Tras medio siglo. Ramón Rosal Cortés

Tras medio siglo - Ramón Rosal Cortés


Скачать книгу
una imagen de hombre robot, y de que resultaba difícil admitir la posibilidad de decisiones lúcidas y libres, a no ser que se tratase de vidas humanas excepcionales y que habrían requerido largos años de un psicoanálisis o una psicoterapia profunda.

      4) Centramiento excesivo en el estudio de psicopatologías y escasa o nula atención a los potenciales y características de las personas con un alto grado de salud, de crecimiento personal o autorrealización. Asimismo, desinterés respecto a las personas con experiencias estéticas o con experiencias espirituales, místicas o “transpersonales”.

      5) Sobrevaloración de la importancia de un tipo de metodología científica concebida para las ciencias naturales. Esta metodología había sido concebida para el estudio de los hechos de los que se ocupan las ciencias físicas, químicas o biológicas, y trata de cuantificar los fenómenos que observa y de identificar variables dependientes e independientes, partiendo de la suposición de que todo puede explicarse según un proceso de causalidad lineal. Hay que tener en cuenta que por aquellos años las metodologías científicas utilizadas en Psicología no habían alcanzado, en sus modalidades observacionales y cualitativas, el rigor y la riqueza de matizaciones con las que puede contemplar en la actualidad los procesos psíquicos humanos (véase Anguera 1981a, 1981b, 1986, 1995).

      Esta sobrevaloración de las posibilidades de la metodología científica de los años cincuenta para el abordaje de las investigaciones psicológicas, había dado lugar a advertencias de científicos destacados, como el físico y premio Nobel Heisenberg, cuando afirmaba que consideraba una ilusión la creencia en la posibilidad de observar la naturaleza –en especial la humana– como un objeto externo separado del sujeto, y se lamentaba de que en la psicología se fomentase esta actitud, cuando en esta ciencia, al tener que utilizar el investigador los mismos proceso cuyos mecanismos y estructura trata de descifrar, la simplificación que puede producirse resulta incomparablemente más grave que en la Física.

      6) Actitud autosuficiente y excluyente de escuela como “sistema cerrado” (en el sentido de Bertalanffy). En su gran mayoría, los miembros de las escuelas dominantes en los años cincuenta (la conductista y la psicoanalítica con sus variantes) mostraban un característico desinterés e incluso menosprecio por cualquier aportación –para la comprensión del ser humano o para su curación o crecimiento personal– que procediese de una escuela o corriente ajena, como también si procedía de la filosofía, las sabidurías orientales, o las espiritualidades.

      Basta analizar con cierto detenimiento las referencias bibliográficas de los artículos o libros de autores de esas escuelas, para comprobar lo difícil y excepcional que es encontrar referencias de autores procedentes de modelos de otras corrientes o paradigmas psicológicos, salvo que fuese para manifestar el rechazo global a sus aportaciones.

      Pienso que estas actitudes autosuficientes y excluyentes han ido atenuándose notablemente en una parte de los vinculados a aquellas escuelas, llegándose incluso en algunos casos a enfoques integradores, tanto de técnicas como de elementos teóricos. Actualmente ya empieza a ponerse de moda la tendencia integradora, en los modelos psicoterapéuticos, aunque tengo la impresión de que muchos no saben que los principales iniciadores de esa tendencia fueron psicoterapeutas de modelos vinculados al movimiento de la Psicología Humanista, ya desde los años cincuenta y sesenta.

      7) Luchas de poder, entre seguidores de las dos escuelas potentes y contrincantes de aquellos años, con la esperanza de poder alcanzar el predominio o incluso monopolio en el mundo académico de todo el planeta, o al menos de Occidente, como paradigma único de la ciencia psicológica. En consecuencia con ello, actitud de recelo menosprecio y rechazo sistemático de las múltiples y variadas aportaciones psicológicas y psicoterapéuticas que procedían de variadas fuentes, dado el carácter multiparadigmático de la ciencia psicológica. En resumen, búsqueda de la unidad paradigmática –fuese la Conductista o la Psicoanalítica– y freno a toda manifestación creativa o innovadora –teórica o terapéutica– que no procediese del propio paradigma.

