Breve historia del cuento mexicano. Luis Leal

Breve historia del cuento mexicano - Luis Leal


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mismos mitos y leyendas cosmogónicos. El origen de esta mitología nos parece autóctono, a no ser que más tarde se descubran rasgos de otros pueblos, ya orientales, ya indoeuropeos, ya africanos. El cuento tolteca y el maya-quiché son ricos en motivos mitológicos y sobrenaturales. En cambio, en el texcocano y el tlaxcalteca predominan los elementos humanos, los motivos históricos y los anecdóticos. El cuento azteca participa de las características de los pueblos que le precedieron, habiendo heredado sus tradiciones, ritos y ceremonias. Sobresalen también, en el azteca, los motivos sobrenaturales, fantásticos e inverosímiles, denotando el vigor imaginativo de este pueblo. Para el estudio del cuento entre los diferentes pueblos autóctonos, los siguientes cronistas (o crónicas) son los más útiles: el Popol Vuh y Landa para el cuento maya-quiché; De Alva Ixtlilxóchitl para el tolteca y el texcocano; De Sahagún, Durán y Tezozómoc para el azteca; Muñoz Camargo para el tlaxcalteca; la Relación de Michoacán para el tarasco y Burgoa para el mixteco-zapoteco.

      En general, el cuento prehispánico es abundante, rico en colorido y en detalles, de exuberante fantasía y no inferior en calidad al de otros pueblos. Prueba de su vigor nos lo da el gran número de relatos indígenas populares que han subsistido y que los folcloristas comienzan a recoger.

      Consultar

      Daniel G. Brinton, American Hero-Myths (Filadelfia, 1882); Luis Castillo Ledón, Antigua literatura indígena mexicana (México, 1917); Pablo González Casanova, Cuentos indígenas (México, 1946), pp. 1-11; Lew Spence, The Mythologies of Ancient Mexico and Peru (Chicago, 1907); The Myths of Mexico and Peru (Londres, 1917); Rubén M. Campos, “Tradiciones y leyendas mexicanas”, en Anales del Museo Nacional (1935); La producción literaria de los aztecas (México, 1936); Ángel María Garibay K., Historia de la literatura náhuatl (México, 1953), pp. 485-498: 2ª parte (México, 1954); Bernardo Ortiz de Montellano, Literatura indígena y colonial mexicana (México, 1946), 94 pp.; Applebaugh Templin, Estudio de dioses, leyendas y costumbres indígeno-mexicanas precolombinas (México, 1949), 175 pp., y Rojas González, “El cuento mexicano”.

      41 Para los títulos abreviados véase la bibliografía.

      II. EL CUENTO EN LA NUEVA ESPAÑA

      Comentario preliminar

      La crítica literaria asegura que el cuento no se cultivó en la Nueva España. “Caso singular y extraño –observa González Peña–: el cuento, tan genuino, tan característico de la literatura castellana desde sus albores, no se escribió en la Nueva España.” La anterior observación la había ya hecho Castillo Ledón:

      En vano he buscado en todas nuestras bibliografías algún indicio de que el cuento hubiera sido cultivado durante los siglos xvi, xvii y xviii. Apenas hubo en el curso de ellos uno que otro poeta que escribió fábulas sueltas, que jamás llegaron a publicarse en volúmenes; pues las de Ignacio Basurto, que fueron las primeras coleccionadas, no vieron la luz sino hasta 1802, y las de José Fernández de Lizardi en 1817.

      Suponemos que los anteriores críticos se refieren al cuento como género independiente, y tal vez tengan razón, si excluimos las Novelas morales de Piña Izquierdo. Sin embargo, sería más acertado afirmar que sólo como género autónomo no se cultivó en la Nueva España. El cuento colonial mexicano hay que buscarlo, no en colecciones publicadas por separado, sino junto a las historias, crónicas y otros escritos de los conquistadores, religiosos y letrados que, aunque pasaban a las Indias con otros propósitos, siempre hallaban tiempo para escribir, tanto sobre los hechos de la conquista como sobre las costumbres, tradiciones y leyendas del pueblo conquistado. Las crónicas son, más que historias, libros de viajes por países maravillosos y relatos de aventuras tan extraños, a veces, como los de cualquier novela.

