Tras medio siglo. Ramón Rosal Cortés
de Horney, está Erich Fromm, que al describir lo que entiende por proceso de individuación y por interés en uno mismo, describe un proceso muy similar al anterior. De los contemporáneos de Freud, es el concepto de proceso de individuación de Jung lo más equivalente, sin descartar el proceso al que se refiere Otto Rank, cuando habla de las tres etapas de la vida de la persona que se realiza: la del conformista, la del neurótico, –Mac Kinnon propuso llamarlo conflictivo– y la del artista creador.
Dejamos de lado las descripciones que sobre el concepto de crecimiento personal han presentado Kurt Goldstein, Abraham Maslow, Carl Rogers, Karen Horney, Erich Fromm y Carl G. Jung, limitándonos a presentar las siguientes consideraciones de forma esquemática.
1. La consideración del ser humano como un conjunto singular e irrepetible de potencialidades que pueden ir desarrollándose y cuya realización constituye una aspiración explícita o implícita de todo ser humano, hipótesis sostenida por casi todos los psicoterapeutas humanistas o existenciales, tiene una historia ya antigua. Cuando Aristóteles utilizaba el término entelequia –lo cual, como advierte Ferrater Mora (1965) no lo hizo siempre de forma consistente– se refería al acabamiento del proceso de actualización de las potencialidades singulares del individuo. Compartimos aquí la equivalencia que Yalom (2011) señala entre autorrealización y la entelequia clásica.
2. El antecedente más destacable de este constructo de la Psicología Humanista, ya en un marco de psicología clínica, es el denominado por Jung proceso de individuación o camino de individuación, entendido como proceso de la evolución de sí mismo hacia el logro de la totalidad de la personalidad. Esto se alcanza cuando todos los pares de contrarios han sido diferenciados y cuando la conciencia y el inconsciente (en un sentido diverso al de Freud) se encuentran en viva relación recíproca. Jung cuenta con que la realización plena de nuestra personalidad es un ideal inalcanzable, pero, como todo ideal, no es propiamente un objetivo, sino un indicador del camino.
3. Además de las interpretaciones junguianas indicadas, podemos decir que la mayoría de los autores de la Psicología Humanista comparten las siguientes otras afirmaciones del mismo autor, aunque varíen los términos utilizados:
a) Individuación (o crecimiento personal) se diferencia claramente de individualismo, ya que lo primero no tiene que ver con una actitud ególatra, sino con el logro de la propia particularidad: “Individuación significa hacerse individuo, en tanto que por individuo entendemos nuestra más íntima, última o incomparable particularidad“ (Jung, 1933).
b) Constituye un proceso espontáneo, natural y autónomo.
c) Todo sujeto humano tiene la potencialidad para poder vivirlo constituyendo la obra creadora más importante.
d) Constituye el paralelo psíquico del proceso de crecimiento y transformación del cuerpo con la edad, siempre que no sea obstaculizado o encubierto por alguna decisión consciente o inconsciente perjudicial, a partir de factores ambientales.
e) En el trabajo psicoterapéutico –y también en otras situaciones especiales– puede ser estimulado, intensificado, hecho consciente, vivenciado y elaborado, facilitando en las personas el “acabamiento” de su ser.
f) Este trabajo terapéutico, que supone una activación interna de los contenidos del inconsciente, relaja todas las polaridades y a través de la psique desorganizada profundiza hasta alcanzar el núcleo interno o “uno mismo” (cfr. Jacobi, 1959).
4. Los impulsos básicos y biológicos sólo pueden motivar plenamente la actividad de personas gravemente perturbadas. En las otras personas se dan siempre actividades que no pueden ser explicadas exclusivamente a partir de tales móviles, sino a partir de la tendencia a la autorrealización (o crecimiento personal).
Siguiendo a Goldstein (1940) y Allport (1966), en la Psicología Humanista prevalece claramente la teoría de las “motivaciones variables”.