      He resumido en estos siete puntos los enfoques y actitudes que destacaban en la situación de las teorías psicológicas de los años cincuenta, y a partir de las cuales surgió un sentimiento común de inquietud y malestar en autores –no sólo psicólogos– vinculados a corrientes diferentes, que no podían aceptar la validez de aquéllos, como científicos y terapeutas interesados en la salud mental y el crecimiento personal.

      1.3. Lo que compartían

      En contraposición con estos enfoques, los autores a los que me he referido coincidían –en mayor o menor grado– en estar de acuerdo en los puntos siguientes:

      1) Respecto a los teóricos de la personalidad de orientación humanista, una clara posición holista y sistémica frente a las interpretaciones atomistas y reduccionistas.

      Aparece un interés acentuado por el estudio de la personalidad en su conjunto, singularidad e historicidad. La personalidad de un individuo no es entendida como la suma o yuxtaposición de funciones o procesos (cognitivos, emocionales, conductuales), sino como un sistema o conjunto organizado de forma peculiar en cada sujeto, un sistema configurado y en proceso de desarrollo. Los sistemas –o mejor subsistemas– biopsicosociales que integran la organización o sistema de la personalidad están interrelacionados, pudiéndose producir una influencia recíproca entre ellos.

      Cabe trabajar, con finalidad de cambio psicoterapéutico, a partir predominantemente de bloqueos o distorsiones emocionales (Psicoterapia de la Gestalt), o cognitivas (Análisis Transaccional en su escuela clásica), o imaginarias (gran variedad de modelos, entre ellos la Psicosíntesis, y también los ya citados), o de la estructura muscular, estilos respiratorios o motrices, etcétera (terapias psicocorporales como la Biosíntesis o la Bioenergética entre otras). Sin embargo en cualquiera de estos enfoques, para que el terapeuta sea fiel a un enfoque humanista no perderá de vista que estas diferentes vías pretenden dar lugar a un cambio en la organización del conjunto de la personalidad y sus diferentes subsistemas.

      Asimismo tenderá a no perder de vista el carácter singular e irrepetible de todo sujeto humano. El interés de la P.H. por esta actitud tiene probablemente su primer representante destacado en Allport (1966). Para este autor la unicidad constituye el mayor dilema para el psicólogo clínico que, si pretende interpretar la conducta del paciente con algunas hipótesis de un modelo terapéutico determinado, constata las dificultades de acoplarse plenamente al mismo.

      La individualidad es una característica primaria de la naturaleza humana. Para el desarrollo de la ciencia de la personalidad debemos aceptar este hecho. Pero es más fácil construir un hombre artificial a partir de normas universales y de grupo que estudiar adecuada y científicamente un ser real (Allport, 1966 p.39).

      Para Allport –y podemos considerar que, al menos de forma implícita, para el conjunto de la P.H.– es claramente simplificadora la visión científica nomotética del individuo, en especial si se acepta la definición que Eysench ofreció:

      Para el científico, el individuo es, simplemente, el punto de intersección de un cierto número de variables cuantitativas. Significa que el científico no se interesa por la mutua interdependencia de los sistemas parciales dentro del sistema entero de la personalidad. Se interesa solamente por dimensiones aisladas, que le permiten establecer comparaciones entre muchas personas [...] El científico no se interesa en el sistema de la personalidad como un todo, sino solamente en las dimensiones comunes. Deja a la persona como mero “punto de intersección”, sin estructura interna, sin coherencia ni sentido (Allport, 1966, p. 25).

      2) Reconocimiento de la capacidad de libertad de elección y de creatividad, frente a concepciones mecanicistas y deterministas.

      La Psicología Humanista se presenta en conjunto disconforme con la tendencia del pensamiento psicoanalítico a reducir la creatividad a una manifestación del comportamiento humano provocada por estados neuróticos o psicóticos o derivaciones de las pulsiones de la agresividad y la sexualidad.

      En consecuencia desde la P.H. no puede aceptarse la siguiente definición por parte de Freud, si como él hace se aplica a la generalidad de los artistas y no sólo a aquéllos que experimenten su creatividad a partir de trastornos neuróticos:


Скачать книгу