      El caudal de cuentos que encontramos en las crónicas del siglo xvi es riquísimo. Ya Torquemada lo había observado: “Ciertamente, que si hubiera de poner todas las cosas que en memoriales antiguos he hallado escritas (además de lo que yo tengo muy averiguado y visto) parecerían de libros de caballerías, donde no se pretende más que decir mentiras a montones”. (Monarquía indiana, i, 306). Estos relatos incrustados en las crónicas podrían clasificarse como fantásticos, sobrenaturales, humorísticos, históricos y populares. La actitud de credulidad característica del periodo es evidente por el gran número de milagros, supersticiones, visiones, profecías, hechicerías, encantamientos y alucinaciones que encontramos en los escritores de la época. Todo ello daba material para entretejer sorprendentes producciones.

      Autores

      Fray Toribio de Benavente o Motolinía (¿?-1568), franciscano, natural de Benavente, provincia de Zamora, llegó a la Nueva España en 1524. Se le deben dos obras principales, los Memoriales, publicados por vez primera en 1903, bastante desaliñados, y la Historia de los indios de la Nueva España (1541), dada a conocer íntegra por García Icazbalceta en 1858, más arreglada y pulida. La obra de Motolinía es valiosísima para el estudio de los años de formación de la Nueva España. “El autor –observa Prescott– corta bruscamente el hilo del asunto que inmediatamente le ocupa, cualquiera que sea, para dar cabida a una anécdota o acontecimiento que pueda ilustrar sus afanes eclesiásticos.” De esta naturaleza son la “Relación de la tempestad que destruyó y asoló de tres partes las dos de la ciudad de Quauhtemallan, según vino a México escripta en dos pliegos de papel, contando muchas particularidades espantosas y los españoles que murieron. Aquí va abreviada y sacada la sustancia de ella”, y la historia de la muerte del niño Cristóbal en la ciudad de Tlaxcala, tal vez los primeros cuentos que aparecen en la literatura mexicana.

      Lecturas: Memoriales (México, 1903), pp. 226-231; Historia... (México, 1941), pp. 250-254.

      Francisco Cervantes de Salazar (1514-1575), toledano, era ya autor conocido cuando pasó a la Nueva España. Su Crónica (1566) contiene interesantísimos relatos, entre los que sobresale el de Alonso de Ávila y el fantasma.

      Lecturas: Crónica de la Nueva España (Madrid, 1914), Lib. vi, caps. v y vi.

      Juan Suárez de Peralta (1535-¿?) es conocido como cronista por su Tratado del descubrimiento de Indias y su conquista… (1589), libro inédito hasta 1878, año en que Justo Zaragoza lo publicó, dándole el título de Noticias históricas de la Nueva España (Madrid). Suárez de Peralta nació en México, hijo de un conquistador. En 1579 llegó a España y no se sabe si volvió a su patria o si murió en el destierro. A pesar de la descompostura de su estilo, su candor y sencillez en el relato de los acontecimientos le dan al libro cierto atractivo. De interés son sus relatos sobre la monja hermana de los Ávila y su descripción de la conjura de don Martín Cortés.

      Lecturas: “Suceso extraño de la hermana de Alonso de Ávila”, en Noticias históricas, cap. xxxix.

      Todavía encontramos algunos cronistas que escriben durante el siglo xvii, entre otros Alva Ixtlilxóchitl, Torquemada, Burgoa y Vetancurt. Con excepción de Burgoa pertenecen, por el estilo, al siglo xvi. Burgoa, sin embargo, ya participa de las características de su tiempo: el gongorismo y el culteranismo. Este siglo barroco cuenta, además, con tres prosistas de renombre: Palafox y Mendoza, Sigüenza y Góngora y sor Juana. Los dos primeros intercalaron algunos cuentos y anécdotas en sus escritos. No así sor Juana, cuya prosa es exigua. A comienzos del siglo encontramos la primera novela mexicana, Los sirgueros de la Virgen (1620) de Bramón, lo mismo que las Novelas morales de Piña Izquierdo.

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