5. Más que tratarse de que haya de producirse un ejercicio y desarrollo armonioso de todos los potenciales del psiquismo humano –cognitivos, emocionales, conativos, etc.– interpretamos que de lo que se trata, en Psicología Humanista, es de que todos estos potenciales estén disponibles para la libre decisión de ser o no actualizados. Este carácter de elección de una parte del potencial humano para su desarrollo (siempre que lo que no se actualice dependa de la propia decisión) queda resaltado en el sector existencial de la Psicología Humanista.
6. La psicoterapia –como ya se indicaba en los asertos junguianos– se entiende generalmente como un proceso de recuperación de las capacidades anuladas y como un permiso para obtener otras nuevas perspectivas de desarrollo.
7. Entre los aspectos o potenciales a recuperar en el proceso de autorrealización se incluyen aspectos normalmente considerados infantiles en muchos marcos culturales, como son entre otros la capacidad lúdica creativa, el pensamiento intuitivo y “mágico”, y la facilidad para el contacto físico y placentero (concomitante con la ternura), no entendido como manifestación de sexualidad pregenital inmadura.
8. Entre los obstáculos principales para el crecimiento personal se destacan: el miedo al dolor y en especial el miedo a perder la vida, el miedo a la soledad, y factores socio-culturales obstaculizadores de la vida creativa en sus diversas manifestaciones en la percepción, las emociones, las motivaciones, el pensamiento, la conducta expresiva, el trabajo, el amor, etcétera. La primacía de los factores culturales, como ocasionantes del fracaso del crecimiento personal, queda resaltada no sólo en Fromm y Horney, sino también en Maslow, Rogers, Berne, Perls, etcétera.
9. En la corriente existencial de la Psicología Humanista se ha revalorizado el concepto de culpa sana entendida como el sentimiento derivado de la distorsión perceptiva, incomprensión y desatención de nuestras necesidades y las de nuestros semejantes, es decir nuestra conducta obstaculizadora del crecimiento personal propio y ajeno. No se trata de un sentimiento proveniente de “introyecciones” parentales o culturales, sino de percibirnos con capacidad de elegir. Sus efectos no son patológicos sino constructivos: la conciencia de las propias limitaciones, la sensibilización respecto a nuestros semejantes, y el aumento de creatividad en nuestro crecimiento personal (May, 1958). Con ello no se descarta el hecho, ya muy investigado, de la existencia de sentimientos patológicos de culpabilidad, o culpa neurótica.
10. La actitud creadora es un elemento muy destacado del crecimiento personal. Para Maslow (1975) es la característica más universal de todas las personas en avanzado grado de autorrealización a las que estuvo analizando. Es una potencialidad fundamental de la naturaleza humana que se encuentra en todo individuo desde su nacimiento. Su desarrollo requiere, más que unos rasgos característicos de la personalidad, una vivencia más o menos profunda de encuentro con uno mismo y con el otro. La interpretación freudiana de la creatividad que la reduce a una manifestación del comportamiento humano provocada por estados neuróticos o psicóticos o derivaciones de las pulsiones de la agresividad y la sexualidad es rechazada como interpretación de la creatividad genuina y aceptada únicamente en relación con las manifestaciones degradadas de la misma.
11. Esta actitud creadora se manifiesta y realiza en la capacidad para vivir el momento presente –el “aquí y ahora”-. La evasión hacia el pasado o el futuro aparecen como signos de neurosis para evitar el contacto con la angustia que produce la realidad del momento.
Todo el conjunto de la Psicoterapia Humanista se orienta hacia un facilitar el implicarse con la actualidad temporal y espacial, como una manera de enraizar a la persona en la realidad, prescindiendo de clichés adquiridos para percibirla, sentirla y actuarla, haciéndole consciente de todo el potencial presente en cada momento para responder de ella.
Si bien todos los modelos terapéuticos de la Psicoterapia Humanista consideran como un punto crucial del crecimiento personal esta capacidad, es probable que de modo explícito sea la Psicoterapia Gestalt la que ha realizado mayores aportaciones en este sentido. Levitsky y Perls sitúan entre las reglas de la terapia gestáltica lo que llaman “el principio del ahora”, acerca del cual afirman:”La idea del ahora, del momento inmediato, del contenido y estructura de la experiencia actual, es uno de los principios más vigorosos, fecundos y escurridizos de la terapia gestáltica” (1973, pp. 144s.).
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