia europea. Hasta cierto punto esto es casi imposible, ya que fueron moldeados en un crisol europeo: la lengua española. Sólo en aquellos relatos que son una verdadera trascripción del pensar indígena, como los que encontramos en el Popol Vuh, en la Relación de Michoacán y en algunos de Tezozómoc, notamos ciertas características de estilo ajenas a los escritores españoles de la época. Los otros cronistas –aunque nacidos en la Nueva España– piensan en español y ven la vida prehispánica en forma objetiva, desde el punto de vista europeo. En sus relatos ya no es posible encontrar lo genuinamente americano.
Analizando los relatos mismos,